Capítulo 1

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Camille

Había empezado un nuevo año en la preparatoria, nuevas caras en la escuela, nuevos amigos, nuevos enemigos también, había pasado a segundo año, pero aún me quedaba uno más para poder largarme lo más lejos que pudiera de esa cuidad que me asfixiaba todos los días.

Era lunes por la mañana y no había conseguido dormir ni un poco ya que me quede hasta tarde leyendo.

Mi padre y mi madre como siempre ya estaban listos para irse lo más pronto posible a la escuela y a sus respectivos trabajos también.

Era hija única así que siempre me pisan los talones para que apresurara el paso.

- Rápido Camille, se esta haciendo tarde y no llegaras a la escuela a tiempo. Y en tu primer día.

- Ya estoy aquí.

Me senté en la mesa mientras comía con rapidez por la presión que sentía y hacer enojar a mi madre, ya que cuando lo hacía me daba la sensación de que el mismísimo Lucifer y todo su infierno temblaba.

Terminé lo más rápido que pude y me dirigí al carro que ya estaba afuera encendido con mi padre dentro de él y con una sonrisa que me iluminaba siempre, con esos ojos cansados por el desvelo de cada día, ese cabello negro con algunas canas que hacían rebelión de sus años.

Al estar todos montados en el auto, mi padre emprendió el recorrido de llegar a mi escuela de siempre, de todos los años.

Al llegar me despedí de mi padre con una sonrisa en el rostro mientras le depositaba un beso suave en sus mejillas; por otro lado, solo me despedí de mi madre con un roce de cachetes.

Con ella las cosas eran diferentes, siempre lo eran; porque ella siempre sería lo contrario a mí.
Ella sería esa madre que parece perfecta ante los ojos de todos, y lo peor es que lo era, aunque aveces tenía sus momentos malos; era esa que aspiraba miedo y angustia cuando hacías las cosas mal, era esa que no quedaba satisfecha con el resultado, a pesar de que tú sí lo estabas; porque no importaba lo mucho que para ti significara, si a ella no le gustaba no lo aceptaba.

Llegue a la escuela a tiempo, unos minutos antes de que la cerraran.

Después de buscar mi salón por todo el lugar, finalmente lo encontré, era el más alejado de todos.

Al llegar a él pude ver unas caras conocidas y algunas desconocidas, pero no me importo tanto cuando vi a mis amigos de la infancia ahí, en especial a mi mejor amiga que llevábamos más de ocho años de amistad.

Me acerque a ella con una sonrisa enorme en el rostro porque por fin, después de tanto tiempo la vi.
Con su mirada llena de alegría, con esa sonrisa que me iluminaba hasta los días más oscuros, con su cabellera larga, con su piel blanca como la nieve y sus ojos de color miel.

- Hasta que te dejas ver.- le reclame.

- Lo siento, sabes que salí del país.- me dedico una sonrisa llena de alegría.

- Está bien, lo entiendo, después me contarás cómo estuvo ese viaje a Paris.

- Sabes que siempre te cuento todo.

Llegaron más personas, no les prestaba atención ya que me concentraba en no quedarme dormida durante todo el rato que llevábamos ahí esperando a que llegaran todos.

Pero mi pereza se vio interrumpida por un chico en específico, era alto, cabello negro un poco largo, hombros anchos y fuertes y de ojos verdes, de un verde claro.

Se sentó a dos mesas adelante de mí, no podía verlo, pero me bastaba con su imagen que acaba de ver hace unos segundos.

- Aún no veo a mi mejor amigo.- habló Alyssa la chica con la sonrisa contagiosa.

- ¿Tu mejor amigo?

- Sí, dijo que se cambiaría a esta escuela porque se mudó a Nueva York este fin de semana.

- Ya veo.- no le tome mucha importancia a ese asunto ya que me intrigaba más aquel chico que había entrado tras esa puerta.

- Bien, creo que ya estamos todos. ¡Tomen asiento por favor!- grito la profesora Emily de artes.

Todos hicieron lo que dijo, así que no tardo mucho en que el salón se sumergiera en un silencio lleno de nervios.

- Nos presentaremos para poder conocernos mejor, ya que hay caras nuevas por aquí y me gustaría poder hacer que todos en el salón, incluyéndome se sintieran a gusto. Así que empezamos con la fila de la izquierda por favor, cada uno pasara al frente y dirá qué le gusta hacer, su edad, su nombre y de dónde vienen.

El primero en pasar fue un amigo que conocía desde el año pasado, aún no sabía nada de él a pesar de ya estar en el mismo lugar por un año.

Así paso hasta que le tocó aquel chico que me había intrigado tanto desde que pisó aquel lugar, con sus tenis blancos y el pantalón del uniforme bien planchado, pero por el contrario su camisa era un caos total, al igual que su corbata.

Pasó al frente con pasos decididos y un poco tímidos a la vez, pero pronto pudo recuperar la postura una vez en frente.

- Me llamo Thomas Archer y soy de Inglaterra, y lo que me gusta hacer en mis ratos libres es fotografiar cualquier cosa que me sea interesante.

- Edad.- hablo la profesora.

- Tengo 17 años.

- Bien, bienvenido Thomas.- sonrió de oreja a oreja.

Yo por mi lado me quede intrigada por aquel chico de nombre Thomas, aún no me sacaba de la mente aquella imagen de sus ojos lindos y llenos de esperanza y energía.

- Ahí esta, ese pequeño saltamontes.- hablo a mi espalda Alyssa.

- ¿Qué?- me gire hacía ella.

- Thomas, es mi mejor amigo que te había dicho que se había mudado a Nueva York. ¿Ya lo olvidaste?

- Ah.- fue lo único que salió de mi boca, porque estaba aún más sorprendida por saber que ahora, el chico en el que había puesto mi interés, era el mejor amigo de mi mejor amiga.

Después de dos alumnos más, llegó mi turno de pasar al frente.
Me sudaban las manos horrible, no me gustaba hablar en público, sentía que todos me veían como si estuvieran juzgándome, me sentía pequeña al frente de ellos, sentía que todo a mi alrededor se hacía más y más diminuto y el aire me faltaba.

Con pasos cortos y lentos me posicione al frente.

- Soy Camille Fleming, tengo 17 años y soy de aquí, de Nueva York, me gusta leer y escribir, me hace sentir viva y feliz poder plasmar mis pensamientos y emociones en frases o libros si es posible.- estaba hablando demasiado, lo sabía.- Bueno, eso es todo.

- Que bien que aún tengas ese interés en leer y lo más importante, en escribir; se necesita de mucho valor poder hacer eso.

Deje de escuchar cuando mis ojos se posaron en aquellos dos luceros verdes, esas dos esmeraldas que me habían hechizado desde que los vi, ellos encontraron los míos, esos ojos grises sin vida.

No apartaba la vista y ni yo lo hacía, no sabía por qué, era como si pudiera ver a través de mí, como si sus ojos pudieran llegar más profundo de mi piel blanca, de mi cuerpo pequeño y delgado, sin forma.

Tuve que romper el contacto porque la profesora me indicó que tomara asiento de nuevo, y así hice, pero con el corazón latiéndome rápido, como si acabara de correr un maratón.

No tenía ni idea de por qué me sentía así, pero tampoco quería averiguarlo del todo, así que aparté esos pensamientos y me dedique a escuchar a cada uno de los que pasaban al frente.

Espero que les haya gustado el primer capítulo. Los/las amo 🤠

En otra vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora