Capítulo 7

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He tenido que dar un par de comparecencias ante los medios de comunicación, los cuales no paraban de preguntar por los recién llegados. Evidentemente, he omitido información. Mañana tendríamos otra reunión para acordar cómo nos organizaríamos, tanto Paradis como Hispania. Me encuentro bastante más tranquila después de haber hablado con los eldianos, sin embargo, estoy un tanto inquieta por lo que ha comentado Darius Zackly respecto a que desconocen el paradero del portador del Titán Fundador. ¿Cómo coño van a perder a su arma más importante? ¿Qué significa no saber dónde está?

Cierro la puerta de mi casa, dejo las llaves a un lado y cuelgo la gabardina. Me quito los zapatos y los guardo en un mueble de la entrada. Hoy vienen Gala y Aitana a cenar, pero no me encuentro con fuerzas de cocinar, estoy por llamar por teléfono y anularlo. Sin embargo, sé que Gala se pillará un cabreo, al igual que Zineb. Un olor a comida me llega y frunzo el ceño confusa. Cruzo el salón para dirigirme a la cocina y me encuentro a Zineb cocinando mientras canturrea.

— ¿Qué haces? —Pregunto y la chica pega un chillido.

— ¡Me has asustado, zorra! —Grita, llevándose la mano al corazón antes de echarse a reír. Pongo los ojos en blanco—. Estoy preparando la cena, ¿no lo ves o qué?

— Ya, pero por qué. 

— Sabía que vendrías cansada.

Observo a la chica, quien vuelve a focalizar su atención en el pescado que está cocinando. Pocas veces ha tocado Zineb una sartén, por lo que me sorprende ver su gesto, el cual agradezco inmensamente. Le ofrezco mi ayuda y la muchacha me insiste que me siente en el sofá y descanse un poco. Obedezco sin protestar, estoy agotada. Un rato después pongo la mesa y Zineb y yo lo terminamos de preparar todo. Finalmente tomamos asiento a la espera de que lleguen Aitana y Gala.

— ¿Qué te han parecido los eldianos? —Le pregunto curiosa a la chica, me importa su opinión.

Los ojos de Zineb se iluminan de la emoción y una enorme sonrisa se plasma en su rostro.

— ¡Son increíbles! ¡Y hay gente de mi edad! —La joven se pone de rodillas sobre su asiento, visiblemente entusiasmada—. Llevan unos uniformes increíbles y son guapísimos todos.

— Ya estamos...

— ¡Es verdad! Había uno altísimo y muy guapo, creo que su nombre era Jean o algo así, tampoco les he entendido mucho.

No recuerdo a ningún Jean si soy sincera, aunque hay que tener en cuenta que yo únicamente he tenido trato con los altos cargos. Zineb no para de hablar de las cosas que han hecho hoy y de cómo ha tenido que mostrar sus habilidades en frente de los otros. 

— ¡Además, el Capitán General Redondo les ha hablado de ti! —Suelta la chica y abro los ojos de par en par—. Ya sabes, en el cuartel de la Élite están colgadas las fotos de todos sus miembros y tú sales. El Aleta ese ha preguntado que qué hacía la Primera Ministra ahí.

— Arlert, Zineb. Armin Arlert.

— Bueno, eso da igual —La morena estaba extasiada, como si no hubiera visto a una persona extranjera en su vida—. La verdad es que estaban sorprendidos de saber que fuiste la mejor de tu promoción y Álvaro les ha contado que el Capitán General Redondo te suplicó llorando que no te fueras del ejército, lo cual no le ha hecho mucha gracia.

— ¿Les habéis contado toda mi vida o cómo va esto? —El enfado crece dentro de mí, no es bueno que nadie sepa demasiado de tu contexto, sobre todo teniendo en cuenta que les acabamos de conocer.

Si algo me ha enseñado la vida es que has de mantener a tus enemigos cerca, pero aún más a tus aliados. Hoy en día la lealtad es un privilegio, algo más inusual que una montaña de oro en mitad de un barrio pobre. Ojalá poder confiar en la gente, pero en un mundo donde prevalece el interés propio sobre el bienestar ajeno no es posible hacerlo. 

Antes de que pudiera quejarme y decirle a Zineb que no se les vuelva a escapar nada sobre mi persona, llaman a la puerta. La chica sale disparada a abrirles y suspiro pesadamente. 


* * *


Gala y Zineb se han quedado dormidas en el sofá después de haberse puesto a hablar de la gente de Paradis y el Jean ese que ha parecido cautivar a la morena. Aitana y yo estamos bebiendo en el porche mientras nos ponemos al día, como siempre hacemos. No le ha gustado nada la respuesta que me dio Darius Zackly respecto al paradero de Eren Jaeger. "¿Estás segura de que puedes fiarte de una nación que no puede mantener bajo control su arma más peligrosa?", me ha dicho. Y lo peor de todo es que tiene toda la razón.

Por una parte desconozco las verdaderas circunstancias, las cuales seguramente no sepa hasta que no se extreme la situación. Después de todo, deduzco que es su secreto de Estado. Sin embargo, por la otra, sé que si no le han traído es porque verdaderamente no tienen poder sobre él. No creo que fueran tan tontos de dejar a un lado el principal motivo de nuestro acuerdo si no fuera porque hay algo detrás que nosotros no sabemos. Pero si Eres Jaeger trabaja por cuenta propia es un gran problema. Uno muy gordo.

— A pesar de lo del Titán Fundador, ¿cómo has visto a los eldianos? ¿Receptivos o a la defensiva?

— La verdad es que estaban receptivos, incluso yo diría que preocupados cuando ha salido el tema del chico titán —Respondo, dándole un sorbo a mi bebida—. La verdad es que algunos de ellos son bastante curiosos, había un miembro que parecía estar fascinade por todo.

— ¿Y el Colosal? ¿Cómo ha sido conocerle?

Miro a Aitana. Si soy sincera siempre había concebido a los poseedores de titanes como monstruos. Como si el haber obtenido ese poder les hubiera modificado su corazón. Sin embargo, la imagen de Armin Arlert se me viene a la cabeza. Las apariencias engañan, pero él no es más que un chaval del que estoy segura que no quiso esa responsabilidad. 

— Me esperaba una persona tan temible como el ser en el que se convierte, pero no se trataba más que de un chaval de la misma edad de Zineb con ganas de irse a casa a dormir. 

— ¿Enserio?

— Sí, es como que cuesta pensar que él es el Titán Colosal —Contesto con sinceridad—. Es un chico tímido al que no parece gustarle el peso que lleva.

— No le culpo, ¿a quién le podría gustar? —Comenta Aitana, llevándose su copa de vino al pecho y mirando más allá del porche, pese a que apenas se vea nada debido a que es de noche—. No solo es saber que te quedan pocos años para vivir, sino encima verte obligado a convertirte en un arma de guerra —Aitana me mira—. Algo que jamás comprenderé es el odio que el mundo siente hacia ellos. Les critican y les desean la muerte, pero luego les utilizan como sus instrumentos de batalla. Si se hubiera de juzgar nación por nación por sus crímenes pasados, ya te digo yo que no habría un solo inocente.

— Por eso escogieron un enemigo común, Aitana —Añado, captando la atención de mi cuñada—. Para no tener que pagar por sus pecados.

El silencio se impone sobre el lugar. Mañana, después de la reunión con Paradis, debería pedirle a Eva, mi secretaria, que llame al resto de miembros del Gobierno para organizar una reunión. Tenemos que hablar del futuro de esta alianza.


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Se me está juntando el trabajo y los exámenes y cada vez me es más difícil actualizar, así que os pido perdón.

Nuevamente, intentaré llegar a los diez capítulos cuanto antes para que se pueda poner ya en marcha todo. Poco a poco nuestros eldianos irán teniendo más relevancia (duh!), os pido paciencia jejeje.

Un beso,

Mire.


Hispania (Erwin Smith FanFiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora