≈FRANKENSTEIN BOBO≈ [Rubiusplay]

≈CINCO≈

(Dibujo de mi propiedad)

— ¿Puedo salir al jardín? — le preguntó con entusiasmo el rubio al castaño, quién se encontraba cocinando la cena del día.

Después de la salida de hacía unos días Raúl tomó la decisión de construir una valla alrededor de la zona verde de la entrada a su casa, creando un jardín o zona donde Rubén no tenía permitido salir. El de ojos avellana era consciente de que era una creación del castaño y por ello comprendía la preocupación de este, así que intentaba hacer lo ordenado pero también teniendo libertad de hacer sus propias "ilegalidades".

— Claro, pero solo hasta que te llame para cenar, ¿Entendido?

— Ci.

El rubio subió corriendo las escaleras de la casa hacia la salida de esta, con mirada decidida y su pijama de cuerpo entero de oso pardo. Al salir, lo primero que sintió fue la brisa de finales de invierno y como la hierba mojada por la nieve empapaba sus calcetines negros.

Miró hacia la derecha, encontrando una montaña baja en la cual, en la cima de esta, estaba construida una muralla que rodeaba una gran casa.
Rubén se agachó con lentitud, agarró un trozo de nieve, hizo una esfera con esta, y apuntando, lanzó la bola de nieve con la intención de llegar a entrar dentro de la muralla e impactar contra la casa del de ropas negras.

Repitió la acción repetidas veces, sin conseguir otra cosa que estampar las bolas de nieve en la muralla, causando que su ceño se frunciera más con cada lanzamiento fallido. Por lo menos, hasta que acertó el tiro, que al instante levantó sus brazos y formó una gran sonrisa en su cara en señal de victoria.

— ¡SIIIIII!

— ¡Rubius! — gritó el castaño desde el interior de la casa — ¡A cenar!

— ¡Voy!

— ¿Porque has gritado? — preguntó divertido el castaño al ver que el rubio llegaba frente a él.

— Cosas mías, no importa. ¿Que hay de cena?

— Chuleta de cerdo.

— ¿¡De cerdo!? ¡Dime que...dime que no... que no has... — dijo con una mano tapándole la boca y con los ojos aguados.

— Shhh, tranquilo...Juan Carlos está bien, ¿Okay?

Mentira, ese cerdo que se iban a comer ya era Juan Carlos quinto, lo único que hizo el castaño fue ponerle el collar del cerdo ahora cocinado a otro.

— Paw...paw... paw... — repetía el rubio cada vez que lanzaba una bola de nieve hacia la casa del vecino que por lo visto le caía mal.

Rubén se sentó en la hierba nevada, congelándose inmediatamente generando el acto reflejo de levantarse pero al ir tan rápido su equilibrio falló y cayó de espaldas al suelo. Ante el estruendo, se escuchó un maullido. El rubio reconoció el sonido del animal gracias a las enseñanzas del castaño así que, ilusionado cual niño pequeño, se levantó y miró a su alrededor, observando una mancha negra, más bien, un pelaje negro.

— Mira gato, ahora sí acertaré — afirmó dispuesto a lanzar otra esfera de nieve.

Acertó, la bola cayó dentro de la muralla, donde en vez de escucharse el sonido de la nieve impactando contra el suelo, se escuchó un grito.

— Mierda

Rápidamente el rubio agarró al animal que se había acercado a él entre sus brazos y corrió hacia el interior de su hogar.

— ¿Que ha sido ese grito, Rubén? — preguntó el castaño de brazos cruzados frente al rubio — ¿Y esa gata?

— Em...b.bueno...el grito he sido yo al ver al gato y...pues...¿No es adorable? — preguntó con los nervios a flor de piel mientras elevaba al gato como si fuera el mono del rey león mientras el animal tenía una cara de fastidio puro.

— Es hembra, Rubius, ¿tú sabes los problemas que dan las hembras en su celo? Además, no tenemos comida ni nada para gatos. Y si lo querías, no nos la podemos quedar.

— Pe.pe.pero... — gimoteó mientras le temblaban los labios.

— Está bien — sucumbió el castaño mientras estampaba su mano en su cara — ¿Cómo la llamarás?

— Mmmmm — pensó el rubio aún con la gata en brazos — ¡Raspy!

— Maw