Elizabeth Potter | La hermana pequeña de James Potter

Aceptación

La casa de Isabelle era mucho más grande de lo que esperaba. Se trataba de un palacete clásico de color azul celeste y blanco por fuera, con un par de torreones y un enorme jardín que se perdía en las colinas de Yorkshire.
Por dentro tenía varias plantas con muchas habitaciones llenas de tapices y cuadros de los antepasados de Isabelle, sobre todo por la rama rusa de su familia.
El suelo y las paredes eran de mármol, y daba la impresión de vivir en un auténtico palacio por la cantidad de oro y objetos lujosos que se veían por todas partes, casi como expuestos.

Annabeth y Dimitri, que tenían casi la mitad de la edad que sus padres, la recibieron muy contentos y se aseguraron de que tuviera de todo, alegando que los Potter habían tratado así de bien a Isabelle.

La madre de esta era una mujer con un carácter muy dulce, muy serena y tranquila. Aunque tenía aproximadamente cuarenta años (algo menos) conservaba un cutis perfecto, una mirada brillante y una sonrisa perenne y cálida. Era de piel algo más bronceada que sus hijas, de figura muy esbelta y una espesa cabellera de pelo castaño ondulado.

Por el contrario, Dimitri era un hombre algo más seco y de aspecto más severo, estricto, implacable. Por lo que sabía, no era extremadamente cariñoso con sus hijas, más bien lo justo, aunque las quería mucho, claro. Era un hombre de negocios muy ocupado, con el pelo rubio platino muy peinado y esos impresionantes ojos violetas que compartía con su hija mayor. Vestía siempre muy formal y tenía el gesto imperturbable, por lo que a Lizzy le ponía algo nerviosa.

Por último estaba Katerina, que era como su hermana mayor pero con el pelo castaño y los ojos azules verdosos. Sin embargo, sus personalidades eran bastante distintas. Isabelle era muy sosegada, cauta, tranquila, observadora, introvertida; pero Katerina era más pícara, más extrovertida, algo más revoltosa y muy chistosa. En realidad, se parecía mucho en eso a Elizabeth.

Después de una visita rápida por la casa, Isabelle la llevó finalmente a su dormitorio, que chocaba con todo lo demás.
En vez de paredes de mármol, tenía un papel azul como el hielo, y la mayor parte del suelo estaba cubierto por alfombras de ese color.
Había también dos ventanales que dejaban ver el paisaje. Bajo uno de ellos estaba la enorme cama de Isabelle, con sábanas de seda blancas y cabecero de madera pintado de azul celeste muy claro, su color favorito.
Bajo el otro ventanal había un escritorio blanco con una silla tapizada en ese color.
Bueno, todo alli era de ese color. Blanco y azul hielo, mirases por dónde mirases, salvo algún tono lila o verdoso.
La diferencia estaba en los objetos, en los muebles. No había cosas ostentosas, ni excesiva decoración. Era un ambiente más personal, más de su estilo. Recortes, fotos, recuerdos, libros, ...
No se veían esas piezas de oro expuestas por su cuarto, ni enormes retratos de sus bisabuelos por todos lados.

Había una instantánea de las dos colgada en la pared. Se la habían hecho una tarde en el castillo el otoño del año anterior. Salían riendo mientras señalaban a la cámara, detrás de la cual estaba Phoebe. Todo estaba lleno de hojas pardas y rojas y el castillo tenía un brillo rojizo muy bonito. Apenas se acordaba de eso.
—Me gusta esta foto —decretó con una sonrisa.
—Debería hacerte una copia —contestó su amiga.

En ese instante una lucecita se encendió en la cabeza de la morena.
—¡Isa! ¡El violín! ¿Te lo regalaron al final?
—¡Ay, es verdad!

La rubia corrió hacia un armario y sacó la funda negra del instrumento. Después, con extrema delicadeza, sacó un precioso ejemplar de madera barnizada.
—¡Qué bonito! —exclamó ella—. Toca algo.
—Bueno... —con timidez, la rubia sacó el arco y se preparó—. Tengo que ponerlo todo a punto... no sé qué te puede gustar... —añadió para sí misma.
—Lo que sea.

Isabelle afinó bien las cuatro cuerdas del instrumento mientras le iba explicando.
—De izquierda a derecha van de grave a agudas. Se llaman sol, re, la y mi —pellizco cada una con un dedo para que su amiga pudiese ver la diferencia.