41. tormenta en la enfermería

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Louise despertó con la tormenta que rugía al otro lado de las ventanas. La lluvia golpeaba el cristal con tanta fuerza que se preguntó si no estaría granizando también.

Fred había acercado una silla a su cama y dormía profundamente con la cabeza y los brazos apoyados en sus piernas. Louise se preguntó cómo lo había hecho para que lo dejaran quedarse con ella. Supuso que, a pesar de que eran unos revoltosos, los Weasley eran una familia muy querida, y Madam Pomfrey había cedido ante la preocupación en su mirada. Hasta podía imaginársela diciéndole que no le dijera a nadie que le había dado permiso de quedarse.

O había roto las reglas, lo que, conociendo a Fred, parecía lo más probable.

La luz azulada de la tormenta le iluminaba el cabello y lo hacía parecer más castaño que rojizo, y Louise no pudo resistir la tentación de acariciarlo. Por supuesto que lo había hecho antes, pero con Fred dormido sobre ella luego de haberlo visto tan afligido, parecía un nuevo nivel de intimidad al que habían llegado.

Reparó en sus manos: debían haber pasado un par de horas, porque ya habían vuelto a su color normal, y al mirar al interior de su manga no podía ver rastros del rojo que la había cubierto la noche anterior. Y Fred estaba tan preocupado por haberla dejado roja para siempre.

No había hecho un solo chiste, que era lo que Louise esperaba que hiciera cuando la viera. En su lugar, había sostenido su mano hasta que se quedó dormida.

No lo había visto así de vulnerable desde aquel día en San Mungo, cuando enterró su cara en su cuello y se desmoronó en sus brazos. Louise pensó en la carga que llevaba Fred sobre sus hombros, y en la apariencia relajada que mostraba ante el resto. Ella misma sabía lo que era vivir a las expectativas de los demás.

Pero esta vez, lo que lo había hecho frenar en seco y dejar las tonterías había sido ella. Supuso que significaba algo bueno para ellos, para aquella relación que crecía y que no sabía bien qué nombre ponerle.

Todavía no se animaba a preguntarle por Justine, y consecuentemente, por el estado exacto en que se encontraban. ¿Podían decir finalmente que eran novios en todas las de la ley?

¿Y qué importaba, al final del día? Louise pensó en su desquiciada madrina, en sus padres, en la reciente información que sus amigos habían compartido con ella, y pensó que no importaba mucho lo que Fred tuviera que decirle sobre Justine, porque de todos modos estaban condenados.

Pero aún así quería saber.

¿La quería?

Se permitió seguir su rostro con la punta de su pulgar. El cambio era verdaderamente alucinante. Despierto, Fred era una maraña de energía que apenas podía contenerse en sí mismo, pero durmiendo... Ver a Fred dormido le provocaba una sensación de calma en el pecho, porque el chico que dormía con una sonrisa en su regazo estaría a salvo para siempre. Mientras Fred estuviese dormido, nunca nada les haría daño.

Era el despertar el que dolía.

Un trueno retumbó en algún lugar fuera de las ventanas, y Fred se sobresaltó con el ruido. Abrió los ojos y por un momento no logró entender dónde se encontraba ni por qué le dolía tanto la espalda. Entonces vio a Louise a su lado, con el rostro de vuelta a su color normal, aunque con las orejas y el cuello todavía rojos.

"Ya no eres una guirnalda navideña" logró murmurar somnoliento al verla despierta.

"No, mira" sonrió mostrándole sus manos.

Fred esbozó una sonrisa floja. Luego se reacomodó en la cama e hizo una mueca cuando sus músculos adoloridos le reclamaron la posición en la que había estado durmiendo.

llámalo como quieras - fred weasley fanfictionWhere stories live. Discover now