Capitulo cuatro: Literalmente hasta que mi muerte nos separe.

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04| Literalmente hasta que mi muerte nos separe.

No supe en qué momento tomé todo lo que había empacado, corrí hasta el hotel y pedí un boleto de regreso a Miami. Solo sé que estoy a nada de subir al avión y no he parado de llorar e imaginarme lo peor.

Salem había dicho que se había empezado a sentir mal desde la mañana y que hace unas horas la habían internado gravemente al hospital.

–¿Qué haces aquí? –frunzo al ceño al ver cómo Eliot camina a un lado mío por el pasillo a abordar el avión.

–No te dejaré sola, te puede suceder algo, mírate, no dejas de llorar. –estira su mano y limpia un par de lágrimas que descansaban en mis mejillas, carraspeo y entramos en el avión y buscamos nuestros asientos, los cuales estaban juntos. Me siento a un lado de la ventanilla y recuesto mi cabeza contra el asiento.

–¿Y mi auto y Ramiro y Sebastián? –volteo a verlo con los ojos entrecerrados.

–Ramiro y Sebastián lo traerán en una semana, tranquila. –pone una mano en mi hombro y lo aprieta suavemente.

Asiento y cierro los ojos mientras escucho las indicaciones de la azafata. Hace tiempo que no volaba en avión, era extraño volver a hacerlo. Solo esperaba que mi abuela estuviera bien y que pudiera llegar a tiempo para estar con ella.

-xxx-

Cuando aterrizamos no supe que hora eran, pero salí corriendo a tomar un taxi que me llevara al hospital, ni siquiera me fijé si Eliot venia conmigo.

–Aqui hay un taxi, vamos. –Eliot me toma de las manos y me jala hacia un taxi vacío, le da la dirección del hospital una vez entramos en el carro.

El trayecto no es tan largo, si al caso unos veinte minutos de camino. El hospital estaba algo alejado del aeropuerto pero no tanto. No supe en qué momento llegamos al hospital, había cerrado los ojos y me había quedado perdidamente dormida en el camino, no había dormido nada en el avión por la preocupación.

Eliot me sacudió despacio y me avisó que habíamos llegado, salgo rápidamente del taxi y salgo corriendo dentro del hospital.

–¿Donde está Vania Allen? –le pregunto a la enferma.

–¡Veronica! –el llamando de Salem hace que me voltee rápidamente y una vez la ubico camino hasta donde está y la abrazo.

–¿Cómo está la abuela? Vine lo más rápido que pude. –Salem me presiona más entre sus brazos y se separa de mi después de unos segundos.

–Despertó y no ha parado de preguntar por ti. Pasa, yo esperaré aquí, está en la 231. –asiento y le doy una última mirada a mi hermana para caminar por el largo pasillo hasta llegar al elevador y marcar el piso que es.

Cuando las puertas se abren salgo rápidamente y camino hasta ubicarme y encontrar el número de la habitación donde está mi abuela. Me paro frente a la puerta unos segundos, hasta que tomo valentía y paso despacio.

–¿V, eres tú? –observo como mi abuela está acostada en la cama de la habitación, está conectada a varios cables que marcan su pulso y en el televisor está pasando alguna novela. Me adentro más en la habitación hasta estar frente a ella y observo como bebe una vaso de café tranquilamente.

–Tú no puedes beber eso, estás enferma. –camino hasta ella e intento quitarle el vaso pero lo jala y me da un manotazo en la mano.

Hasta que mi muerte nos separeWhere stories live. Discover now