2 | La presa

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Al grupo sádico se le conocía por ser el grupo más joven y también por ser los más sádicos a la hora de asesinar, su imaginación no tenía límites cuando se trataba de torturar, les causaba excitación ver sufrir a otra persona

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Al grupo sádico se le conocía por ser el grupo más joven y también por ser los más sádicos a la hora de asesinar, su imaginación no tenía límites cuando se trataba de torturar, les causaba excitación ver sufrir a otra persona. Y con la llegada de Amelia los asesinos sedientos de sangre solo esperaban la orden de su líder para matarla, la joven emanaba inocencia, todo lo que a un asesino de Danger le gustaba de una presa, era algo que no se podían resistir por mucho tiempo.

El primero en salir de su habitación fue Edel quien caminaba por los pasillos sin playera, sus manos fueron directo a su cabello para peinarlo. Era el líder del grupo, su inteligencia y sadismo lo llevaron a convertirse en un asesino cruel, era un demonio capaz de matarte en segundos con su cuchillo y aún así era atrayente ante las mujeres, dicen que a las mujeres les gustan los hombres crueles, aquellos que con solo ver su rostro sabes que te llevarán a la perdición y él lo era, sin embargo, le ayudaba ser atractivo y vestir de ropa negra para conquistar a una mujer.

Edel paso por la habitación de Amelia y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no entrar y subir encima de ella y clavar su cuchillo en su pecho, es lo único en lo que pensaba desde que la vio, deseaba probar su sangre y verla sufriendo, no quería tenerla viviendo bajo el mismo techo ya que eso hacía que ellos ocultaran todos los secretos que habían en Danger.

El alemán se sentó en el sillón y pronto apareció Carlos para hacerle compañía, tenía su rostro somnoliento y se detuvo para examinar el cuerpo sin vida que se encontraba a un lado de su amigo, con su dedo índice tocó la mejilla del hombre muerto, el cuerpo estaba descompuesto y el olor era tan desagradable para cualquier ser humano que no fuese un asesino de Danger.

—Creo que está muerto —bromeo Carlos.

Edel ignoro el comentario del mexicano y siguió mirando a la nada, las mañanas para él eran las peores, las odiaba. Carlos y Zorán se encargaban de hacerle más difíciles las mañanas, sus bromas malas y risas hacían que el alemán quisiera matarlos pero se controlaba porque ellos eran parte de su grupo por lo tanto eran como su familia. Desde que llegaron a Danger habían formado el grupo sádico, se cuidaron entre ellos en el momento que se comenzaron a matar, después de sobrevivir no se separaron por nada del mundo y así fue como se formó su grupo, un grupo fuerte y leal.

Stefano bajo las escaleras, su camisa blanca estaba planchada y dejaba ver su abdomen marcado, tenía una postura firme y su rostro expresaba seriedad que hacía verlo elegante y maduro. Detrás de él venía Zorán con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón roto, estaba descalzo y caminaba como si fuese el puto amo del mundo, todos los asesinos de Danger tenían el ego hasta el maldito cielo pero estaba claro que ellos no pertenecían al cielo, ellos pertenecían al infierno.

El italiano se fue directo a la cocina y comenzó a moverse de un lado para otro mientras preparaba un desayuno presentable, uno que no tuviese nada que ver con sangre o carne humana, el hecho de que era un asesino no le quitaba que fuese un caballero con una mujer, él sabía respetar y cuidar a una dama, nunca en su vida había matado o hecho daño a una mujer ni siquiera a su madre que lo golpeaba cuando tenía cinco años.  Quiso darle un desayuno presentable y nada asqueroso a la presa.

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