06 | Él no está contigo

1.9K 377 66
                                    

— ¡Acelera Mikey, acelera! — Takemichi gritó mientras se aferraba a la espalda del rubio con fuerza. La lluvia los estaba torturando desde hace 10 minutos.

Mikey parecía regocijarse ante la frustración de Takemichi pues aún cuando su delineado se encontraba completamente corrido, reía con fuerza. Carcajadas que hacían que Takemichi se sintiera ensimismado pero no menos molesto.

No es una sorpresa cuánto Takemichi odia la lluvia. Odia sentirse húmedo y pegajoso. La sensación de estar sucio sin explicación. Pero abrazar obligatoriamente a otra persona que también lo está... Sobrepasa sus límites. Aunque quizás, viéndolo desde otro punto de vista positivo: no sólo estaba abrazando a un tipo empapado cualquiera, estaba abrazando a Manjiro Sano.

Takemichi se quedó quieto de pronto. "Oh" es todo lo que salió de sus labios pero que Mikey no alcanzó a escuchar debido al sonido de la lluvia y el motor de su motocicleta. Estaba estacionandose.

Takemichi tuvo en sus brazos a Mikey durante 15 largos y preciosos minutos y ni siquiera lo disfrutó porque se encontraba demaciado concentrado en refunfuñar. Quería morir. En verdad quería hacerlo.

Pero no tenía tiempo de dejarse caer en la acera de la casa de los Sano. No cuando de nuevo estaba concentrado en conseguir un baño y quejarse con sus hermanas de lo mal que terminó su "cita". Ni siquiera lo era.

—Takemitchy, ¿no es un poco infantil hacer pucheros?

— ¿Qué? Maldición... — cubrió su boca asustado. Su lenguaje pasaba a ser vulgar cuando estaba molesto. Incluso sus mejillas se inflaban y no tenía control de sus expresiones. Básicamente, todo mundo puede darse cuenta de su molestia.

Mikey se rió como si estuviera sufriendo de un ataque de asfixia. Takemichi no supo si disculparse o salir corriendo y buscar una toalla.

Manjiro miró a Takemichi de reojo mientras sus manos sujetaban su estómago con dolor. Parecía haber terminado. Takemichi suspiró rendido.

— Maldices como yo a los 10 - se burló.

Takemichi no habló. Se sentía burlado de una forma ciertamente graciosa. — Lo intenté.

Mikey esperó por algo más, una queja, una objeción avergonzada, pero nunca llegó. En su lugar Takemichi se quejó del clima y de lo mal que Mikey conducía.

— Me abrazabas con tanta fuerza que creo que me rompiste una costilla.

— ¡Es porque conduces horrible!

—Lo siento, no había conducido desde hace un tiempo. — se rió un poco más bajo.

Takemichi le preguntó con los ojos, esperando por sus razones. Bueno, todo el mundo habla sobres sus razones después de una oración de disculpa ¿No?

—A Jiel... no le gustan los paseos en moto. Es por eso que dejé de conducir.

Mikey levantó los hombros y restó importancia. Takemichi no podía creerlo. Así que Jiel si le importaba lo suficiente como para dejar de hacer las cosas que le gustaban... por él.

Eso es demasiado, y es estúpido. Restringirse de actividades de las que gustas por la aprobación de alguien es realmente preocupante. Aunque Takemichi no estaría dispuesto a decir eso último.

El silencio se hizo presente y ambos olvidaron por un momento lo mojados e incómodos físicamente que estaban.

— ¿Quieres jugar Mario Kart?

Takemichi lo miró con sorpresa y luego se rió; una risa sincera e infantil. Mikey nunca había escuchado una risa así, no se imaginaba la risa de Takemichi así. Parecía tan diferente de él. Mikey le devolvió una sonrisa antes de dirigirlo al baño del segundo piso. Comenzaba a oscurecer y Takemichi ni siquiera lo notó. Excepto por el sonido de la lluvia y el calzado haciendo sonidos mojados, todo estaba en silencio.

Takemichi creyó que la casa de los Sano tendría más ruido por las tardes, quizás amigos de Emma, empresarios en una cena de negocios debajo, lo que fuera, pero que tendría ruido. No era así. Era una mansión solitaria y silenciosa. Ahora podía darse una idea de por qué la emoción de Manjiro al salir con alguien. Alguien diferente, alguien impredecible: alguien como Takemichi.

Mikey secó su cabello y el de Takemichi una vez que se encontraron limpios. Los cabellos rubios de Mikey eran como alfileres dorados que se mecian y bajaban por sus hombros.

Estaba fascinado con su apariencia.

— Voy a patearte el trasero.

Takemichi no sabe cuánto tiempo ha pasado desde que tocó una consola de videojuegos, pero por lo que puede recordar, no jugaba muchos juegos con sus hermanas menores. Maki y Mako siempre preferían jugar con las muñecas y es por eso que sus padres nunca compraron una consola. Por mayoría de votos: el estuche de maquillaje de juguete ganó. Takemichi miró distraídamente el controlador negro, rozando las teclas con sus dedos pálidos mientras recuerdos amargos pasaban por su mente. Luego miró a Manjiro. El rubio estaba configurando su televisor para que pudieran jugar.

—¿Quieres una manta?

Takemichi negó con la cabeza.

Mikey se sentó en el sofá, su hombro rozó el de Takemichi y comenzó el juego. ¿Qué mejor forma de pasar una noche lluviosa que jugando Mario? La mejor idea jamás pensada para Mikey.

Luego Manjiro pensó en un doloroso golpe en la cabeza que le había dado Emma cuando eran pequeños. Odiaba perder y tiró y golpeó todo lo que tenía en sus manos como berrinche.

Takemichi tomó su posición para jugar, pero su camisa se levantó de la parte trasera. Manjiro miró su espalda descubierta, bastante curioso. Y antes de apartar la mirada, Mikey se congeló.

—¿Mikey, qué pasa? — pregunto, la repentina pausa del rubio fue inesperada.

Los ojos de Mikey se oscurecieron un poco.

—¿Qué hay en tu espalda?

Por lo que Manjiro podía ver, justo en la cadera derecha de Takemichi contrastaban manchas de cebra marrones y arrugadas.

— ¿De espaldas...? — Takemichi pensó un poco, por un momento no entendió de qué hablaba el rubio. —Ah... espera.

Takemichi tomó ambos lados bajos de su camisa y se la quitó sin restricciones. Manjiro podría haberse sentido avergonzado por la situación, pero su corazón dió un vuelco. O tal vez dos bastante graves.

Toda la espalda de Takemichi estaba cubierta de cicatrices marrones como hojas muertas. Como si algo se las hubiera hecho perfectamente. Una gran quemadura por toda su pálida piel.

— Fue... hace mucho. — Takemichi ríe, ya no es la misma risa de antes. Manjiro la odia.

Su gran curiosidad le hubiese pedido que tocara esa piel tan particularmente dolorosa, pero Manjiro se abstuvo de preguntar. Podía imaginar que no iba a ser suave al tacto; que iba a ser una especie de grietas, una doble piel áspera o indescriptiblemente conmovedora. No quería indagar tan profundo en Takemichi, no ahora.

●●●

BOYFRIENDWhere stories live. Discover now