1

28 1 0
                                    

Baz

¿Quién se suponía que eras tú? Solo el chico de rizos implacables, tan dorados cuál espiga bañada por el sol, con un rostro lleno de constelaciones, y un mar tan profundo en los ojos que me tranquiliza solo con su mirar ¿Quién te crees ser como para embriagarme cada noche con tu recuerdo? Ni siquiera soy yo mismo desde que te conocí, e irónicamente no se siquiera tu nombre, sufro en soledad y todo por nada, con trabajos y tú recordarás haberme visto alguna vez, pero aún así, siento como si te conociera, lo siento de una forma tan vivida que me hace daño el pensar que quizá, solo quizá me enamoré de ti.

Recuerdo perfectamente la tormenta más desastrosa y tormentosa que he vivido, y ante ella, apareciste tú, la cafetería, en la cual trabajo desde hace ya bastante tiempo, se encontraba completamente vacía, nadie sería tan estúpido como para salir en plena tempestad, o eso creía yo. De un momento a otro, un sonido rápido que acalló toda calma que había en el lugar dios paso a tu ensordecedora voz, ya que, como la tormenta causaba demasiado ruido tuviste que gritar -¿Puedo entrar? Por favor no tengo a dónde más ir- Tenias un rostro lleno de preocupación, o quizá solo era fastidio, si cierro los ojos aún puedo ver cómo todo tu ser se encontraba completamente empapado, y ahora que lo pienso, un aire de cansancio te rodeaba,  ahora agradezco tanto esa tarde de agosto.

-Adelante, no hay problema ¿Te encuentras bien?- Dije después de recomponerme ante tal shock, apresurando me para llegar a tu lado y cerrar la puerta a nuestras espaldas.

-Enserio ¡Muchísimas gracias! Estoy bien no te preocupes- Tu voz sonaba melodiosa y juntando ambas manos en forma de agradecimiento entraste por completo al lugar, recuerdo que rarrastraste lo que parecía ser una bufanda roja, un blazer y una mochila, y al igual que tú, todo se encontraba completamente empapado, me dió pena pensar siquiera como se encontrarían las cosas que guardarás en esa desgastada mochila. Te quedaste parado no muy lejos de la puerta, supongo para no llenar con agua todo el lugar, me dio tanta lastima verte así, me sentí como un imbécil, había algo más en mi cada que te veía, algo que hasta la fecha sigo asimilando que rayos se suponía que me hacías, que me haces sentir.

Estabas completamente derrotado, tus ojos se veían tristes, habia desesperación escrita por todo tu rostl y mucha pesadez, y apesar de todo ello, aún así manteviste una mirada serena llena de agradecimiento. El ambiente se esperaba a llenar de un silencio bastante incómodo, no sabía que hacer, así que me acerque a ti, y cuando por fin estuve a punto de pronunciar una palabra, las luces se apagaron repentinamente, quiero pensar que toda la zona sufrió del mismo corte.

Al momento de irse la luz la acompañó un sonido fuerte, pesado y hasta mojado, la clase de sonido que se escucha cuando las cosas mojadas caen, pero se escuchó tan fuerte que me dio la impresión de que en tu mochila traías libros ¿Acaso eres un estudiante de universidad?

Encendí la linterna de mi celular y de inmediato te ayudé a recoger tus cosas un poco en contra de tu voluntad, ni siquiera te di tiempo a decirme algo cuando ya estaba llevando tus cosas a una mesa, y finalmente logré decir algo -Debes estar helado ¿Qué clase de café te gusta? No te preocupes por pagarlo- lo poco que alcanzaba a ver de tu rostro gracias a la tenue luz de mi linterna parecía confundido, aturdido, creo que ese día no es uno de tus favoritos.

-¿Disculpa?- La lluvia no cesaba y ahí estábamos los dos, completos extraños tratando de ignorar la incómoda situación que estábamos generando con nuestra torpeza. 

- Un café, un latte, algo, no lo sé ¿No quieres un pastel?

- ¿Por qué me ofreces cosas? Ni siquiera traigo dinero para pagar

- No tienes que pagarlo, además solo intento ser amable, no parece que estés teniendo un buen día

Y nuevamente reino el silencio, te escuché un suspiro y rendido te acercaste con el resto de cosas que tenías en tus brazos

- ¿Seguro de que puedo pedir algo? Realmente no traigo dinero

- No te preocupes, solo dime qué quieres- Intenté ser amable, la persona más amable que pudiera conocer, y vaya, proviniendo de mi hacía un completo extraño si es algo extraño. Después de un rato regresé a la mesa donde estabas con chai latte para ti y un matcha para mí

Sonreíste, tu sonrisa era hermosa, cálida, amable, perfecta, para mi tu sonrisa era más que perfecta, y me perdí en ella, así de simple, y de tanto verla ante la tenue iluminación entendí que era para mí. Pero mi suerte había durado demasiado, no me había percatado que la hora rallaba las doce de la madrugada, se suponía que la cafetería debe cerrar a las diez y media.

Tenía que despedirme de ese chico, y no me atrevía a preguntarle por su nombre, me abrumé demasiado rápido en tan poco tiempo, estaba tan ensimismado que no me percaté en que tú mismo viste la hora y te alarmaste igual o peor que yo.

- Oye disculpa ¿A que hora se supone que cierra este lugar?

- Debería haber cerrado hace una hora y media, no te preocupes por eso ¿Ya te vas?

Creo que los dos nos sentíamos unos idiotas, ese chico debería de haber llegado hace mucho a su casa, y yo debería de haber hecho lo mismo. Fue bueno que antes de que el llegara en realidad ya había hecho casi todo para cerrar, solo me llevé nuestras tazas y las dejé en el fregadero, ya lavaría eso mañana, en ese momento desperdiciar tiempo limpiando implicaba ignorar a ese chico y era lo que menos quería hacer, mientras él solo me miró, como esperando algo.

- ¿Para donde vives?- le dije a la vez que buscaba dos paraguas, aunque solo encontré el mío.

- No te preocupes por mi, ya hiciste demasiado

- Si no te vuelvo a ver ¿Cómo sabré que llegaste bien a tu casa?

- Tranquila mamá, prometo llegar bien a mi casa

- ¿Ah sí? ¿Y cuando te volviste tan respondón eh? No recuerdo haber criado a un mal educado

Nuestras risas inundaron el lugar, ese ambiente extraño había desaparecido, aún así me preocupo un poco de pensar en la confianza con la que te hablé ese dia. Una vez que salimos del local y nos encaminamos bajo mi sombrilla resultó que hacíamos el mismo recorrido hasta cierto punto, aunque te negaste demasiado, te obligué a llevarte mi paraguas, y mientras tú caminabas al lado contrario, yo me quedé ahí, completamente embobado viendo como te ibas, no sabíamos el nombre del otro, en realidad no teníamos ni la certeza de que nos volviéramos a ver si tú no volvías, solo me quedé viendo como te ibas, como te llevabas algo que no sabía ni que era, pero solo sabía que te llevaste algo ese día.

Finalmente llegué a mi casa, en realidad es un departamento, pero eso es lo que menos importa. Llevo viviendo por mi cuenta desde que empecé la universidad; cuando le di el paraguas que tenía a ese chico, no recordé que me había desviado bastante por seguirlo, y que seguía lloviendo, y como él, llegue a mi departamento empapado, pero feliz, ojala me hubiera dicho como se llamaba, pero al menos nunca olvidaré a ese chico de la lluvia, quien diría que me enamoraría tan fácil de otro chico que ni siquiera conozco.

Y ahora para mater tiempo en el trabajo te recuerdo, recuerdo esa tarde y me dejó llevar, escribo una y otra vez lo que pasó, lo que sentí, a ti, tu rostro, tu sonrisa, esa chispa que tienes que no me deja olvidarte, y con tristeza suspiro con el anhelo de que regreses a este lugar que dejaste tan abandonado.

Bajo las lluvias de Londres (Editandose)Onde histórias criam vida. Descubra agora