Capítulo Siete: Escenario preparado

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Saeyoung pasó toda la mañana en la calle, en busca el colgante. Se sentía muy frustrado y triste, pero también enojado, muy enojado. Yuri había arrojado aquel obsequio tan especial, en el que puso todo su corazón, invirtiendo horas y horas solo para poder regalárselo a la chica que le traía de cabeza.

Estaba harto de la muchacha que ahora invadía su domicilio. ¿Qué le pasaba por la mente, como para tirar algo suyo en un arrebato? ¿acaso estaba peor de lo que pensaba?

Ese día terminó con su paciencia, se enteraría de quién era de verdad. Se levantó del suelo para volver a casa, apretando los puños. Estaba enfurecido, casi echando humo por las orejas.

Pulsó con fuerza el botón del ascensor, apoyando su brazo en una de las paredes, esperando a llegar a su destino. Tenía un nudo en la garganta. Respiró hondo, no había podido recuperar el objeto.

Lo perdió. Y era culpa de Yuri.

Pegó un portazo al entrar, llamándola.

—¡Yuri! —fue hacia la cocina, dónde se encontraba haciendo un plato de fideos con toda tranquilidad.

Se había puesto un delantal del pelirrojo, con el dibujo de Long Cat, y tarareaba, como si nada, una canción de kpop.

—Yuri —repitió el chico, enfurecido.

—Ah, ¡oppa! ¡al fin llegaste! —se giró para verlo. Tenía una amplia sonrisa en su rostro—, los fideos casi están. Siéntate a la mesa.

El pelirrojo suspiró, dándole un golpe a la tabla de madera con el puño cerrado.

Yuri alzó las cejas con sorpresa y se llevó las manos a la cara.

—¿Ocurre algo, Saeyoungi?

—¿Me lo preguntas después de haber arrojado un objeto mío a la calle? —se acercó, echándole una mirada asesina, de esas que cortaban como un cuchillo.

—¿Estás enfadado por eso, oppa? ¡perdona! No pensé que fuera para tanto —optó por hacerse la distraída—. Es que me enfadé mucho cuando dijiste que no era para mí, ¡heriste mis sentimientos! ¡Saeyoung, malo! ¡no deberías disgustar así a una dama! —frotó sus ojos, haciéndose la víctima.

—¡No debiste agarrarlo en primer lugar! ¡ni tampoco puedes rebuscar así entre mis cosas! ¡¿es que no lo entiendes o eres más tonta de lo que me pensaba?! —gritó, fuera de sí.

La castaña abrió bien los ojos ante su furia. Jamás lo había visto así de enfadado. Ese insulto le dolió, era innegable. Notaba como sus lágrimas querían salir brotando de sus ojos, pero se reprimió.

—Oppa... fue un accidente, ¡sé que soy una tonta! —alzó la voz—, ¡pero si tanto te gustaba, te compraré uno parecido! Iré a una tienda y... —se quitó el delantal, caminando hacia la salida, pero la detuvo, agarrándola del brazo.

—¡No puedes comprar algo igual! ¡no lo entiendes! ¡creé ese collar para Nara! —chilló, sintiendo como el corazón se le iba a salir del pecho—, ¡y tú lo tiraste! —la señaló con rabia.

Yuri se mordió el labio, intentando no llorar. La sombra de Nara era demasiado alargada, siempre estaría ahí. Aunque tratase de alejarla, colocando miles de piedras en el camino... nunca podría olvidarse de la chica. Solo deseaba que la mirase como la miraba a ella, ¿era tanto pedir?

—¡Perdóname, oppa! —se arrodilló ante él, suplicándole.

El de ojos dorados negó con la cabeza y fue al dormitorio que le había cedido a la castaña para sacar sus maletas. Las tiró en el suelo del pasillo con brusquedad y abrió el armario, agarrando un mogollón de ropa, con las perchas incluidas, para arrojarla sobre la maleta.

No es tan fácilWhere stories live. Discover now