Capítulo ocho: Columbia.

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08| Columbia.

Lo que pasó después de esa pregunta se puede resumir rápido:

Huimos.

Me hubiera gustado decir que huimos lejos y terminamos en algún lugar desértico, como una isla preciosa o un hotel cinco estrellas del otro lado de país pero no, con trabajo me dió tiempo de tomar a Eliot de la mano y jalarlo hasta el despacho de la casa, donde nos encerré con seguro y por las dudas coloque un sillón en la puerta.

–Veronica, abre la puerta. –oigo la voz del tío Brian del otro lado y yo solo niego con la cabeza, aunque sé que no puede verme.

Eliot está recostado en uno de los sillones del despacho y ha estado callado desde que lo jale.

–Vero, por favor. –ahora es turno de Jason, este se oye un poco más amable que Brian pero no me convence.

–Verónica, abre y podemos arreglar esto en paz. –ese es Josué.

–Abrenos y no le haremos nada al chico. –ese es Jacob.

–Tú cállate, que lo sabías. –le reclama Brian y oigo un resoplido.

–No me tocaba decirlo, ellos lo trajeron. –responde Jacob, tranquilo.

–¡Pero lo subiste a la camioneta! –le reclama de nuevo Brian.

–Bueno ya, bajenle. –los regaña Josué y oigo dos bufidos, los cuales supongo son de mis tíos.

–¿Ya abrió? –oigo la voz del abuelo, y cierro los ojos fuertemente.

Me hacía una imagen de mis cuatro tíos recargados sobre la puerta del despacho y a mi abuelo sentado en el sillón cerca, esperando que mis tíos logren convencerme pero dentro de él sabe que eso no va a suceder, al final, tengo el carácter de mi madre.

Oigo un par de ruidos y golpes y cuando estoy a punto de convencerme en si abrir la puerta, escucho otra voz:

–¿V? –la voz de la abuela–, ¿Puedes abrir? Te prometo que no te harán nada tus tíos, ¿verdad?

–S-si –oigo las afirmaciones de mis tíos y suelto una pequeña risa al imaginarme a la abuela amenazándolos con la mirada.

–Melocoton, ¿por qué no sales? –me pregunta el abuelo–, solo queremos hablar contigo y que nos cuentes como es que traes a un chico diciendo que es tu esposo.

–Ustedes no saben hablar, son unos animales. –le regaña mi abuela.

–Tú que sabes, ni siquiera vives aquí. –le responde el abuelo.

Y giro los ojos porque sabía que seguía después de esto.

–Porque me harté de vivir contigo, eso confirma lo que digo.

–Pero este animal te dió cinco hijos y los mejores años de su vida. –oigo un pequeño golpe y supongo que es el abuelo palmeandose el pecho, orgulloso de lo que dijo.

–Los cinco hijos te los agradezco, los mejores años de tu vida ni te los pedí.

–Pero bien que los disfrutaste, ingrata.

Eliot suelta una pequeña risa y decido quitarme de dónde estoy y caminar hasta donde esta Eliot, no estaba lista para escuchar una pelea de mis abuelos.

–Ya van a empezar. –le reitero lo que creo, ya sabe y recuesto mi cabeza contra el cabezal del sillón.

–¿Qué crees que me hagan tus tíos si salgo? –pregunta con el ceño fruncido, un poco temeroso de la respuesta.

Hasta que mi muerte nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora