Lo que pasó en Sicilia

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Elizabeth e Isabelle se encontraban en el dormitorio de la primera haciendo una lista con todo lo que necesitarían. En apenas un par de días todos viajarían a Sicilia para ver la final del Campeonato Europeo de Quidditch.

James y Sirius estaban como locos, y no dejaban de repasar los resultados de los campeonatos de los últimos doscientos años, el nombre de cada jugada, los integrantes de cada selección...
Por si fuera poco, no dejaban en paz a Lizzy, haciéndola entrenar más de cuatro horas diarias todos los días, y solo la hablaban de Quidditch, asegurándose de que conocía todo lo posible antes de hacer las pruebas.

Mientras esta organizaba su baúl, Isabelle la miraba con un cuaderno en la mano y una pluma en la otra.
—¿Has metido prismáticos?
—Los llevará mi padre.
—¿Cámara de fotos?
—Listo.
—¿Repelente para insectos y gnomos?
—De eso se encargaba mi madre.
—¿Pluma por si conseguimos algún autógrafo?
—Listo.

Isabelle asintió y estiró la espalda.
Había llegado hacía apenas media hora, y en un rato volverían Remus y Peter, que hacía días que habían vuelto a su casa.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Isabelle con cierta maldad.
—¿Por qué iba a estarlo? —siguió la morena haciéndose la tonta.
—Por volver a ver a tu novio... —la picó divertida.
—No es mi novio...
—Todavía —se puso de pie y se dio una vuelta por la habitación—. ¿Y en serio me estás diciendo que James no se enteró de que estuvo colándose tres noches en tu habitación?

Elizabeth se ruborizó un poco y sonrió.
—Baja la voz. Y no, claro que no se enteró. Sirius no le dijo nada.
—Es verdad... ¿estás completamente segura de que os vio?
—Sí, no es tonto, pero a mí no me ha dicho nada.
—¿Y a Remus?

La morena se rio un poco.
—Sirius se pasó los tres días vigilándole, pero cada vez que parecía querer hablar con él a solas Remus se pegaba a James, así que todavía no le ha dicho nada.

Isabelle negó divertida.
—Me encantaría ver la cara de James si se lo dices...
—¡No! Lo que faltaba, acuérdate de lo pesado que se puso con Stefan...
—Venga ya, se portó bastante bien, reconócelo —soltó la rubia enarcando una ceja—. No es un hermano celoso...
—Bueno, pero quiso chantajearme con eso.

En ese momento la chimenea vibró y James y Sirius salieron de sus dormitorios para bajar corriendo al salón a recibir a sus amigos.

Aquellos días la casa estuvo llena de vida con tanta gente corriendo de un lado a otro, baúles, listas y gritos.

Estuvieron tan ocupados que Elizabeth no pudo quedarse a solas con Remus, aunque sí que intercambiaron miradas fugaces en las comidas y cada vez que se cruzaban que divertían mucho a Isabelle y que hacían que Sirius pusiera cara de circunstancias.

El último día antes de partir, mientras desayunaban, una bandada de lechuzas alertó a todo el mundo.
Dorea se apresuró a abrir la ventana, y 6 aves distintas crearon el caos en la cocina mientras posaban 6 sobres encima de la mesa.

Cuando la anciana mujer consiguió poner un poco de orden, cogió una de ellas y la leyó.
—¡Las cartas de Hogwarts! Casi se me había olvidado con todo este lío del Campeonato... vaya, este año las han traído un poco tarde. Tendremos que ir a comprar las cosas al volver. ¿Están las 6?

Los jóvenes Gryffindor asintieron, buscando todos la suya.
Elizabeth se fijó en que Sirius parecía un poco incómodo, y miraba el sobre dubitativo.

Le vio abrirlo y leer la lista del material escolar sin ninguna emoción, mirando a James cada pocos segundos.
Su hermano, sin embargo, no se había dado cuenta.
—¡Pero mira cuántos libros! ¿¡Dos solo para Pociones!? Ni hablar, no pienso coger esa asignatura —se quejó el chico.
—¿No querías ser auror? —preguntó la morena escéptica mientras abría su propio sobre con tranquilidad.
—Hay prioridades, Lizzy. Tengo unos principios morales muy sólidos.
—¿Principios que te impiden leer dos libros de pociones? —se burló ella.
—Que me impiden parecerme a Quejicus o a ti.

Elizabeth Potter | La hermana pequeña de James PotterWhere stories live. Discover now