II

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—¿Puedo dejarlo aquí un minuto, señor? —escuché a Sarah Spencer hablar en la planta baja.

—Sí.

Terminé de bajar todos los escalones de la escalera que conectaba el gran salón con la entrada principal de la casa. Me sorprendí de ver a Charles esperando en la segunda entrada un tanto incómodo y con las manos en los bolsillos.

—Lucile, olvidas tus guantes —Charles Spencer bajaba detrás mío alzando la voz—. Aquí tienes.

—Gracias, Charles —los tomé poniéndomelos uno a uno bajo la atenta mirada del príncipe de Gales. El Spencer regresó escaleras arriba—. Charles número dos.

—Lucile —saludó sorprendido—. No sabía que conocías a los Spencer.

—Diría que solo a Charles ya que es a quien más visito últimamente, pero mantengo una buena relación con los demás Spencer.

—¿No es un poco mayor para ti?

—Solo un año ¿No es un poco menor para ti Sarah? —contraataqué—. Tregua.

—Sí, había olvidado cómo eras en realidad.

—No era lo mismo cuando crecimos —me encogí de hombros restándole importancia e intentando no sentirme tan incomoda—. Así que, ¿Sarah Spencer?

—Sí, es alguien genial.

—He de imaginar que estás en búsqueda de una esposa para quitarte a tu familia de encima —caminé hasta quedar frente a él—. No sabía que este tipo de selecciones tomaban en cuenta a todas las mujeres del país de la alta sociedad.

Frunció el ceño en un gesto confuso y pude notar que aquel comentario lo había molestado.

—Bueno, creo que tu búsqueda no tiene restricción alguna, franceses y británicos.

—Eres igual de mal humorado que tu padre —me burlé dejándolo atrás—. Ningún Spencer es para ti, Charles, o mas bien, tú no eres para ningún Spencer. Son buenas personas.

Mademoiselle Lucile —Diana Spencer estaba en el borde de la puerta con un traje de árbol—. Un placer verla de nuevo.

—Está bien Diana, no tienes que utilizar ninguna formalidad conmigo.

—Lo hago por respeto —contestó en un susurro—. ¿Podría no decirle a Sarah que estuve aquí?

—Apenas y soy dos años mayor que tú. No le diré nada, pero tendrás que llegar a un acuerdo con aquel hombre —señalé a mis espaldas al príncipe—. Nos vemos.

—Lucile —me llamó apenada justo antes de que saliera.

—¿Sí?

—¿Charles es parte de tú lista? —la miré confundida—. Existe un gran rumor que prefiero ignorar; se dice que tienes en tu posesión una lista de potenciales parejas pasajeras.

Giré hacia Charles tratando de descifrar su reacción pero no hizo nada más que levantar las cejas sin expresión alguna. No sabía por qué me importaba la forma en la que fuera a tomarse tal acusación, quizá porque antes solíamos ser demasiado unidos y era alguien importante en mi vida, pero ahora las cosas habían cambiado, además, él estaba haciendo exactamente lo mismo.

—Lo siento, pero no tengo una lista como tal, me parece algo absurdo —la enfrenté de nuevo acercándome hacia ella—. Quizá puedas preguntarle al príncipe, estoy segura de que él si tiene una.

Salí del lugar con una sonrisa triunfante apresurando el paso hasta llegar a donde el habitual chofer me esperaba. Ralph asintió a mi llegada con una ligera sonrisa amable y abrió la puerta trasera del automóvil para dejarme entrar cerrándola detrás mío.

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