Forever Winter |SaMo|

211 16 21
                                    

Una gota de sudor resbaló desde su frente hasta recorrer toda su mejilla derecha y terminar dicho recorrido justo en aquel piso de madera. Con prisa aquella concentrada mujer subió su brazo izquierdo y secó con la manga de su blusa parte de la humedad en su piel.

En su mano derecha era sostenido un pincel que en su brocha llevaba el color celeste. Un lienzo reposaba frente a ella siendo éste utilizado para plasmar lo que su mente idealizada a la perfección. Tenía exactamente dos horas en esa actividad: sólo pintando aquello que parecía ser eterno ante sus exigentes estándares.

Minatozaki Sana adoraba pintar, y no sólo estaba enamorada de este arte, sino que era muy buena en ello. Por supuesto, no lo hacía profesionalmente, puesto que era una pasión que sólo permanecía como un hobby y una manera de expresar lo que sus sentimientos escondían muy en el fondo.

Además, era el pintar lo que le entregaba esa capacidad de cubrir muchas de las frustraciones que reposaban en sus hombros con fervor.

Con delicadeza remojó aquel pincel en agua y tomó otro más fino para retocar parte final de aquella representación de lo que ella llamaba: «invierno por siempre». Una sonrisa triste e inconsciente se dibujó en su rostro al comenzar a recordar vivencias pasadas.

"Era la tarde de un día de abril, exactamente año 1956. Los fuertes rayos solares se hacían presentes haciendo sentir extremo calor a cualquier persona que se hallará expuesto al aire libre. Y aunque pareciera increíble: a Sana le agradaba dicho clima.

—¡Apúrate, Sana! —exclamaba aquella desesperada chica mientras aceleraba el paso para detenerse bajo una sombra y no ser más víctima de aquellos rayos solares.

—Pequeña reina del drama —bufó antes de soltar una pequeña carcajada y caminar más rápido para ir a su lado.

—¡Aquí! —suspiró aliviada cuando se halló bajo un frondoso árbol.

—Adoro este clima tanto como adoro pintar —presumió con una sonrisa.

—Y yo adoro tus pinturas tanto como adoro el invierno.

Sana sonrió aún más con un leve sonrojó; sólo Hirai Momo era capaz de tener tal efecto en ella. Sólo esa chica de piel blanquecina y cabello color negro oscuro era quien poseía la dicha de volver a Minatozaki Sana una partícula de nerviosismo y entusiasmo.

—No soy tan buena, ¿sabes? Papá dijo que mejor debería aprender a cocinar —comentó disfrazando su tristeza en falsa gracia—. "Pintar no te ayudará a ser la mujer que debes, saber las cosas básicas del hogar sí..." —imitó la voz masculina de su progenitor.

—Qué ridiculez —fue lo que expresó sin dudar—. Haz lo que te dé la gana, Sana —aconsejó ordinariamente—. Si quieres pintar, hazlo. Si quieres irte, hazlo. Pero nunca hagas lo que no quieres, he allí un verdadero error con posibilidad de no obtener reparo.

—Hoy tendremos una cena con la familia Suzuki... —informó con desánimo.

—¿Y ellos son?

—¿Recuerdas a Kaori?

Momo soltó una risa burlona que sólo evidenciaba enojo y frustración. Por supuesto que recordaba a dicho sujeto llamado Kaori. «El idiota de Kaori» prefería llamarlo ella en su propia mente.

—Nuestras familias organizaron la cena de esta noche para..., ya sabes —concluyó con un suspiro.

—Hacer que sus queridos hijos se casen —sonrió falsamente. Sana asintió ante su comentario—. Y Minatozaki Sana ni siquiera quiere casarse, de hecho recuerdo sus palabras sobre "hacer las cosas apresuradamente y sin sentir preparación alguna" —señaló—. Pero ella es demasiado complaciente como para negarse aunque, con terrible consciencia, no quiera hacerlo.

One Shots | TWICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora