UACEN | Amarte es poco [En Proceso]

C a p i t u l o 35

Poco mas de un año después-Un día antes para el cumpleaños de Erik.

—¿Podrías revisar que todo esta en orden? —le pregunto al pelirrojo, mientras sostengo al demonio que dice ser mi hijo.

Veo como el niño en mis brazos se remueve incomodo, tirando su tenedor —de plástico— al piso, me sonríe inocentemente, haciendo que, sus ojos se achinen.

—¿Qué voy a hacer contigo? —pregunto, él niño sigue sonriendo.

—¿No te habías encargado de eso tú? —pregunta Jason, acomodando su camiseta.

—Si, pero revisarlo tan solo una vez más, no te hará nada. —lo miro, entrecerrando los ojos— ve a revisar que el inflable esté listo.

—¿Para quién se supone que lo rentaste? ¿para él? —señala al pelirrojo, que hace un triste intento de comer él solito.

—Pues si —contestó yo, muy digna— para nuestro hijo.

—¡Y PARA MI TAMBIEN! —grita Abby, alzando los brazos.

Erik, al ver como Abby grita y alza los brazos, imita su acto.

—Vuelvo en un minuto —resoplo Jason— y tú —me señalo— también quiero de lo que esta comiendo el bebé.

Murmura, viendo el pure de zanahoria.

—Es todo tuyo.

Y él, sin más, sale por la puerta principal.

Maldiciendo y resoplando. Preguntándose porque accedió a hacerle una fiesta a Erik.

Sonrió al verlo.

—Ya quita esa cara —murmura Abby, haciendo una mueca de asco— pareces una estúpida enamorada.

—¿Y no lo soy? —arqueo una ceja.

—Si, si lo eres, desde el primer momento en el que viste a Jason, en el cumpleaños de Elizabeth —¡Ja! Esa no fue la primera vez— pero él no debe de saber que eres una estúpida enamorada.

—P-pero...

—No lo debe de saber —me interrumpe— luego creerás que estas estúpida por él, y será muy patético.

Je, je, je, ¡pues si lo está!

—Mi amor... ¿podrías venir? —grita Jason, desde el exterior de la casa.

Miro a Abby, señalando con la cabeza a Erik, ella asiente, indicándome que le dará de comer.

—Lau...

—¿si?

—Olvida lo que dije, —me sonríe— que él se de cuenta de lo patética que luces enamorada.

Rio, negando al escuchar sus palabras.

—¿Y que me recuerdes lo patética que me veo? —me carcajeo, caminando hacia la puerta— no, gracias.