C A P Í T U L O 6

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— C A P Í T U L O   6 —
Caos en Madripoor

Al entrar a tan dichoso bar lo primero que notaron las 4 personas que no deberían estar ahí fue que el lugar estaba inundado a olor a alcohol en todo su esplendor. Se podía oler el whiskey, ron, tequila, vodka e incluso sidra desde las botellas al rededor hasta el expulsado aliento de las personas que tomaban ahí y hablaban por ahí. Era desagradablemente fuerte.

Mientras caminaban a la barra uno detrás del otro en una fila, Zemo notó que la mayoría de personas lo miraban a él y a Bucky, claro, el Soldado del Invierno y el barón de Sokovia que se presumía estaba en una prisión de Alemania ahora estaban en la isla más caótica en el mundo y por supuesto que estaban confundidos e intrigados, deseosos por saber qué hacían ahí esos dos.

El barón siguió caminando y entre tantas miradas de duda encontró también de miedo por la sorprendente presencia del soldado del brazo metálico por lo que halló una oportunidad para asustarlos más y exclamó; — Готов подчиняться, солдат? (¿Listo para obedecer, soldado?) - haciendo que los que se habían acercado un poco a ellos retrocedieran algunos pasos al escuchar a Zemo hablar en ruso, dando señal de que el soldado seguía únicamente las ordenes del barón.

Bajó un poco la cabeza sonriendo un poco al verlos tan asustados y continuó su camino a la barra del bar.

La cazadora caminaba con precaución, cuidando de que ninguna mano se pusiera sobre ella sin su consentimiento y que nadie atacara por sorpresa a Zemo. Lo que menos quería era pelear en un lugar como ese, y por lo que había escuchado al rededor se dio cuenta de que las probabilidades de pelear eran bastante bajas luego de entender los preocupados murmuros a su al rededor; — ¿Es el soldado del invierno? - Oía que preguntaban mientras lanzaban intrigantes miradas al soldado que iba hasta atrás.

Los rumores e historias sobre el soldado ruso creado por HYDRA se esparcían tan rápido como grupo de cucarachas que fueron descubiertas en un cuarto oscuro, lanzándose a correr tan pronto como la luz fue encendida en la habitación.

Bucky no dijo ni decía nada al respecto, él sabía lo que ellos sabían de la otra persona en él, las historias que habían contado entre ellos, él lo sabía todo. Sólo endureció su mirada en dirección a aquellos que lo miraban con una sonrisa maliciosa y con intriga, sabiendo perfectamente que incluso ellos darían lo que fuese por tenerlo a él como asesino personal pero obviamente él no les daría jamás ese placer. Ni a ellos ni a nadie. Ni hoy ni nunca.

La cazarrecompensas miraba en todas direcciones, desde a la persona más cerca a ella hasta la más lejana en el rincón opuesto del bar, cuidando que nadie estuviese apuntándolos con un arma, murmurando sospechosamente sobre ellos o que al verlos se fuesen inmediatamente a otro lado y no en miedo, sino para recorrer la voz por la inesperada visita en Madripoor. 

Y como lo había sospechado desde que habían puesto pie en esa isla, ella finalmente encontró a un grupo de sólo cazarrecompensas viendo a Zemo y a Bucky con deseo, sabiendo que probablemente les darían bastante dinero si entregaban a esos dos aunque no hubiese una recompensa en sí. Siempre había uno que con gusto los recibía y pagaba, y un grupo de cazarrecompensas con ese tipo de pensamientos era para ella una amenaza fatal, y por lo mismo ella tomó el borde de la manga izquierda de su gabardina y la bajó mientras alzaba el brazo exhibiendo así el brazalete de vibranium que llevaba puesto, dejando que el grupo en el rincón los viera por unos segundos.

Sólo ellos entenderían a lo que se refería.

El grupo de cazarrecompensas miró con una sonrisa burlona y maliciosa a Christa y a sus compañeros, pero dicha sonrisa se desvaneció poco a poco de sus rostros al ver lo que llevaba ella en sus brazos. Un mensaje sin palabras pero que aún así se podía escuchar en un amenazador susurro que te erizaba la piel del miedo.

The Bounty HunterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora