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Akira p.o.v

Cuatro años atrás

- ¿Akira?

- Akira, ¿Me estás oyendo?

La observé, con bastante desagrado y molestia.

- ¿Cómo te sientes?

Observé la clínica, viendo las cortinas, el color de la pared, y detalles que realmente no importaban.

- No lo sé.

- ¿Cuántos años tienes?

- ¿Qué te importa?

- Akira, ¿Hace cuánto que no ves a Fuji?

¿Realmente era necesario cuestionarme eso? Son profesionales. Saben absolutamente todo.

- Akira...

- No te importa.

- Sé que no lo ves hace un año ya. ¿Te gustan mis sesiones?

- No.

- Bueno, creo que es suficiente. Ya puedes retirarte, Akira, ten lindo día.

Me levanté de mi asiento, como ya tenía costumbre, y robé un dulce de su pequeño frasco de vidrio, finalmente me retiré con el dulce en la boca. Al salir, invitaron a mamá a pasar, y ella, mirándome con tanto enfado, entró. Me senté de espaldas a la puerta, intentando oír algo de lo que estaban hablando.

- Puedo diagnosticarla con depresión. Separarse de su hermano no ha sido algo fácil. Y más si...

No pude oír bien, y tuve que acercar mi oído a la madera.

- ¿Mi hija tiene depresión?

- Sí, y como usted me ha contado, también puede que tenga ataques de ansiedad. Por ahora lo que podremos realizar serán sesiones más seguidas, quizás unas tres sesiones por semana, y no dejarla sola. Si esto empeora, pasará a ser revisada en un psiquiátrico.

- ¡¿Un psiquiátrico?!

- Si Akira vuelve a intentarlo, será la única solución.

Suspiré, levantándome del suelo y sentándome en uno de los asientos de espera. A lo lejos, pude ver a un chico pelinegro. Quizás de mi misma edad, no lo sabía con exactitud. Su ropa era negra, y su cabello daba aspecto de recién haberse despertado. Se encontraba solo, no había nadie que lo supervisara, así que, tan aburrida estaba, que caminé hacia esos asientos. Me senté a su lado, obteniendo una mirada con el ceño fruncido por su parte.

- Soy Akira. ¿Acaso eres un emo depresivo de mierda?

Megumi p.o.v

Quizás era por el almuerzo de ese día. O quizás no haber comido nada, pero me encontraba vomitando en el retrete, teniendo a Akira acariciando mi espalda.

- Me voy a morir -Murmuré, para luego volver a vomitar.

- ¿Eso no te causa felicidad, acaso?

- No, claro que no.

No era una linda muerte, sin duda no lo era. La mano de Akira lograba calmarme, un poco, pero lo intentaba. Sentía mi cuerpo volverse débil, me sentía tan mal, y a la vez tan caliente. No entendía qué era lo que me ocurría, pero lo detestaba.

- Eres tan idiota, Megumi -Me dijo, y como si fuera algo normal, asentí ante su insulto- ¿Acaso no viste cuando echaron la droga?

- ¿Droga? -Alcancé a cuestionar.

Insatiable | 伏黒恵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora