El resurgir

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A la hora de la comida Elizabeth pudo ver finalmente a Isabelle.
La morena estaba hecha un manojo de nervios, como aquella escenita y el castigo no hubiesen servido para nada...

La rubia se acercó ella con el rostro imperturbable, serio, lo que la asustó.
Elizabeth la hizo sitio en un santiamén y la miró, expectante.
—¿Y bien? —soltó de golpe.

La rubia hizo un mohín triste y se sentó a su lado. La miró con tristeza.
—Lo siento...

Elizabeth fingió ponerse a llorar y escondió la cabeza entre las manos. Resopló hastiada. Tanto estrés para nada.
—Elizabeth, de verdad... yo lo siento mucho. Perdóname.
—Da igual, ni siquiera sabemos si está en el dormitorio.

Isabelle suspiró.
—Lo sé, pero me siento culpable. Lo siento... —entonces su expresión cambió de golpe— siento que no hayas podido ver los calzoncillos de los Slytherin.

Elizabeth se incorporó de golpe.
Por debajo de la mesa, la rubia le pasó un objeto metálico. Sonreía con picardía, mirándola con tono burlón.
La morena miró el objeto que ahora descansaba sobre la palma de su mano y casi pegó un bote de felicidad cuando vio el pendiente. ¡Su pendiente!

Después miró a Isabelle.
—¿¡Cómo puedes ser tan cabrona!? ¡Casi me da un infarto! —protestó sin poder quitar la sonrisa y empujándola.

Su amiga estalló en carcajadas.
—Lo siento, de verdad, pero tenía que hacerlo. Deberías haberte visto la cara... —casi lloraba de la risa.
Elizabeth puso los ojos en blanco.
—Eres mala... en fin. ¿Has tenido algún problema?
—No, todo bien. Cuando estaba a punto de bajar llegaron una niñas de primero a por no se qué pero no me vieron, claro. En los dormitorios ponía el nombre de los alumnos, así que no me costó encontrarlo. Jo, Lizzy, deberías haber estado allí. Su Sala Común es... no sé describirla. Es una pasada, es muy distinta. He visto al calamar gigante. Deberíamos ir algún día —suspiró con ademán soñador—. Probé con un Accio, pero no funcionó, así que me aburrí y lo hice a mano. Cogí nota de cómo tenía la ropa colocada en el baúl... que, por cierto, es súper ordenado, y tiene un montón de cartas de la madre, y manuales de Pociones del curso de EXTASIS... y busqué. Lo tenía en un saquito con dinero y cosas de valor. Saqué el tuyo, di el cambiazo y lo dejé exactamente como estaba —pronunció, orgullosa de sí misma.

Elizabeth sonrió enseñando todos los dientes y la abrazó con fuerza.
—¡Te adoro! ¡Gracias! ¡Gracias! Nadie me había hecho un favor como este nunca...

Isabelle enrojeció un poco.
—Para eso están las amigas, Lizzy —la morena siguió sonriendo y la estampó un enorme beso en la mejilla.
—Te adoro, te amo, te... ¡no sé! ¡Gracias!

La rubia puso los ojos en blanco ante el dramatismo de su amiga y la miró sonriente.
—¿Y tú? ¿Te las has apañado?

Elizabeth hizo una mueca al recordarlo.
—Pf, no lo menciones. Arrastré a Stefan conmigo. Les tiramos bengalas Filibuster, acabé llamando al padre de Lucrezia Parkinson lo que viene a ser traficante o mafioso y Flitwick nos pilló. Improvisamos muy bien, en mi opinión, pero estamos castigados —luego se quedó pensando—. Cosa que veo completamente razonable, la verdad, yo lo hubiera hecho —aseguró, comiendo con ganas.

Su amiga sonrió poniendo los ojos en blanco.
—Eres la viva imagen de tu hermano, lo siento.
—Yo no soy una traidora asquerosa —decretó.
—¿Pero por qué estás enfadada con él?
—Ya te lo dije, me atacó por la espalda.

Elizabeth no le había podido contar toda la historia ya que le había prometido a su hermano no contar nada y, pese a estar enfadada, ella no pensaba decir nada.
—Ya, ¿pero por qué? James no es el típico que va a atacando a la gente por la espalda...

Elizabeth Potter | La hermana pequeña de James PotterWhere stories live. Discover now