6. Propuestas

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Haber hecho contacto con Dante fue la mejor decisión que he tomado porque ahora gracias a él, sé perfectamente dónde encontrarlos.

Por eso ahora, luego de ir a casa y vestirme más decente, me encontraba frente a un edificio pintado de negro, con un letrero luminoso sobre la entrada principal. A través de una de las vitrinas puede ver un set completo de batería. Dante dijo que era una tienda de música y que ellos estarían atrás.

Al entrar, la puerta hace un sonido similar al de una campanita. Y dentro me encuentro con filas de estanterías repletas de cds, al frente, cerca del mostrador, hay algunos vinilos y las paredes tienen una que otra guitarra o bajo, no los sé distinguir.

En la tienda se escucha alguna canción fuerte de rock, no sé el nombre de la canción, pero la letra se me hace familiar.

Saco mi teléfono para escribirle a Dante que ya estoy aquí cuando una cabeza llena de rulos se alza lentamente detrás del mostrador. Y es él.

—¿Qué haces ahí?

—Trabajando —dice vagamente.

Hay algo en su tono de voz que me hace fruncir el ceño y cruzarme de brazos.

—Bien —se levanta por completo—. Te estaba esperando.

—¿Ah sí?

Rasca detrás de su cabeza como si estuviera avergonzado de decir eso. Dante me recuerda a esos perros rubios y juguetones, los Golden Retriever.

—También trabajo aquí, pero ahora está cerrado.

Apunta hacia la puerta y recién ahí noto el cartel de abierto/cerrado. Dante sale detrás del mostrador y gira el letrero para que diga cerrado al otro lado, y cierra con pestillo la puerta.

Ignoré completamente ese detalle, yo solo entre.

—Los demás chicos están en la parte trasera. Dijiste que era importante.

Sigo a Dante por la tienda hasta una puerta escondida, él la abre y me deja pasar primero.

—Tengo una propuesta.

Unos sillones de cuero están colocados estratégicamente en una esquina, las paredes están repletas de pósteres de distintas bandas, algunas conocidas y otras no tanto.

Inmediatamente tres pares de ojos se posaron en mí, y no reconozco al lisiado de Even en ninguna de ellas.

—¿Quién es ella? —una chica de cabello negro, creo que la tecladista, se queja desde el sillón. Su pierna está tirada sobre el reposabrazos.

—Ella es Syeda, pero todos le decimos Syd —escucho a Dante decir.

—Eres el único que me llama así, estúpido.

Esa misma chica es la que se queja, cabello negro, labios pintados oscuros, ojos tan delineados que se asemejan a los de  un gato acechando. Su vestimenta no es muy distinta a su estilo, pantalones rasgados con medias de pescador, una polera de Mötley Crue que le llega por encima del ombligo, y una actitud de asesina.

—Hola. Creo que no es necesario aclarar que si alguna vez me llamas Syd te golpearé.

Eso último lo dice lo suficientemente alto para que todos sus amigos puedan escucharle.

Que amigable.

—Ya no la espantes.

Solté una risa cuando veo a otra chica golpearle el brazo, no sé si fue porque toda la fachada de chica mala se cayó cuando se quejó del dolor o simplemente porque sí. Pero mi risa no es muy bienvenida, porque la chica, Syeda me da una mirada venenosa.

Si estuviéramos enamoradosTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang