El misterio de la noche oscura (R)

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Lisa y Jessica

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Lisa y Jessica. Dos amigas que, para festejar el cumpleaños número veintiuno de esta última, eligieron Finlandia.

En la carretera hacia el pueblo, encontraron a un joven que pedía aventón.

—No creo que sea buena idea, es un extraño —habló Jessica en desacuerdo.

—Somos turistas, Jess. Todos son extraños —Lisa hizo caso omiso y recogió al muchacho.

El trayecto que tardaron en llevarlo a su destino, fue tenso. Por Jessica, más que nada. Así que, para aliviar el ambiente, Lisa entabló una conversación donde se supo el nombre —Lukas—, la edad, ocupación y que era del pueblo.

Dejaron al chico cerca de una tienda de artesanías. Antes de irse se ofreció de guía para llevarlas por los senderos del bosque, en agradecimiento.

Lisa aceptó gustosa. Prefería al simpático Lukas que, a los caros guías de turismo, donde explicaban en modo robot las cosas obvias a su alrededor.

Jessica era otra historia, no le gustó para nada la idea. Ya instaladas en la casa de huéspedes, se lo hizo saber.

—Amiga, sé que la confianza no es tu fuerte, pero es tu cumpleaños. ¿Podrías hacer un esfuerzo y disfrutarlo como yo? Lukas es un simple campesino —Lisa intentó tranquilizarla, realmente quería estar entre la naturaleza.

Jess suspiró y la miró por unos segundos. Sí, era su cumpleaños, pero su amiga tenía derecho a divertirse, también.

—Un simple campesino —repitió, más para convencerse, que por complacer a Lisa.

A la mañana siguiente esperaban al joven en el mismo lugar donde lo habían dejado antes, pero sin el coche.

—¿Listas para el paseo de sus vidas? —preguntó Lukas apareciendo detrás de las chicas, asustándolas.

—Si haces eso en el sendero, te mataré —respondió Lisa, entre divertida y nerviosa.

Y el trío inició su aventura.

—¿No usaremos mapas? —preguntó Jessica, desconfiada de que llevaban un largo tramo, simplemente siguiendo al joven.

—No los necesitamos, crecí en estos senderos. Solía acampar con mi padre.

Lukas detuvo su andar y quitó la mochila para recostarse en un árbol. Las chicas le imitaron, entendiendo que descansarían un rato ahí.

Mientras dejaban sus pulmones llenarse de oxígeno puro, el chico narró las historias más aterradoras del folklor finlandés. Almorzaron y luego retomaron la caminata, llegaron a un lago y sentados en la orilla se les fue el tiempo.

—Se está haciendo tarde, creo que deberíamos volver —dijo Jess, un poco asustada de todo lo que les contó el joven.

—Tenemos esto... y esto —dijo Lukas, sacando un par de linternas con una mano, y señalándose a sí mismo con la otra.

Cuentos para AlbaWhere stories live. Discover now