C A P Í T U L O 2

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— C A P Í T U L O  2 —
El cazador vuelve al bosque

La lluvia que se había estado esperando durante toda la noche finalmente cayó en Berlín desde las 11 de la noche a las 3 de la mañana dejando un hipnotizante y agradable aroma a tierra mojada por todo el lugar.

Muchas personas no salieron mojadas debido a que a esa hora ya estaban dentro de sus casas, pero para los que los tomó por sorpresa casi no les molestó porque ya estaban acostumbrados a ser sorprendidos por la impredecible lluvia.

Mientras todos corrían de la lluvia, otros dormían y pocos se dejaban mojar por las gotas cayendo del cielo, Christa miraba con disgusto y frustración su viejo traje de combate negro para camuflarse en la oscuridad. Siempre trabajaba de noche cuando las presas descansaban o se encontraban más vulnerables que era cuando más fácil era sorprenderlos para atacarlos.

Tomó las armas y sopló sobre ellas tratando de quitar el polvo que se había acumulado sobre ellas para después guardarlas en su pantalón tanto armas blancas como armas de fuego. Después checaría si las armas blancas aún tenían el filo con el que las había guardado, pero al ver la hora se dio cuenta de que no había mucho tiempo para sacarles más filo si es que estos ya no tenían.

Había olvidado lo ligeras que eran las botas que acompañaban su uniforme, pero sinceramente era una sensación que no había extrañado sentir después de tanto tiempo. Igual con los guantes, no los recordaba tan suaves y ligeros a pesar de lo que tenían en los nudillos y no, no eran picos.

Antes de salir de casa se puso la gabardina negra que lograba ocultar todo lo ilegal que llevaba encima y cerró la puerta con llave confiando en que sí alguien se atrevía a entrar y robar el gobierno lo haría pagar y reemplazaría lo robado por cosas más caras o de mismo valor. Pero en casos como robo de objetos antiguos y heredados  entonces ella tendría que encargarse porque ahí si el gobierno no sabe hacer mucho. 

Eran ya las 4 y media de la mañana y la Luna podía verse brillante en el nocturno y oscuro cielo acompañada de las millones de estrellas al rededor de ella, iluminando con suavidad las mojadas calles y reflejándose en los pequeños charcos que la lluvia había dejado hora antes. 

¿Sería muy sospechoso pedir un taxi para que la llevara a la máxima presión de Berlín o enserio tendría que caminar hasta allá?, podría usar la motocicleta que había estado guardando durante años pero probablemente no tiene gasolina y necesita un poco de servicio por el descuido.

Joder, ¿En serio tendría que irse caminando?

Podría llamar a Albert... Sí, parecía mejor idea que caminar demasiados kilómetros y llegar en 3 o 4 horas. El tiempo en ese momento era limitado.

Tomó su celular y llamó al contacto que había permanecido bloqueado desde su retiro para después desbloquearlo y llamar a su compañero que inmediatamente contestó. Se notaba el cómo tenía bastante tiempo libre y cómo sólo estaba de más en el gobierno.

¿Qué?, ¿Cambiaste de opinión? - Preguntó Albert en un tono burlón.

— Sabes perfectamente que no puedo hacer eso. - Contestó mientras caminaba y cuidaba a su alrededor para que un indeseable asaltante no la asaltara y viera lo que llevaba encima porque conocía bastante su mala suerte como para saber que aquella persona inmediatamente gritaría y llamaría a las autoridades haciendo que ella tuviese que explicar y crearse un cuento porque la policía y el gobierno en sí no se llevaban tan bien que digamos.

¿Entonces a qué se debe tu querida llamada? -

— Necesito que vengas por mí y me dejes cerca de prisión. - 

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