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Cielo.

ahora.

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Los pasillos blancos del cielo estaban en completo silencio como era usual, unos cuantos ángeles caminaban de un lado al otro vigilando que ninguna alma se saliera de su cielo personal. Todo parecía estar funcionando con la normalidad de siempre, tanto que era aburrido.

Pronto los pasillos blancos se llenaron de un sonido ensordecedor, luces rojas tiñen las blancas paredes avisando que un peligro estaba cerca. Los ángeles se asustan por el repentino sonido de la estridente alarma, algunos intentan moverse para encontrar la razón de aquella horrible alarma pero antes de dar siquiera un paso todo se vuelve borroso. Con las manos en sus cabezas, gracias al fuerte dolor que les causa el sonido insistente, varios ángeles caen al suelo sin poder impedirlo.

Incluso los ángeles que están en la tierra pueden escucharlo, sienten lo mucho que aquella alarma les afecta y no pueden hacer más que esperar a que esto pase. Cuando por fin la alarma cesa y todo vuelve a la calma en la que estaba anteriormente nadie quiere decir algo, todos están alterados por lo que acababa de suceder, ¿Qué fue eso?

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Tierra,

una semana después.

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Con pasos calmados una rubia se abre paso entre las personas apuradas que intentan llegar a sus destinos cuanto antes. Patéticos, era lo único que podía pensar al observarlos. En su mano tenía un vaso de café, lo único bueno en aquel mundo que tanto odiaba, eso pensaba desde que regresó hace una semana.

Un suspiro cansado se escapó de sus labios al recordar los dos días que estuvo encerrada antes de escapar por fin de aquel lugar infernal, si se ponía a pensar aquel lugar era peor que el infierno.

Los lentes oscuros que cubrían sus ojos ocultaban muy bien su mirada de fastidio, ver a los humanos le resultaba repulsivo, sobre todo después de haber sido traicionada por culpa de ellos. Apretó los labios en una fina línea mientras doblaba una esquina buscando salir de la abarrotada acera pero, alguien la estaba siguiendo, podía sentir la energía demoníaca salir de la persona que la seguía, otro aficionado listo a matar un ángel.

Tras girar en la esquina desplegó sus alas dejando que la llevaran a lo más alto del edificio que cubría la vista de las personas, desde allí pudo ver como el demonio se detenía en medio del callejón buscando con la mirada la presencia angelical que había sentido. La rubia se cruzó de brazos mirando como el hombre seguía caminando por el callejón, aun podía sentir la presencia de un ángel pero no sabía de dónde provenía.

Cansada de mirar la existencia de aquel demonio decidió bajar, desplegando sus enormes alas nuevamente descendió llamando la atención de su pequeño seguidor.

—Supongo que te crees muy valiente—lentamente retiró los lentes oscuros que tenía puestos.—Siguiendo a un ángel como si nada, estúpido.

—No le tengo miedo a unos imbéciles con alas.

—Oh, pero sabes que no soy cualquier imbécil con alas—apunto lo obvio.

—Aun sigues siendo uno de ellos, preciosa—una sonrisa arrogante se formó en el demonio al sacar una espada de ángel de su chaqueta.

—Una lastima que eso no funcione con arcángeles.

Una sonrisa cínica se extendió en su rostro antes de elevar una ceja, en segundos el demonio estaba en el suelo, sin vida. La rubia miró la espada y después de pensarlo bien decidió tomarla, por si se encontraba con más demonios molestos.

—Definitivamente la segunda creación más molesta.

Le dio una última mirada al cuerpo sin vida y extendió sus alas desapareciendo del lugar en menos de un segundo.

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Cielo,

ahora.

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El cielo era un caos, los ángeles corrían de un lado a otro tratando de hacer su trabajo lo más rápido posible. Llevaban una semana intentando descubrir qué había sucedido en la tierra para activar una alarma de aquel tamaño, pero hasta ahora no habían encontrado nada, todo parecía estar transcurriendo con normalidad en la tierra, tanto que daba miedo. Incluso habían revisado el infierno y habían estado vigilando al hijo de lucifer cuando, en un principio, se les ocurrió que tal vez el nefilim había tenido algo que ver con lo que sucedió.

Pero no había nada que culpara al nefilim de lo ocurrido.

Dejando al nefilim en segundo plano, por el momento, se concentraron en buscar los lugares que habían tenido alto índice de actividad angelical, sólo encontraron tres. El bosque encantado fue una calle sin salida, había estado inactivo por más de mil años y no daba señales de querer despertar. El cementerio de sabuesos del infierno fue otra calle sin salida, nadie podía acercarse a ese lugar sin ser atacado por los sabuesos que cuidaban el lugar, sin olvidar el fuego que consumía a aquellos que lograban burlar a los guardianes. Su última opción y la única que demostró no ser una calle sin salida fue el templo de las gracias, pero nadie podía dar con su locación exacta, solo encontraban ubicaciones aproximadas y eso los frustraba.

Aunque el templo fuese un lugar para los ángeles, estos no sabían su ubicación, y por más que buscaran no lograban dar con ella. Después de estar tres días intentando encontrar el lugar decidieron enviar un grupo de ángeles en su búsqueda a las tres posibles ubicaciones. Fueron dos días más en silencio absoluto, dos días en los que monitorean que nada estuviera fuera de su lugar en la tierra para evitar otro inconveniente.

Mientras los ángeles en el cielo esperaban, el tercer grupo de ángeles por fin pareció dar con el lugar que estaban buscando. Una enorme cueva en medio de la montaña más alta del bosque encantado los invitaba a pasar, habían tardado dos días enteros en rodear el bosque, días en los que fueron seguidos por sabuesos del infierno cuando por error pasaron el límite del cementerio. La entrada parecía haber sido creada por una explosión, dentro de la cueva se extendían cientos de estantes llenos de gracias, escrituras del cielo y objetos sagrados. En medio de la habitación había lo que parecía ser un altar de piedra, una sábana blanca colgada de un costado como si alguien la hubiese movido al levantarse.

—Parece que alguien estuvo aquí—el único hombre en el grupo habló tomando la sabana entre sus manos.

—Y tal parece que quien la encerró aquí no quería que saliera—la 'líder' del grupo señaló a las runas escritas a los costados del altar.

—Debemos informar al cielo de inmediato, sea quien sea la persona que salió de aquí debe ser peligrosa.

Todos estuvieron de acuerdo, si alguien estaba encerrado en aquel lugar era razonable que fuese peligroso. Después de todo el camino al lugar era sumamente peligroso, estaba ahí para evitar que alguien llegara a el.

the first archangel. ( supernatural )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora