Capítulo 5

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AVISO: Va a haber unas pocas interacciones en francés, pero estarán traducidas :) . Aparte, ya se empieza a hablar inglés jejeje.


Me miro en el espejo. Llevo puesto un vestido azul oscuro que me llega hasta un poco más arriba de las rodillas, con el escote cruzado y de manga larga. Llevo adornándome el cuello el colgante que me regaló mi madre cuando era pequeña, plateado y con una piedra preciosa como decoración, el que siempre llevo puesto. El brazalete con la bandera de Hispania, obligatorio para los encuentros con personas extranjeras, lo llevo puesta en el brazo derecho. Unos tacones, de un azul un poco más claro pero siguiendo la tonalidad del vestido, me hacen ver unos centímetros más alta, pese a que el tacón sea relativamente bajo.

El pelo me lo he ondulado como he podido después de la ducha, porque no puedo hacerme ningún peinado dado a lo corto que lo tengo, prácticamente a la misma altura de mi mandíbula. Como es una reunión tan sumamente importante, me he maquillado. Un poco de polvos para ocultar las ojeras de no haber dormido a causa de la tensión, algo de pintura marrón en los párpados y una fina línea en los mismos. Cojo unos pendientes de coral que me regaló Aitana cuando fui elegida como Primera Ministra y me observo durante unos segundos más.

Estoy arreglada, aunque siempre que voy a trabajar tengo que estarlo. Salgo de mi habitación y recorro los pasillos hasta bajar las escaleras. Prosigo andando hasta llegar a la entrada de mi casa, abro un armario y saco de él una gabardina marrón. Con el cinturón me la ciño.

— ¡Hala, qué guapa estás! —Me doy la vuelta y me encuentro con Zineb, quien va vestida con el uniforme para ocasiones especiales del ejército. Seguramente después de nuestro primer encuentro, Amanda les llevará a conocer a las Fuerzas Armadas de Hispania—. ¡Jorge, ven!

Suspiro molesta. Jorge, el hombre que me ayuda a mantener esta casa ordenada y presentable, aparece, saliendo del salón. Él es bajito, al menos a mi parecer, siendo yo más alta que él con tacones. Jorge tiene la cara exageradamente ovalada, unos ojos marrones grandes siendo el foco de atención de su rostro, y es de constitución escuálida.

— Señorita Wagner, se ve usted muy bien —Me dice y le sonrío.

— Jorge, por Dios, no me llames así —Le pido, hace casi cinco años que trabaja aquí y me sigue sorprendiendo que me trate de usted, teniendo en cuenta la de conversaciones que hemos compartido—. Gracias de todos modos por los cumplidos, chicos. Pero tengo que marcharme.

Ellos se despiden de mí y abandono mi casa. Ando deprisa por los caminos de piedra de mi finca, ya que la puerta está a unos veinte minutos andando. Sin embargo, voy con tiempo. Si odio algo, eso es la impuntualidad. Me apresuro hasta que veo la verja que rodea mis terrenos, con un puesto a la entrada donde hay vigilancia constante. Jonathan me insistió desde el primer momento en el que entré en la política de que consiguiera a gente para protegerme ya que, según él, siempre hay locos dispuestos a matar a aquel con el que no comparten ideología.

— ¡Buenos días, chicos! —Saludo a Marcos y a Adrián, los dos encargados de vigilar la entrada principal de mi finca.

— ¡Buenos días, Miriam! —Me devuelven el gesto.

Hay un coche esperándome y me pregunto a quién me habrán enviado esta vez para llevarme a la Sede Oficial del Gobierno. Se abre la puerta del vehículo y veo a Ferdinand, el marido de Amanda. Él era un chico tan alto como guapo, con los ojos color café y la mejor estructura facial que jamás he visto en un hombre. Ferdinand Leroux es el hijo del que fue el capitán franco a cargo del asedio de Gapatar. Amanda le conquistó y él se olvidó por completo de nacionalidades y de guerras. Decidió quedarse en Hispania a vivir con ella, aún sabiendo que le podían ejecutar por ser franco pese a haberse firmado el Pacto de Paz Hispano-Franco. Si su matrimonio con Amanda no logró convencer a los jueces de que no tenía intenciones de espiarnos, el hecho de que su padre y su patria le repudiaran y prohibieran el regreso al Reino de los Francos públicamente terminó por hacerles ver que este hombre lo había dejado todo por amor.

Hispania (Erwin Smith FanFiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora