ersmc_ EN ESTA OSCURIDAD, TU VOZ ES MI FARO

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— Di algo...

En esa oscuridad, incluso su propia voz suena extraña.

Es una oscuridad incómoda, desestabilizante, incompleta. Una oscuridad forzada. Tras ella puede sentir – pero no ver – la luces halógenas sobre su cabeza, el ir y venir de siluetas ajetreadas. Como si lo único que lo separara de la realidad fuera una falsa capa de sombras, fosfenos, y destellos inasibles disipándose en un fondo que no es del todo negro. Formas geométricas, tinieblas que crepitan en puntos grises como la estática de un televisor mal apagado.

Y ruido, mucho ruido. Ruido blanco, ruido blando. El de las sábanas almidonadas hundiéndose bajo su peso.

Ruido, tanto. Todos los sonidos salvo el que querría estar oyendo.

Hasta que lo oye, y vuelve a saber cómo se respira.

— Vamos — contesta Mic con la voz exhausta de quien lleva demasiadas horas entre máquinas expendedoras y sillas de hospital —, voy a llevarte a casa.

Lo siguiente que hace temblar las sombras es la mano de Yamada Hizashi – con todo el esplendor de su tacto imperfecto, pequeños cortes de papel a pesar de que no las usa en combate y no tiene callos – posándose justo debajo de su codo, ayudando a levantarlo de una camilla que huele a antiséptico, a hospitales de madrugada, y héroes en mal estado.

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Es sorprendente la cantidad de cosas que se pierden con la vista. Y lo dice Aizawa, que suele vivir dormido y con los ojos cerrados.

Es asfixiante, casi aterrador, aunque no lo exprese y se esfuerce en mantener una expresión que supone indiferente. Sólo puede imaginársela, de todos modos. De pronto lo invade el terror repentino de no volver a ver su propio rostro, de tener que imaginárselo el resto de su vida hasta olvidarlo, y tiene que concentrarse en el ruido de los neumáticos para poder ignorarlo.

¿Cuántas veces ha estado en este coche, en este mismo asiento de copiloto? ¿Cien, mil, una infinidad? Y sin embargo ahora todo se le hace tan raro. Como si el sillón, que ya debe de haberse amoldado a su forma, ahora fuera nuevo, como si todo fuera extranjero. El coche era amarillo, ¿no? De pronto ya no está tan seguro, y no puede abrir los ojos para comprobarlo porque ya están malditamente abiertos, y no ve nada. Sumergido en una oscuridad desacostumbrada.

¿Cuántas veces lo ha llevado Mic a casa? Probablemente muchas, demasiadas, desde que empezaron con esa inútil costumbre de pasar los viernes por la tarde juntos y, tal vez, dormir en el sofá del otro. Corregir exámenes, hablar de alumnos, discutir sobre héroes, cualquier excusa que se le ocurra para prolongar la compañía del rubio quien, inexplicablemente, siempre se muestra motivado.

A estas alturas ya debería conocer cada giro de la carretera, cada bache y cada hoyo en el camino, pero resulta que no es así. Tal vez antes estuviera demasiado absorto en los desvaríos del rubio, demasiado obnubilado por el estruendo de las canciones que "Eraser, son lo único que nos salva del aburrimiento del tráfico urbano". El caso es que ahora podrían estar conduciendo por el campo, y no sabría distinguirlo del trayecto rutinario. No sabe dónde están y de poco sirve intentar adivinarlo porque, de todos modos, no podría verlo para comprobarlo. La única solución es, probablemente, confiar en Mic. Como siempre.

Mierda, ni siquiera sabe qué hora es...

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Dentro de casa, las cosas no van mucho mejor. Ha cruzado la puerta y lo primero que ha hecho ha sido golpearse contra el escalón de la entrada. Lo cual es estúpido, porque es su puerta y es su escalón y es su entrada. Siempre insiste en que Yamada no deje tiradas sus botas escandalosamente altas. Ponlas junto al escalón, bien alineadas. Pero no, hoy Aizawa se ha quitado los zapatos y ha seguido andando como un idiota, y habría caído de bruces de no ser por el par de brazos cubiertos por una cazadora de cuero que lo han sujetado.

Lo que sea | bnha one-shotsWhere stories live. Discover now