Sixteen

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Una semana después.

—¡Maldita marca! ¡desaparece!—

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—¡Maldita marca! ¡desaparece!—.

Uraume presionó la pistola eléctrica contra la piel ensangrentada de Megumi y el aparato cumplió con la función de enviar fuertes descargas eléctricas. El azabache poseía múltiples cortes y desgarres en cada extremidad de su cuerpo, pero exactamente era su cuello el lugar que estaba horripilante y destrozado, gracias al hecho de que aquella demente se había obsesionado con destruir la marca de su unión.

Megumi sintió una temblorosa sacudida cuando los choques eléctricos se dispersaron por sus huesos y heridas; sus gritos desgarradores y llantos lastimeros habían parado de sonar desde hace horas, o tal vez desde hace días, en realidad no tenía la noción del tiempo, solo sabía que su cuerpo se encontraba adormecido debido al dolor físico y en cuanto a sus emociones, prácticamente se sentía muerto en vida.

El dolor punzante de su cuello es un recordatorio espantoso de que su marca podría ser eliminada en cualquier momento, durante largos días había soportado quemaduras hechas con un fierro y cortes provocados con navajas, toda clase de tortura fue infligida en su cuello para intentar borrar un pedazo de piel que se rehusaba a desaparecer.

Aunque, a esas alturas del infierno que vivía, su cuerpo de alguna manera se convirtió en una especie de muñeco insensible, debido a que después de tanto sufrimiento es como si pareciera haberse acostumbrado al dolor descomunal de sus heridas.

—¡Maldición! ¡¿por qué?!—.

Uraume gritó frustrada al observar que la marca aún seguía intacta y sellada en la piel del omega, sin importar que la marca estuviera bañada de sangre y cubierta de horrendas lesiones, aquella mordedura relucía perfecta mientras se burlaba de ella.

Al cabo de unos minutos, soltó un pesado suspiro cuando se percató de que el azabache cerraba los ojos con pereza, posiblemente éste había perdido de nuevo la consciencia como siempre sucedía cada día luego de una larga sesión de tortura.

Aunque para su gusto, Megumi se encontraba en una sola pieza teniendo en cuenta todos los males que planeaba hacer para que el sucio gato suplicara morir. Sin embargo, desperdició demasiado tiempo valioso en aquella marca estúpida que parecía imposible de borrar.

¡Perra loca! Tenemos que irnos con urgencia, ¡ahora!—.

Uraume se sobresaltó cuando la puerta de la habitación fue abierta de golpe y mostró a un hombre de cabello celeste con un rostro repleto de cicatrices que entraba apresuradamente.

—¿Mahito? ¿qué demonios haces aquí? Vete, estoy muy ocupada como para tener que lidiar con tus psicopatías—.

Suguru está muerto—.

SAVAGE EYES (SukuFushi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora