one: we are back, bitches!

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- Steve. —Murmuro Ángela recibiendo unos cuantos besos en su cuello, a la vez que sentía unos brazos tomando su cintura lentamente— Estoy amando esto, lo juro, pero ya es hora de irnos.

- ¿Según quien? —Preguntó Steve entre los tiempos que le daba besos a Ángela, con una voz ronca de recién levantado— No entramos hasta las tres.

- Son las dos y media. —Río mientras llevaba sus manos a las de Steve— No podemos llegar tarde otra vez.

- Esta bien. —Contestó dejando un último beso en los labios de Ángela, para luego quitarse su sabana de encima, dejando ver su desnudo torso— Pero continuaremos esto, esta noche y sin excusas.

- Lo que tú digas, Dove.

Después de unas cuantas risas, ambos tomaron sus uniformes y se los pusieron rápidamente. Steve abrió la ventana del cuarto de Ángela sigilosamente, el cuarto de ella y Billy estaban pares contra pared. Y como este se enterase, Ángela estaría en un grave problema.

El camino al nuevo mall no era tanto, para su suerte su casa solo estaba a algunos minutos. Sus padres habían elegido bien la localización de la casa, y sin saberlo realmente. En el camino, Ángela retocaba un poco más rápido su maquillaje. Sabía que se había maquillado bien, siempre lo hacia, pero siempre se revisaba.

Por la novedad que traía el mall, siempre estaba lleno. Era difícil encontrar un estacionamiento cerca de la entrada, para los clientes. Los empleados se estacionaban en otra zona, y eso facilitaba mucho las cosas. Rápidamente que entraron, fueron recibidos por dos compañeros que almorzaban tranquilamente.

- Ya era hora. —Exclamó una chica dándole un bocado a su hamburguesa— Ya es la cuarta vez que llegan tarde.

- ¿Cuarta? —Preguntó un chico quien tenía un claro acento, este también comía una hamburguesa— Creo que en realidad es la séptima, ayer llegaron una hora tarde.

- Cállate, Lincoln. —Dijo Steve poniéndose el gorro del trabajo— Y en nuestra defensa, ayer el carro no quería prender.

- Seguro. —Rio la chica para luego notar algo en el cuello de Ángela— Tienes algo rojo en el cuello, Ángela.

- ¿Crees que me puedes ayudar? —Preguntó Ángela sacando su base de su mochila, haciendo que la chica rápido se levantase de su asiento, mientras reía— Solo tápala, Robin.

- Te guarde tu comida. —Dijo Robin señalando una bolsa con comida dentro de ella— Es el combo que te gusta, como siempre.

(...)

- Eso sería siete dólares con seis centavos. —Informó Ángela entregando dos barquillas a dos chicos, probablemente de su misma edad— Aquí tienen.

- ¿Cuanta propina recibes? —Preguntó uno de los chicos sin soltar la mano de Ángela— Digo, no parece que te paguen mucho aquí.

- No es mucha. —Contestó guardando el dinero en la caja registradora— Lo dividimos entre los que trabajamos aquí, y somos cuatro así que no recibimos mucho.

- Yo pudiese darte algo para compensar tu tiempo. —Dijo el chico acercándose al rostro de Ángela, sin todavía soltar su mano— Si sabes a lo que me refiero.

- Lo siento. —Contestó riendo un poco incómoda, intentando alejarse— Pero...

- ¿Pero que? —Preguntó el chico con una sonrisa un tanto pícara— ¿Te da miedo divertirte un poco?

- No, en realidad. —Comenzó diciendo Steve metiéndose en la conversación, estaba sirviéndose un poco de mantecado— Ángela ama divertirse.

- Steve. —Murmuró Ángela bajando su mirada, estaba en una situación demasiada incómoda— ¿Que estás haciendo?

- ¿Si? —Preguntó retante, sin perder la distancia con Ángela— ¿Y tú cómo sabes eso?

- Se divierte mucho conmigo. —Contestó Steve con una sonrisa, mientras tomaba a Ángela de la cintura— Tanto qué hay veces que no tenemos fuerzas para venir a trabajar. —Añadió riendo un poco, haciendo que el chico se alejase rápidamente, evidentemente se había molestado— Que tenga un lindo día.

- Así se hace, Steve. —Bromeó Lincoln dándole una palmada en la espalda a Steve— Ahora largo, es mi turno de cobrar.

- Que mal, porque yo aún tengo que seguir sirviendo. —Contestó Ángela dejando un beso en una mejilla de Steve— Pero no pongas esa cara, amas trabajar conmigo.

- ¿Quieres cambiar conmigo, Steve? —Preguntó Lincoln señalando la caja registradora— ¿Por favor?

- De ningún modo. —Contestó Steve acercándose a la puerta de la otra parte de la tienda— Es mi momento de comer.

- Jódete. —Dijo para luego notar una mancha de labial en su mejilla— Tienes algo en tu mejilla, enamorado.

- Jódete tú.

(...)

Ya había anochecido, ya era la hora más llena del día. La gente salía del trabajo, venían a distraerse, a comer algo en familia. Por más que estos cuatro chicos odiasen trabajar en ese sitio, y odiaban atender a personas, si estaban seguros que esa hora, era la mejor. Traía más dinero, por lo que, más propina, por lo que, más ganaban.

Era el turno de Ángela y Robin, casi todo el tiempo, Ángela era la que servía los helados. Era lo que más odiaba, pero nadie más se ofrecía, así que cuando no quería discutir, simplemente se ofrecía. Además, todos sabían que Ángela era una amante a los helados. Siempre aprovechaba cualquier oportunidad para probar los nuevos sabores, o sus favoritos cada vez que estaban disponibles. Sus combinaciones eran extrañas, no eran las típicas, pero así era feliz.

Se llevaba muy bien con Robin y Lincoln. A pesar que ambos estaban un curso más atrás, todos la pasaban bien en ese trabajo de mierda. Hacia la experiencia más entretenida, de alguna manera. Aunque a veces Lincoln tomase unas actitudes no muy agradables, y un tanto incomodas con Ángela. Siempre intentaba opacar a Steve, más cuando no estaba cerca. Pero, algo que si hay que destacar es que por fin, después de un año, la pelirroja y el castaño tenían otros amigos que no fuesen niños. Por más chistoso que sonase, era cierto, eran sus únicos amigos de su misma edad. Vergonzoso, pero muy cierto.

Ángela, como de costumbre, probaba un sabor, y comenzó a notar con el reojo a unos chicos acercándose rápidamente hacia la tienda. Al levantar su mirada, vio cuatro caras muy reconocidas. Tan reconocidas por todas las veces que venían con una intención en particular.

- Steve. —Llamó Ángela con la mirada fijada en Mike— Nuestros niños están aquí.

- ¿Otra vez? —Preguntó Steve abriendo las ventanas de la tienda— ¿En serio?

- Amo esta familia. —Rió Robin viendo cómo Steve y Ángela metían a los chicos al cine por un pasillo— ¡Me voy! Los veré mañana.

- ¡Dense prisa! —Pidió Ángela abriendo la puerta, mientras Steve la sostenía— ¡Max! Nada de cosas asquerosas.

- ¡Ángela, por favor! —Gritó Max volteando a su hermana, no podía creer lo que había escuchado— ¡No soy como tú!

- Si alguien se entera de esto... —Comenzó diciendo Steve

- ¡Nos matan! —Gritaron los cuarto chicos caminando con prisa

- Nos toca cerrar. —Dijo Ángela tomando las mejillas de Steve— Y mientras más rápido...

- Más tiempo en tu casa. —Río poniendo sus mano en la espalda baja de Ángela— Más tiempo en tu ca...

- ¡Muévanse! —Gritó Robin desde la tienda— ¡Me quiero ir ya! Faltan dos clientes y estamos fuera. —Dijo Robin abriendo la caja registradora, para luego ver cómo las luces en todo el mall se apagaban— ¿Que está pasando?

- ¿Se fue la luz? —Preguntó Ángela para luego ver cómo Steve se dirigía al encendedor, y comenzaba a subir y a bajar el interruptor— Eso no va a funcionar, idiota.

- ¿No? —Preguntó Steve subiendo y apagando el interruptor mil veces, hasta que en una con suerte, la luz volvió a todo el mall— Que se haga la luz.

CAUSE I LOVE YOU | STRANGER THINGSWhere stories live. Discover now