𝖽𝗂𝖾𝖼𝗂𝗌𝗂𝖾𝗍𝖾

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Dean

Me quede mirando como la Olivia y el Julian se alejaban. Basto que yo solo le dijera al Julian que el Paulo me había llamado para que se ofreciera a sacar a la Olivia de aquí.

Camine una cuadra para llegar al auto del Paulo, ahí estaba con un pucho en la mano y una cerveza en la otra.

— ¡Al fin! — celebró al verme por la ventana del auto — esa mina te tenia hipnotizado.

No le respondí, solo me limité a subirme al auto y esperar a que me dijera para que me llamo. Pero no dijo nada, solo se terminó su pucho y prendió el auto.

— ¿Pa' que me llamaste? — indague ya que no recibí una explicación de su parte.

— Necesito que me acompañí donde un weon — dijo.

— ¿Y no podí ir solo acaso?

— Bueno si pa esa wea estai po, pa que yo no ande solo —dijo— Además vo tení hablamiento por si la cosa se complica — lo que según él le era útil porque se veía más serio.

Como no me crié aquí era obvio que los modismos no estaban en mi diccionario, aunque por más que quisiera que se me pegaran se me hacía imposible.

Sin darme cuenta el Paulo ya había parado el auto y se estaba arreglando el pelo para bajarse.

— ¿Vai a ver a tú pololo? — lo webie al ver como se arreglaba.

— Cállate culiao.

Ambos entramos a la casa, él Paulo saludo alegremente al weon y se sentaron juntos a tomar. Conversaron de puras weas como por unos cuarenta minutos, hasta que llegaron al tema que menos querían.

— Vo' sabí po — dijo el Paulo— cuando pille al weon que me sapeo lo voy a hacer cagar.

Lo sabe, lo sabe, lo sabe.

Sabe de esa noche que habla con el Gabo para que me ayudara, sabe que le conté de todo los planes y el se encargo de sapearlo. Lo sabe y estoy hasta el cuello.

— Nose quien puede ser po manito — se encogió de hombros— pero un cabro desapareció cuando me fui en cana, capaz que fue ese culiao.

Eso me tranquilizo, al menos aun no sospechaba de mí.

Aunque si sigues actuando como weon capaz si sospeche.

Baje mi mirada y trate de controlar mi respiración que estaba muy agitada debido a los nervios del momento, si me tomaban la presión ahora de seguro la tenia por las nubes.

— Dean, vamo' — me ordenó el Paulo, sin rechistar lo seguí fuera de la casa.

Se subió al auto y lo imité, un par de minutos después ya estábamos en su casa.

Definitivamente me llamo solo para no andar solo.

— Toma — me paso un rollo de plata, lo tomé sin decir nada — Por las molestias.

— Descuéntala de mi deuda — puse la plata frente a él pero no me la recibió.

— Te dije o no que eso no te lo iba a cobrar.

— Pero yo no te lo pedí, nadie te lo pidió — le insistí, en realidad para lo único que quería plata era para pagarle hasta el último peso y así no estar ligado a él de ninguna forma.

— Llevaos de sus ideas como siempre — negó pero al final la terminó recibiendo — Igualitos.

Rodé los ojos ante su dicho y abrí la puerta para irme, de seguro la Dafne debe estar hecha furia porque aun no llego.

— Llévale esto al chupete — me ordenó el Paulo antes de que me alejara, trate de controlar mi tentación de risa ante el nombre del weon, he ido un millón de veces pero aun me da risa.

Guardo la bolsita en mi mochila, una wea más una wea menos no hace diferencia. Camine tranquilamente pensando en que llevara la bolsita, tengo dos opciones; plata o plomo como diría Pablo escobar, aunque por el peso debe ser plata.

La droga es para los pollos nuevos, para los que pueden caer fácil o los que no importan tanto, así me lo dice él Paulo. Para mi esto es como jugar ajedrez, cada uno tienen una tarea, un papel y un grado de importancia. Así como en la vida, lamentablemente.

— Wena po rusio — me saludo él weon que estaba en la puerta del chupete.

— Me mando el Paulo — avise, no quería armarle conversa y mucho menos darle tanta confianza.

"no vai na' a hacer amigos" me decía el Paulo y tiene razón, me tengo que enfocar en lo que realmente importante.

— Andabai desaparecio' — dijo él chupete apenas me vió entrar.

— Ni que trabajara para otro weon mientras él Paulo no estaba — dije — No soy traicionero.

Si claro.

— No hablí tanto que me aburro — me calló, no me quejo, no es que quisiera entablar una conversación con él y tomar tecito mirando la novela.

La hice corta, le pase al chupete lo que me había pedido él Paulo y me fui a la casa.

Al llegar toque varias veces pero nadie abría, no quería entrar por el negocio porque mi tía me iba a interrogar y eso era lo que menos quería ahora. Suficiente sería con el enojo de la Dafne.

La puerta se abrió bruscamente que llego a chocar con la pared haciendo que se devuelva, ví la sombra de mi hermana ir a la cocina. Entre con tranquilidad a pesar de que sabia que la Dafne me reclamaría por cualquier cosa.

— ¡Erí como el reverendo hoyo, Dean! — me grito la Dafne apenas entre a la casa, seguido a eso me tiro un cojín que me dió seco en la cara.

— ¡Que te pasa weona!— le reclame.

— No te hagai el weon, aunque te salga de perfección — estaba roja de furia, incluso podría apostar que se hizo un moño solo para pelear conmigo.

— Hermanita, aunque no me creas no se de que me hablas.

— ¿Que andabas haciendo con él Paulo?

Mierda, como supo.

— No seaí metía, Dafne.

— Lo prometiste — dijo con rabia y sus ojos se cristalizaron — Ese día en el hospital me dijiste que él no volvería a nuestras vidas, te perdone que trabajaras con él pero ahora... — negó rápidamente, las lágrimas ya caían por sus rosadas mejillas.

Una vez más estás haciendo llorar a tú hermana, bravo Dean.

— Dafne — trate de acercarme a ella pero me empujó con toda su fuerza — Dafne escúchame.

Levantó su mirada, se notaba que ya no lloraba de pena sino de rabia, rabia que iba directo hacia mi persona.

— Te prome- — no termine de decirlo cuando me interrumpió.

— No prometas — amenazo.

— En cuanto le pague lo de la Daria... — la Dafne se tensó al escuchar su nombre, a pesar que siempre hablamos de ella nunca lo hacemos por su nombre— Él Paulo desaparece de nuestras vidas.

— ¿Me lo juras?

— Me acabas de decir que no te prometa nada.

— Pero ahora quiero tú palabra.

— Te superai solita — rodé los ojos pero igual lo haría — Te lo prometo — estrechamos nuestras manos.

La Dafne se soltó y se sentó en la alfombra frente a la tele, se concentró en la novela ignorándome por completo.

— Somos un equipo — me senté junto a ella con mi puño frente a ella para que lo chocara.

Desde hace años nos hemos repetido eso cuando el otro se enoja, es como nuestra forma de pedirnos disculpas y así recordarnos que solo nos tenemos el uno al otro.

— Aun así te odio — dijo de mala gana aunque igual choco su puño con el mío.

— Entonces seremos un equipo que se odia — la abracé por los hombros.

Picao a flaiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora