Seven |SaTzu|

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¿Existe algo tan bonito y maravilloso como la inocencia de los niños? Yo no lo creo. Y es que observar con atención la simpleza y lo felices que son los pequeños con tan poco debería darnos alguna clase de lección y enseñarnos a valorar lo que tenemos.

Lástima que la felicidad de los niños casi siempre se vea obstaculizada por las acciones de los adultos.

Con miedo, la pequeña Sana de siete años de edad tapaba sus oídos mientras permanecía escondida en el armario de su habitación. Lágrimas resbalaban por sus mejillas al escuchar como sus padres discutían a los gritos desde la sala. Los dos adultos se insultaban entre sí y se gritaban lo suficientemente fuerte para que la niña temiera.

—¡Eres una inútil! ¡Eso es lo que eres! —gritaba el hombre.

—¡Tú eres el inútil! ¡Desde el primer día has hecho todo mal! —respondía ahora la mujer—. ¡Suéltame!

Más gritos siguieron después de tales palabras, así que la pequeña siguió llorando totalmente desconsolada. Sus padres eran las figuras más importantes en su vida, esos seres que debían protegerla siempre y hacerle sentir seguridad. Pero escucharlos pelear de esa forma a diario ya se estaba volviendo normal dentro del hogar Minatozaki, incluso para todos los vecinos que escuchaban esto desde afuera también.

Lo único que la hija del caótico matrimonio podía hacer cuando esto sucedía era llorar y preguntarse por qué sus padres hacían eso. En su cabecita no tenía sentido, realmente para ningún niño de esa edad las peleas entre sus padres tienen sentido, mucho menos cuando aman a ambos profundamente.

Algunas veces la pequeña pensaba que tal vez era su culpa todo lo que sucedía, y por eso lloraba más imaginando que tal vez era mejor que no estuviese más allí.

—¡Sana!

Al escuchar esa voz, Sana limpió sus lágrimas y abrió con lentitud la puerta del armario. Todavía sus padres seguían peleando, pero incluso esa vocecita aguda resaltaba por encima de la discusión.

—¡Sana!

—TzuTzu... —susurró saliendo de su escondite.

—¡Sana! —volvía a llamar con fuerza.

La pequeña se asomó con cautela por la puerta de su habitación; la pelea continuaba, pero ahora resonaba desde una de las habitaciones, así que el resto del camino para salir estaba despejado.

—¡Sana!

—¡Voy! —exclamó corriendo para salir. Sus padres estaban demasiado ocupados detestándose entre sí, así que no notaron que la pequeña salió.

Sana corrió y cruzó la puerta trasera de su casa. Salió hasta el patio y fue hasta una puerta de madera muy pequeña que conectaba su patio con el de sus vecinos de al lado: La familia Chou. Desde esa misma puerta la esperaba una pequeña niña de su misma edad, la cual la miraba con bastante preocupación y miedo.

—¡Aquí estoy! —exclamó Sana, deteniéndose frente a ella.

—¿Estás bien? —preguntó triste—. Estás llorando —señaló su rostro enrojecido.

La pequeña Chou Tzuyu la miraba triste. No le gustaba ver a su amiguita de esa forma, pues desde que eran vecinas tenía una bonita amistad con ella. Todos los días se veían y se juntaban para jugar, colorear y corretear por el patio hasta que se cansaban y una de las dos terminaba dormida.

—Mis papás están peleando —dijo Sana con un puchero.

—Ven, vamos a escondernos de ellos —dijo la otra, tomando su mano y haciéndola cruzar la puerta hasta estar en el patio de su casa.

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⏰ Last updated: Apr 01 ⏰

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