Secretos

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Sirius estuvo alicaído hasta el día que volvieron al castillo. El viaje en tren lo pasó escondido bajo la Capa.
Elizabeth se había fijado en que Regulus había estado mirando por toda la plataforma de reojo y que se había recorrido el tren unas cuantas veces buscándole seguramente.

A Elizabeth le daba mucha pena la situación y la compartió con Isabelle durante el trayecto, que parecía tan triste como ella al oírlo.
Ambas estaban muy unidas a sus propios hermanos, por lo que lo estaban sufriendo desde una perspectiva bastante cercana.

La rubia suspiró y se dejó caer sobre el hombro de su amiga.
—Quieres intervenir, ¿no?

Elizabeth tragó saliva. Le había asustado lo bien que había adivinado sus intenciones Isabelle sin apenas haberlo mencionado.
—¿Cómo lo sabes?
La otra se encogió de hombros mientras miraba por la ventana.
—Se te ve en la cara, Lizzy. Te conozco, ya lo sabes.
—¿Y crees que hago bien?

Isabelle suspiró.
—Tú quieres ayudar, así que supongo que sí. Los temas de familia son delicados pero tienes buenas intenciones. Te ayudaré.

Elizabeth sonrió imperceptiblemente y apoyó su cabeza sobre la de su amiga. Se quedaron así, pegadas y en silencio, un buen rato, pensando cada una en sus cosas pero en las mismas, entendiéndose sin hablar.

Al cabo de un rato alguien llamó a la puerta. Evans.
La abrió con timidez y asomó la cabeza.
—Buenos días, chicas. Feliz año, Isabelle.
—¡Igualmente! —exclamó la rubia.

Lily sonrió encantadoramente y sacó un par de sobres violetas del bolsillo de su túnica.
Se los ofreció a la morena.
—Toma, he hecho copia de todas las fotos en las que aparecéis. ¿Podrías dárselas tú a Regulus? No coincido casi nunca con él —la pidió.
—Muchas gracias, se lo daré, pero... ¿por qué no se las da Snape? —preguntó enarcando una ceja.
El rostro de la pelirroja se ensombreció un poco y su mirada perdió luz.
—Es que... tuvimos una pelea al volver a casa. Ahora está en el colegio, no hemos vuelto a hablar desde entonces —explicó a media voz.

La morena asintió con algo de pena.
—Lo siento.
—¿Quieres quedarte con nosotras? —preguntó entonces Isabelle con su habitual amabilidad y adelantándose a la morena.

Lily parecía más animada.
—¿De verdad? Bueno, vale. Por supuesto. Gracias —respondió a toda prisa con una sonrisa—. Iré a por mi baúl.

La pelirroja se fue corriendo, alegre, y Elizabeth sonrió de lado.
—Yo quiero ir luego a saludar a Stefan, todavía no le he visto.
—Si quieres ve ahora, ya me quedo yo esperando a Lily.
—¿No te importa quedarte sola? —se aseguró la morena.
Isabelle negó con una sonrisa.
—Tranquila, Lily no tardará nada.

La morena lanzó un beso a su amiga y salió del compartimento dispuesta a encontrar a su amigo.
Sin embargo, mientras miraba a través del cristal se tropezó con alguien sin querer.
—¡Lo siento! —se disculpó apresuradamente.
Al ver quién era su tono de piel pasó a rojo escarlata.
—Perdóname, Remus.

El chico sonrió y le quitó importancia.
—Tranquila, es culpa mía, no te había visto. ¿Qué tal las Navidades?
Elizabeth se puso muy nerviosa.
—Pues... muy bien. Sí. Bien. Genial. Bueno, no mucho porque estaba Sirius y eso. Pero podría ser peor. Porque ha estado bien, ¿sabes? O sea podría haber sido peor, yo lo esperaba peor, pero no ha sido tan malo. Bueno, eso es relativo y depende del momento.

El chico la miró algo extrañado y perdido en esa explicación, pero finalmente rio, mostrando una perfecta sonrisa contagiosa.
—Bueno, me alegro de que hayas podido disfrutar igualmente de las vacaciones. ¿Se han portado bien contigo?
—Oh, bueno, sí. No se han portado mal.

Elizabeth Potter | La hermana pequeña de James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora