Night Visit |Dahmo|

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Una solitaria y silenciosa Dahyun se encontraba encerrada en la pequeña casa del árbol que su padre le había construído cuando ésta no era más que una inocente y alegre infante.

Era más de la media noche y, como solía hacer casi a diario, estaba allí sentada completamente sola mientras escuchaba el ruido de los insectos y como las fuertes ráfagas de viento hacían crujir aquella madera. Ni siquiera había tomado un abrigo, razón por la cual temblaba un poco mientras observaba el cielo desde una de las ventanas de aquel estrecho lugar.

Desde que su padre había muerto esto era lo único que hacía cada noche cuando ya pasaban las 23hrs. Tal actividad se había vuelto parte de su rutina, algo que no podía faltar en sus noches de completa soledad y pensamientos torturantes.

No hacía absolutamente nada mientras estaba allí, sólo se quedaba absorta observando el show que el panorama nocturno le permitía apreciar a tales horas. Algunas veces contaba con suerte y visualizaba estrellas fugaces que desaparecían frente a sus ojos tal cual lo hacían sus esperanzas.

Cuando era testigo de aquellos rayitos fugaces, secretamente, pedía algún deseo. Kim Dahyun no era ingenua, sabía que hacer tal cosa carecía de sentido, ya que los deseos son una basura. Pero... supongo que algunas veces se aferraba, ignorando por completo sus argumentos.

Otra ráfaga de frío se hizo presente provocando un leve siseo escapar de sus labios. Fue justo en ese preciso que sintió una prenda ser colocada sobre sus hombros. Sus ojos se abrieron en asombro, hasta que recordó quien era la única persona que solía hacer eso.

—Kim Dahyun, ¿sigues rehusandote a abrigarte cuando estamos a semejantes grados? —se sentó a su lado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro—. Nunca te escucho subir.

—Siempre me preguntas eso como si no fuese obvio —viró los ojos—. Supongo que soy escurridiza como los mapaches —bromeó.

—No tienes que venir —evadió su mirada volviendola hacia el cielo.

—Y como siempre te digo: yo hago lo que quiero, ¿bien? Así que vendré las veces que me dé la gana a acompañarte —bien directa.

—Te meterás en problema si sigues escapando de casa para venir hasta acá.

—¿Crees que me importa? —rió—. Vivo a un par de casas, no exageres —comenzó a abrir la mochila que siempre llevaba—. ¿No crees que tu madre se enojará si te ve aquí a tales horas?

—Me da igual —alzó los hombros—. Seguro lo sabe, pero prefiere dejarme tranquila; lo cual agradezco.

La japonesa sacó una bolsa de frituras de su bolso junto a unas latas de cerveza; tales elementos nunca podían faltar durante las visitas nocturnas que le hacía casi a diario a la coreana.

—Ten —le ofreció una lata.

—No entiendo por qué siempre traes esta asquerosidad —la tomó.

—Porque quiero hacerlo —simple respuesta—. ¿Cómo estás?

—¿Para qué preguntarlo? Sabes la respuesta.

—Tú y yo, Dubu, encontraremos muchas respuestas esta noche —colocó un brazo alrededor de su hombro.

—No me llames así —protestó.

—La vida es muy corta para no vivirla como debe hacerse correctame, Dubu —ignoró sus palabras.

—Vendrás con tus estúpidas frases —bufó tomando un trago.

—Sabes que tengo razón —comenzó a comerse aquellas frituras—. Dime, ¿quieres pasar toda tu vida encerrada en este lugar sin saber lo que te depara allá afuera? Nos estamos perdiendo de mucho —tomó su mano ensuciandola de aquella grasa.

One Shots | TWICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora