6. summer nights

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Seokjin juraba que en todo momento en que pasó tiempo junto a Jeongguk el resto del verano buscó la ocasión adecuada para hablar de lo que estaba pasando entre ellos, tal y como Kibum le había aconsejado. Pero vamos, la realidad de las cosas es que no estaba seguro si quería hacerlo. Jeongguk seguía actuando igual que siempre. Claro, ahora había más besos, más escapadas por la noche para ver las estrellas o para echarse un chapuzón en la piscina. Pero tenía miedo que el pelinegro huyera ante una conversación de aquel tipo. Claro, sabía que Jeongguk no era un niño, pero no podía negar que era tres años menor que él y que Seokjin era un anticuado de primera. No quería asustarlo con sus formalidades.

El día después de la conversación con su primo Seokjin dejó que Jeongguk lo guiara de la mano hacia el lugar donde se encontraba la piscina, pues estaba un poco retirada de la residencia.

En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca para divisar la piscina, Jeongguk soltó la mano del rubio para quitarse la camisa mientras corría para tirarse al agua.

Entre risas, conversaciones sobre hadas del agua y unos cuantos besos, la tarde se pasó volando. Dejándolos embriagados de felicidad y juventud.

—No te miento. Te prometo que he visto a esa hada aquí en esta piscina.

—¿Cómo estás tan seguro? Pudo ser cualquier persona. Algún trabajador talvez.

—Jamás he visto a un chico con el cabello rosa. No hay duda. Era un hada. Yo sé lo que vi— Jeongguk defendía su postura con uñas y garras y a Seokjin le parecía de lo más lindo.

—Yo tuve el cabello teñido de morado un tiempo...

—Entonces debes ser un hada también—Jeongguk dijo con voz tierna.

—Pídeme un deseo entonces— Seokjin dijo mientras sonreía coqueto.

Jeongguk se acercó lentamente al mayor, que estaba sentado en la orilla de la piscina, moviendo sus pies en el agua lentamente. Se posicionó en medio de las piernas de este y levantó su cara abultando sus labios y cerrando sus ojos.

Seokjin rió, extasiado.

—No tienes remedio— dijo antes de inclinarse y darle un beso que le hizo reír de satisfacción.

Desde ese día empezaron a escaparse todas las noches. La mamalona ya estaba reparada, al menos es lo que le habían dicho a Seokjin, pues en realidad nunca se arruinó, por lo que Jeongguk iba a casa a cenar con Sarah y regresaba en la noche. Tirando piedritas en la ventana de Seokjin para que este bajara discretamente y se escapara con él.

Corrían a la luz de la luna, que cada vez era más delgada, hablando de sus infancias, de sus padres (a quienes Jeongguk recordaba con ternura y melancolía), de sus sueños o de su música favorita. Seokjin contaba chistes malísimos, pero que a Jeongguk lo hacían reír hasta que le dolía el estómago. Y el pelinegro cada día le daba más razones para hacerle creer en las hadas.

Unas cuantas veces Jeongguk no fue tan discreto como hubiese querido y el señor Kim lo invitaba a cenar con ellos. Entonces Kibum proponía una pijamada y Jeongguk llamaba a Sarah para decirle que no llegaría a dormir. Los tres veían películas o jugaban videojuegos en donde se mostraba la competitividad de Seokjin y Jeongguk y lo mucho que Kibum apestaba en los juegos de carreras.

Otras noches Kibum los dejaba temprano con la excusa de que estaba demasiado cansado. Entonces Jeongguk le rogaba a Seokjin que le leyera algo antes de dormir, pues la voz de Seokjin era calmada y profunda, lo que le ayudaba a dormirse en cuestión de minutos.

—"Quizá los más tristes sean aquellos que viven esperando a alguien que no sabe que existe..."* Yyy creo que hasta aquí llegaré— susurró Seokjin mientras cerraba el libro de poemas al ver que Jeongguk ya estaba profundamente dormido. El rubio apagaba la lámpara de noche y los arropaba a ambos con una suave manta blanca.

My strawberry boy [JinKook]Where stories live. Discover now