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- quiero que salgamos a comprar algunas cosas - le sonrió Morí.

Fukuzawa tan solo soltó un ruido de comprensión. No tenía muchas opciones. Tan solo esperaba que no sea alguna salida a comprar ropa para su habilidad.

Frunció el ceño cuando Mori pasó al lado de su auto negro y no se subió.

- iremos a pie - le aclaró - no queda tan lejos.

El contrario sin decir nada, le siguió. Caminaron a la par de gente que no conocían, de gente normal. Elise caminó como cualquier otra niña, al lado del pelinegro, como si este fuese su padre.

Fukuzawa se preguntó si así se sentía Morí con respecto a esa cosa, o tan solo era un sentimiento de identidad, como si una de sus personalidades hubiese tomado forma. Porque aquella era una capacidad de la niña, era como una expresión de los pensamientos y emociones más fuertes del médico.

Mori se detuvo en una farmacia.

- esperen aquí afuera.

La niña y el hombre se miraron entre ellos, siguiendo sus órdenes. La menor se balanceaba sobre sus piernas, para luego levantar la vista al peliblanco.

- Fukuzawa - le llamó.

El hombre apartó la vista de la puerta de la farmacia, sintió el hilo temblar, y miro a Elise.

La niña apuntó hacia la esquina. Donde un gato naranja se encontraba caminando hacia su dirección. La expresión del más alto se suavizó un poco, pero luego cerró los ojos fuertemente, no debía abandonar su puesto, estaba trabajando.

Elise parpadeó tranquila, para luego apartarse de allí corriendo.

El hilo tembló.

Fukuzawa intentó detenerla, pero no logro hacerlo. Escuchó un ruido en la parte interna de la farmacia, así que tomo el mango se su Katana, pero el tranquilo silencio volvió a la misma.

Elise volvió a aparecer frente a él, con el gato entre sus manos, se lo extendió, permitiendo que lo tomara entre sus brazos.

- gracias - dijo dudando.

El hilo volvió a temblar.

La niña le sonrió enormemente.

Mori salió minutos después, con varias bolsas en las manos. No lo observó a la cara por el resto del día y cada vez que le llamaba por su nombre, pegaba un pequeño saltó y respondía con un leve tartamudeo.

Y por supuesto el hilo temblaba.

 Lazos Inevitables - Todo Era Cuestión De AdmitirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora