Receta a la Vendetta (R)

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Isabella se encontraba de un lado para el otro en aquel Resto-bar de mala muerte

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Isabella se encontraba de un lado para el otro en aquel Resto-bar de mala muerte. Eran cuatro meseras en total, pero una estaba enferma y la otra se había retirado hacía dos noches con un cliente que, hasta el momento, ni señales de vida daba.

—¡Mesa tres! —avisó Isabella a la muchacha desorientada de tantas funciones ese día—. Jen... ¡Jen! Reacciona, cariño. Estamos solas hoy, no te me decaigas ahora.

La chica estiró su cuello, brazos y piernas.

—¡La mujer maravilla no tiene nada que hacer conmigo! —Jen comentó divertida, luego tomó el plato en su bandeja para entregarlo.

—Estoy segura que no...—Bella vio de reojo al mismo hombre con el que se fue Olivia, su otra compañera, dos noches antes.

Esperó a que Jen regresara con otro pedido para pedirle intercambiar de roles.

—¡Te lo agradezco! Ya no soporto un baboso más —La chica prácticamente se lanzó a la cocina. Isabella tomó libreta y pluma, dispuesta a investigar.

—Buenas noches, caballeros. ¿Qué puedo servirles?

—¿Podrías atendernos primero? Llegamos antes... —Esa voz.

Esa voz que nunca pudo olvidar desde ese horrible día. Esa voz que le provocaba innumerables escalofríos. La misma por la que luchaba en cerrar los ojos cada noche, temiendo porque regresara a quitarle algo más que su inocencia.

Bella estaba de espaldas, aún no le veía la cara y ya se sentía morir.

Un segundo. Un segundo bastó para recordarlo todo.

Bella y su mejor amiga Nuria, salían de trabajar una larga jornada en el bar. Todos se habían marchado a casa, pensaron.

No fue así.

—Odio que festejen sus cumpleaños aquí, creen que son libres de humillarnos —Se quejaba Nuria.

—Yo les cortaría el miembro y que sea su pastel —comentó Bella entre risitas.

—Seguro vomitarían...

—...O se quedarían con hambre... —agregó Isabella a carcajadas, mientras caminaban por aquel callejón.

—De hecho... me quedé con hambre...

Las chicas enredaron sus brazos e intentaron retroceder para salir corriendo, pero había un par de jóvenes esperándolas.

—¡Déjanos en paz! —exclamó Nuria. No podían hacer más que aferrarse a la otra, pues las dejaron sin escapatoria.

—¿Dónde quedó lo servicial? Por lo que sé, me debes tratar con respeto y siempre tendré la última palabra.

—¡Eso sólo aplica estando en el bar, y aun así hay ciertos límites! ¡Aquí, no eres nadie! —respondió Nuria, asqueada de tanta mente enferma.

Cuentos para AlbaWhere stories live. Discover now