"𝐐𝐮𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐝𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐦𝐞𝐭𝐢𝐝𝐨."

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¿Hace cuánto no los visitabas? – preguntó Bakugou desde el baño.

No lo sé, no he tenido muchas vacaciones en los últimos tres años. – respondió con cierta ironía mientras ponía mantas en el suelo, para luego acostarse en estas colocándose una sobre si mismo para cubrirse.

¿Podrías cerrar los ojos...? – habló por el pequeño espacio que abrió de la puerta.

Si. – dijo el pecoso mirando al techo.

¿Estan cerrados? – reiteró.

Si, no veo nada. Todo está negro. – siguió afirmando monótono, a pesar de que seguía con los ojos abiertos.

¿Seguro?

Completamente.

Bakugou salió rápidamente del baño dando pequeñas pisadas rápidas hasta llegar a la cama y cubrirse, puesto a que solamente llevaba una remera blanca fina que podría transparentarse y su ropa interior debajo.

¿Esa es la ropa que trajiste para dormir en Alaska? – preguntó sarcástico el pecoso acostado en el suelo. El ceniza no dejarían que durmieron en la misma cama.

Si, por que se supone que estaría en un hotel solo, ¿Recuerdas? – respondió de la misma forma.

Solo... duermete. ¿Quieres? – suspiró cansado cerrando los ojos.

Katsuki término de cubrirse bien con las mantas, y se acomodó en su lugar en la amplia cama; listo para descansar. Pero un pequeño detalle era que en Alaska el sol nunca se ocultaba completamente, sumado a que las cortinas del gran ventanal de vidrio estaban abiertas, hacían que el sol le pegara directamente en el rostro.

Intentó cambiar de posición, a la izquierda, derecha, más abajo, más arriba, quizás en diagonal, más nada funcionaba, quizás el rayo no pegaría en el ojo derecho, pero el izquierdo seguiría molestandolo, o la forma en la que estaba acostado no ayudaba para nada a relajarse y así descansar.

No creo poder dormir mucho. – se quejó en un suspiro.

Midoriya agarró un pequeño control remoto, y apuntó a las cortinas para luego apretar un botón; y estas se cerraron.

Gracias... supongo. – dijo por lo bajo, y se dispuso a dormir.

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Era de mañana, y la cabeza del ceniza estaba enterrada bajo los montones de almohadas que había sobre la cama que a saber cómo aún podía respirar estando boca abajo, y el peliverde estaba cubierto con varias mantas en el suelo para que el frío no lo afectara durmiendo en el piso.

Y el teléfono de Bakugou sonó.

Izuku... – pidió sacando su cabeza de los almoahadones. – ¡Izuku teléfono...! – pidió parar nuevamente.

La melodía del dispositivo seguía sonando, y el peliverde seguía profundamente dormido, mientras Katsuki estaba dando vueltas las sabanas y cobijas de la cama buscando el aparato.

¡Izuku! – llamó otra vez buscando en las mesas de noche.

Si, ¿Qué...? – contestó ante el llamado del ceniza con tono adormecido.

𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚. | • 𝐊𝐚𝐭𝐬𝐮𝐃𝐞𝐤𝐮 •Where stories live. Discover now