Capítulo Uno: Nunca me tuviste

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A veces había que pasar por rutas complicadas para llegar a destinos maravillosos, o a veces lo único que deseabas era mandarlo todo a la mierda. A esa persona, siendo más concretos.

Eso le ocurría a Nara cada vez que Seven le pedía que se alejase, cuando la ignoraba o alzaba la voz repitiéndole lo peligroso que era.

—Lo odio, lo odio, lo odio —reiteraba la chica entre murmullos esperando a que el ascensor terminase de bajar.

Pero a pesar de todo sabía que no era cierto, que si se ponía así era porque albergaba ciertos sentimientos, sentimientos que quería que se esfumasen. Claro que no era tan fácil, aunque solo pasaron ocho días desde que se conocían, el hormigueo en su estómago cada vez que hablaban era inevitable, así como cuando lo miraba, pensaba en su sonrisa, en sus ojos dorados...

'Detente, Nara, no se merece ocupar tus pensamientos, es un imbécil', reflexionaba abriendo la puerta de la calle.

Nada más salir escuchó ciertos silbidos, optando por girarse para averiguar de quién se trataba. Un grupo de chicos que no se cortaban un pelo la examinaron de arriba a abajo como si se tratase de un pastelito a punto de devorar.

La joven elevó su dedo corazón ni corta ni perezosa, continuando su camino con dignidad. Ese día estaba harta de todo y de todos, no iba a aguantar tonterías.

Al andar notó como su falda negra se iba subiendo y la estiró hacia abajo. Ya estaba acostumbrada a ello. Tenía una cintura bastante fina y todas las prendas inferiores le venían un poco holgadas en esa zona.

Aceleró el paso, las calcetas largas hasta la rodilla, de color blanco, se le bajaban. Iban a juego con sus zapatillas de deporte, que contenían una raya negra en la suela. Este último color era su predilecto para vestir, por eso llevaba un top ajustado a la cintura en ese mismo tono, con los hombros al descubierto.

Entró al supermercado, situado tan solo a unos metros de casa. Necesitaban provisiones para sobrevivir. Observó estante por estante analizando los productos al mismo tiempo que se recolocaba el cabello. Su oscura melena era bastante rebelde y difícil de peinar, tendía a formar ondas. Lo llevaba semi-recogido en una coleta bastante desecha. Ni siquiera se miró al espejo antes de salir, estaba demasiado enfadada con el pelirrojo.

Pasó por la sección de snacks, percatándose de que tenían las famosas Honey Buddha Chips que tanto le agradaban al chico.

'No se las merece'. Soltó un bufido mirando las patatas, agarrándolas después de un rato. 'Eres demasiado buena'.

Fue a la caja para pagarlo todo y salió de ahí con prisas. Al menos llevaba las cápsulas de café con leche que le encantaban. La cafetera express fue uno de los primeros caprichos que se pudo permitir con su salario.

Avanzó hasta llegar al portal. Un chico que pasaba por al lado quiso comentarle de forma innecesaria lo que le haría si se viniese a su casa y esta le estampó la puerta en las narices.

Nada más tocar el botón del ascensor escuchó su teléfono, era él, el hacker que le estaba haciendo perder los nervios.

—¿Diga? —contestó con desgana.

—¡¿Dónde te has metido?! —Nada más escucharlo percibió por su voz que se encontraba muy alterado.

—Estoy en el ascensor, bajé un segundo al supermercado, ¿no puedo?

—¡No! ¡por supuesto que no! ¿y si te sucede algo? ¡¿no te das cuenta de la gravedad de la situación?! O es que... ¿no me avisaste porque estás enfadada conmigo por ignorarte?

—¿Tengo que decírtelo todo? ¿ahora te crees mi madre? —Estaba harta de aguantarlo y se notaba, no se reprimió al responderle.

—¡7 minutos! —gritó de golpe—, ¡podría haberte pasado algo en estos siete minutos! ¡podrían haberte secuestrado! ¡ni siquiera sabía que te marchaste!

No es tan fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora