01 | No puedo creer que casi me voy a casa

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Judas. Enemigo público de los cristianos. Ahora mismo puedes verlo asemejarse a Takemichi.

– ¡Hijo de perra! – una mujer gritó detrás de Takemichi, lo suficientemente fuerte como para hacerlo saltar en su lugar de impresión. Naturalmente su reacción fue apartarse y mirar en dirección al ruido.

Era una chica, quien acababa de abrir la puerta, y mínimamente importante: la novia del sujeto al que se encontraba besando tan desvergonzadamente hace cinco segundos. Claro que Takemichi no estaba enterado, su gusto no eran exactamente los tipos con compromisos. A esos los detesta.

– ¡Con un hombre! – Emma se apresuró a tomar por las orejas al muchacho. El quejido de dolor fue inmediato.

Takemichi no sabía para dónde hacerse. La mirada de Emma lo tenía quieto de miedo y vergüenza.

– ¿Y tú? ¿De qué burdel homosexual saliste?

La rubia se tomó la cintura de forma elegante, esperando por una respuesta del otro. Lucía como un gato acobardado en esa esquina.

Takemichi no dijo nada, no tenía la energía suficiente como para ponerse a luchar verbalmente con esa muchacha. Así que solo acomodó los botones de su camisa y se puso de pie listo para marcharse.

– ¿A caso dije que podías irte?

Su cabeza comenzó a doler después de eso. El aire se hizo pesado y no pudo enfocar la vista. Estaba jodido.

– Escucha... No estoy interesado en ese asqueroso infiel. Ya no. Solo déjame ir a mi casa en paz... – tomó los laterales de su cabeza y los masajeó impotente. Quizás le daría fiebre.

– Te ves fatal. – Emma lo tomó por los brazos y lo guió fuera del departamento hasta el patio del edificio. Buscaban algo de aire fresco. El rostro de Takemichi retomó su color, y Emma pudo darle un golpe en el hombro de forma amigable. – ¿Quieres comer algo? – ella sonrió.

Takemichi la miró sin entender, luego asintió con una ligera duda. Aún estaba la posibilidad de que lo llevara hasta un callejón para golpearlo con sus brazos de muñeca. Tendría cuidado. De todas formas.

Pronto hicieron una parada, frente a un restaurante de comida picante. Emma le ofreció cerveza y un poco de agua. Pasado un rato logró que aceptara, quién sabe cómo, pero lo hizo para poder tener una conversación. Aunque no entendía por qué precisamente con él. El hombre con el que le pusieron los cuernos.

Finalmente Takemichi se relajó, y dejó atrás esa desconfianza hacia Emma luego de un par de tragos y sonrisas. Prácticamente hicieron una fiesta en la mesa, además de que el alcohol pareció encantador a lado de una rubia como ella. Quizás consideraría invitarla a salir si fuera heterosexual.

– Apuesto 1,000 yenes a que me termino esta botella antes que tú – Emma se burló del castaño. Su sonrisa era retadora.

– Estas jodida. Bebo desde que estaba en pañales.

Ambos rieron y tomaron las botellas con emoción. Emma logró dejar su botella a la mitad, a pocos tragos de ganarse el botín. Takemichi en cambio la terminó de tan solo cuatro tragos.

Al terminar sintió la mirada furiosa de Emma sobre él, no pudo evitar reír y terminó derramando varias botellas sobre su camisa. Imposible evitarlo, sus ojos fueron demaciado graciosos como para quedarse quieto. El único inconveniente era que su camiseta de botones se encontraba pegada a su piel como una segunda capa de esta, transparentando y dejando ver todo su pecho. Takemichi exhibicionista.

– Vamos a tener que reponerte eso, chico burdel. – la rubia se rió una vez más. Pagó la cuenta y tomó su celular para hacer una llamada.

– "Takemichi" – dijo él.

– Michi, acompáñame.

El castaño asintió, y ambos esperaron fuera del restaurante por largos minutos. Takemichi sufría de frío en silencio. El viento sólo serviría para enfermarlo de verdad. Intentó darse calor frotando sus brazos con sus manos, Emma solo hizo una mueca de lástima. Pero se desvaneció en cuanto un auto de aparente precio alto para Takemichi se estacionó frente a ellos.

De él se bajó un chico rubio, uno que le nubló el juicio de una forma que no tenía sentido.

Takemichi se encontraba empapado, un poco ebrio, con el cabello desordenado y piel de gallina. Un par de gotas resbalaban por su rostro y las hebras de su cabello se pegaban a su frente. Se sintió avergonzado de su imagen. En cambió el otro lucía un atuendo limpio y formal, ni hablar de su cabello. Lucía como si gastara millones en su cuidado. Sus mechones dorados brillaban tanto como el sol.

– ¿Qué pasa? – Mikey habló.

Takemichi tembló un poco y ya no supo si era por el viento o su ropa mojada. Había sentido en ambas opciones.

– Por favor llevanos a casa, hermanito.–  El rubio hizo la misma mueca que Emma antes, realmente parecían gotas del mismo vaso.

Takemichi suspiró. – No te preocupes, no vivo lejos. – dejó caer una de sus manos sobre el hombro de Emma, le regaló una sonrisa e intentó despedirse. Pero no pudo lograrlo, cuando el abrigo de Mikey cayó sobre si de forma repentina. – ¿E-Eh?

– Te llevaré a tu casa. – dijo el rubio, decidido.

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BB: Gracias dove Cameron por sacar tremendo tema. Una excusa más para escribir un maitake.

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