Capitulo VIII: El poder de la amistad (I/III)

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Cuarta lunación del Año 304 de la era de Lys

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Cuarta lunación del Año 304 de la era de Lys. Reino de Doromir, Ulfrgeirgs.

I

Soriana

Conseguimos una posada lejos del camino real. Tanto Aren como yo estuvimos de acuerdo en hospedarnos en alguna que fuera algo lujosa, pues debíamos mantener la fachada de que viajábamos con la hija de una rica familia de comerciantes. Partiríamos temprano por la mañana al paso de Geirgs. La idea de pasar la noche a campo abierto no me era atractiva, menos sabiendo que el ejército de Doromir nos buscaba. Ulfgeirgs continuaba estando poco custodiada, seguro no imaginarían que cruzaríamos por el paso fantasmal.

Me sentía realmente agobiada, deseaba estar sola, no quería enfrentarme a Aren y su mirada condescendiente. Después de instalarnos, insistí en comer en la habitación, con Keysa. Aren pareció entenderlo porque no se opuso.

Keysa lucía taciturna, no habló mucho durante la cena, sentí algo de pena por ella. Sabía que estaba ilusionada con volver a participar de la celebración de todos los héroes, la cual era una festividad alegre, llena de música, disfraces y actos callejeros que simulaban las batallas entre los antiguos guerreros de Doromir y los lobos cambia formas.

En su lugar, el ambiente luctuoso no hacía más que recordarme lo que hice un año atrás en el palacio del Amanecer. Y ella, aunque no lo decía, se entristecía. Sabía que extrañaba la vida palaciega y al príncipe, con quien entabló una cercana amistad. Mis acciones le quitaron todo eso y la empujaron a vivir como una fugitiva. Para mi gran sorpresa, Keysa me miró a los ojos con una sonrisa. Y como si adivinara mis pensamientos, dijo:

—No estés triste. Salvaste la vida de Kalevi, es lo que importa.

Era la primera vez que me decía algo alusivo a ese día. Sus grandes ojos dorados derramaban miel sobre mí. Siempre creí que Keysa me culpaba por perder aquella vida tranquila y holgada.

—Nadie sabe lo que en realidad sucedió, solo nosotras y los dioses. Estoy segura de que ellos no te culpan. No estés triste, por favor.

Sonreí sintiendo mis ojos picar. Inspiré profundo, no quería dejar escapar ninguna lágrima, mucho menos mostrarle debilidad.

—¿Quién dice que estoy triste, tonta? Solo estoy preocupada. Quiero que salgamos cuanto antes de Doromir. Duérmete temprano, el viaje mañana será largo y complicado.

Keysa asintió con una sonrisa, se desvistió y se metió en la cama dura, afortunadamente las mantas estaban limpias.

Me tendí a su lado y esperé a que se durmiera. Cuando escuché su respiración más pesada, me levanté, tomé la pipa, la bolsita con las hierbas y salí de la habitación.

A diferencia de la posada Ormr, en esta no había alboroto. Al contrario, silencio reverente dominaba el comedor vacío. Un pequeño altar en la pared del fondo del salón era iluminado con velas y farolillos. En la mesita había varias tablillas conmemorativas. Me acerqué, ninguno de los nombres pertenecía a la familia real o a los miembros de la Asamblea de Doromir.

Augsvert I: El retorno de la hechicera (COMPLETA)Where stories live. Discover now