4 | La desconocida

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Ella abrió sus ojos más de lo normal y temió por su vida porque sabía que él era el más cruel del grupo los sádicos. Edel se acercó y quedó a centímetros del arbusto y Amelia solo cerro los ojos con fuerza preparándose para que un cuchillo llegará a una parte de su cuerpo pero eso nunca pasó, abrió uno de sus ojos y vio que él veía más allá, y lo que veía tenía nombre y apellido, Stefano Mancini el cual salió detrás de un árbol y se acercó a Edel.

—¿Alguien te siguió?

Él negó con la cabeza y dijo algo en italiano, sin embargo, ella no fue capaz de entender lo que dijo. Los dos caminaron hasta el otro lado de la ciudad donde se suponía que nadie debía ir ya que el lugar estaba cayéndose a pedazos.

Amelia siguió a los dos desde lejos. Edel y Stefano sabían que iban a encontrar a alguien en el otro lado porque de lo que estaban seguros era que Stefano jamás se equivocaba con lo que veía. Los dos eran un gran equipo, la inteligencia de Edel e ingenio de Stefano se combinaban creando un gran equipo.

—¿Qué edificio era? —pregunto Edel a Stefano.

—Aquel —señalo un edificio viejo apunto de derrumbarse.

Se adentraron en aquella otra mitad de Danger, todo era aún más tenebroso que donde ellos vivían, los animales los observaban desde un lugar seguro esperando correr por si ellos llegaban a atacar, sin embargo, no tenían intenciones de cazar un animal sino a una persona. La tierra estaba mojada y con cada pisada que daban dejaban huellas de sus zapatos, la única luz en aquel lugar eran las luciérnagas que volaban cerca de ellos.

—Este lugar es más bello de noche —comento el alemán.

—Solo silencio —expreso su amigo mientras pasaba una mano por su cabello.

Se detuvo en cuanto vio el edificio en donde había visto aquella sombra, el edificio estaba tan viejo que hizo dudar por un momento al italiano y al alemán porque cabía la posibilidad de que se derrumbará el edificio con ellos adentro, sin embargo, entraron con cuidado tratando de hacer el menor ruido posible. Era un silencio que causaba una sensación extraña, como aquello que te llega de repente sabiendo que algo malo va a suceder.

Todo estaba más oscuro adentro, olía a humedad y era porqué había agua por las lluvias, Edel negó con la cabeza y Stefano sonrió con burla, era demasiado obvio y no podía ocultarse aquella presa curiosa, aunque no iban a lidiar con eso, al menos el alemán no, no le interesaba en lo absoluto la curiosidad de la rubia. Amelia los seguía entre la oscuridad, segura de que no la veían, su pecho subía y bajaba ya que su respiración era acelerada, sentía adrenalina y miedo porque podría ser descubierta o bien podría derrumbarse el edificio y morir junto a los asesinos.

—¿Estás seguro que era este edificio? —pregunto Edel observando cada rincón del lugar.

—Por supuesto, yo jamás me equivoco —se limito a decir.

Un estruendo hizo poner en alerta a los dos asesinos, una sombra se vio por la luz de la luna y el primero en reaccionar fue Edel quien corrió en dirección donde se había ido la sombra, mientras que Stefano se quedó quieto en su sitio, por una extraña razón quería proteger a Amelia quién se había escondido cuando escucho aquel estruendo, su cuerpo temblaba y se regañaba a sí misma por haber seguidos a los dos asesinos pero ya era demasiado tarde para dar la vuelta e ir, podría terminar perdida.

—Se que está siguiéndonos —dijo él.

Ella parpadeo varias veces nerviosa por la voz del italiano, en su mente se pregunto cuando la había descubierto, según ella estaba haciendo un gran trabajo como espía profesional, estaba claro que no servía para eso porque los asesinos la descubrieron desde que ella salió de la casa. Lamentablemente nadie podía ocultarse de dos asesinos inteligentes.

—Salga de su escondite —dijo dándole la espalda.

La joven avergonzada salió de su escondite, él ni siquiera la miraba, sin embargo, podía sentir que ella estaba detrás de él. Stefano guardo silencio por unos minutos mientras jugaba con los anillos de sus dedos, tenía una postura recta y una seguridad tan notable que Amelia quedó cautivada en ese momento, no entendía como un asesino que solo deseaba matar fuese tan tranquilo, que incluso pareciera un humano normal como los demás.

—¿Qué hace aquí? —inquirió.

—Curiosidad.

—¿No ha escuchado que la curiosidad mató al gato?

—Si —emitió en voz baja.

—Con todo respeto pero usted es demasiado tonta.

—¡No soy tonta!

—Usted ha venido a seguir a dos asesinos a un lugar solitario y oscuro.

Ella abrió la boca pero tan rápido como lo hizo la cerro porqué él tenía razón, nadie haría algo tan estúpido como seguir a dos asesinos, lo que hizo solo conducía a una muerte segura.

—Tenga cuidado con su curiosidad porque esa misma puede hacer que muera —le aconsejo.

Edel volvió al sitio haciendo que la joven se guardará lo que le tenía que decir al amigo del alemán. En el edificio se sintió la sensación de que hubiera alguien más, los tres comenzaron a mirar a todas partes, aunque en ese lugar no había nadie o al menos eso pensaban ellos, porque podían sentir los ojos de alguien sobre ellos.

—Solo era un animal —murmuro Edel sin dejar de sentir la extraña sensación.

Lo único que el alemán había encontrado era un venado que estaba oculto en una esquina temblando de miedo porque pensaba que lo iban a matar.

—Deberíamos irnos —comento Stefano.

Los tres comenzaron a caminar, sin embargo, antes de salir del edificio se detuvieron al escuchar un chasquido. Sin que Edel pudiese reaccionar alguien cayó encima de él, quedo boca abajo mientras que la persona quedó en cuclillas, sus manos apoyadas con seguridad en la espalda de él. El alemán gruño e intento levantarse pero la persona que estaba encima de él fue más rápido, se levantó y coloco su pie sobre su cabeza haciendo que el asesino se golpeará contra el sucio suelo.

—No tan rápido —mascullo la persona.

Todo fue un completo silencio cuando escucharon la voz femenina, no se trataba de un hombre sino de una mujer. Ella traía puesta una gabardina negra demasiado sucia ya que estaba manchada con sangre y lodo, unos pantalones negros y rotos y unas botas negras desgastadas que aún pisaban la cabeza del alemán, no se habían percatado del cuerpo porque definitivamente se trataba de una bella y peligrosa mujer. La desconocida por fin se quitó su capucha y la mascarilla y dejo ver su cabello negro que llegaba por su cintura, tenía una sonrisa que mostraba sus dientes perfectos y blancos, no era una sonrisa la cual causaba una buena impresión, era una sonrisa aterradora que hacía pensar que estaba completamente loca y que en cualquier momento atacaría.

—Quita tú puta bota sucia de mi cabeza —amenazo Edel.

Ella blanqueo los ojos y se quitó para que él pudiera levantarse, hizo su cabeza hacia la izquierda y miro con cierta curiosidad a Amelia que estaba a un lado del italiano, dio unos cuantos pasos en dirección a ella pero fue detenida por Edel que la empujó y no porque quería proteger a la presa sino porque estaba enfurecido por lo que se había atrevido hacer. La acorraló contra la pared, sus rostros quedaron a escasos centímetros y los dos se miraron a los ojos, él estaba furioso y ella tenía una gran sonrisa burlona como si no estuviese en las manos de un asesino sádico.

—¿Quién eres tú? —pregunto el alemán.

—Eso a ti no te interesa.

—Si yo quiero ahora mismo puedo matarte —dijo llevando su mano al cuello de ella.

La desconocida esbozó una sonrisa coqueta sin importarle que la tuviesen sujetando del cuello, sabía que él no la mataría porqué primero necesitaba saber la razón por la cuál se encontraba viviendo en el edificio, él necesitaba saberlo y el matarla solo lo dejaría con la intriga.

—Vamos, aprieta más fuerte —lo reto.

Edel hizo más presión cegado por la irá, la desconocida no mostró ni una pizca de miedo y ni siquiera sé mostró vulnerable al estar siendo ahogada, es como si él no le estuviese haciendo nada y es que cuando se le deja de temer a los monstruos y te conviertes en uno ya nada te causa terror o dolor. Los dos espectadores no se movían para nada, estaban congelados observando como Edel tenía acorralada a la pelinegra, aún seguían sorprendidos por la manera en la que había aparecido.

—Puedo ver el infierno en tus ojos —murmuro para ella.

—Yo también puedo ver el tuyo —dijo la desconocida con una sonrisa, muy dentro ella perdiendo poco a poco la vida.

Stefano reaccionó y se acercó para detener a su amigo que estaba cegado, no iba a permitir que matará a una mujer frente a él. Logro separarlo de ella, su confusión se hizo notar cuando vio que la desconocida actuaba como si nada, como si no hubiese estado a punto de morir, lo único que indicaba que estaba siendo asfixiada era porque su rostro tenía un color morado.

—Tranquilízate —dijo.

Sus manos se posaron en los hombros de su amigo para llamar su atención, sin embargo, Edel tenía la mirada clavada en la pelinegra, quería lastimarla y dejarle en claro que nadie podía humillar al líder del grupo de los sádicos como ella lo había hecho, quería arrodillarla y castigarla de la manera más cruel que se le pudiese ocurrir.

—Esta loca me tumbó al suelo —dijo sin poder creerlo

Nadie podía atreverse hacer eso e irse sin pagar las consecuencias. Ella acomodo su gabardina y le dio una rápida mirada a la rubia que estaba inmóvil, fijo de nuevo la mirada hacia el alemán, su mano viajo lentamente a su pantalón y en un rápido movimiento saco su daga y se lo encajó en la pierna a él.

—¡Hija de puta! —grito al sentir el dolor.

—Agrega la apuñalada —se burló la pelinegra.

Amelia abrió los ojos más de lo normal al ver la escena, la desconocida había resultado peligrosa. Después de todo ella era la que trajo más oscuridad a esa ciudad o tal vez esa oscuridad ya estaba desde hace mucho pero eso lo sabremos a su tiempo. Más adelante sabremos que escondía ella y todos lo que habitaban en la ciudad porque nadie en esta historia es inocente, ellos fueron castigados a vivir en el infierno llamado Danger.

Edel subestimó a la pelinegra, pensó que era inofensiva, no puedes subestimar al enemigo porque si lo haces terminarás perdiendo el juego. El italiano ayudo a su amigo con la herida mientras que ella jugo con la daga que goteaba sangre, todo lo que había pasado le divertía, le agradaba ver la mueca de dolor en el rostro del asesino. Estaba orgullosa de ella misma porque todo le había salido de acuerdo al plan, se dejó ver por el italiano ya que sabía que la buscarían y la llevarían a vivir con ellos, todo estaba saliendo a la perfección y le fascinaba la idea de estar rodeada de asesinos, después de todo si estaba mal de la cabeza.

La rubia cogió una piedra y aprovecho que la desconocida estaba distraída y la golpeó, ella cayó al suelo y Stefano observo como se encontraba inconsciente, se apresuró a cargarla como si se tratase de un simple costal de papas, Amelia ayudó a Edel para que pudiese caminar ya que este no podía sostenerse por el dolor de la herida.

—Esa maldita me las va a pagar —gruño Edel mientras caminaba con la ayuda de la rubia.

—Es una dama, respétala —le dijo Stefano viendo de cerca a la pelinegra.

El cabello negro cubría el rostro de ella, podía verse su ojo azul que por unos minutos hipnotizó a Stefano, le sorprendió lo que ella le hizo a su amigo, nunca había visto a una mujer tan fuerte, capaz de enfrentarse con un asesino sádico y debía estar demasiado loca para hacer aquello, en ese momento nadie sabía lo que una simple desconocida podría llegar hacer, nadie podría asegurar que ella desataría el caos.

En todo el camino Edel no dejo de maldecir a la pelinegra, jamás se había peleado con una mujer ni mucho menos haber recibido una apuñalada. Abrió la puerta para entrar, el ruido que hizo al abrir la puerta ocasionó que los demás se despertarán alarmados. Stefano sentó a la pelinegra en una silla de madera, comenzó atarla para que no lastimara a nadie más, pronto bajaron los demás alerta por el ruido que habían escuchado. Todo era confuso para ellos, Edel el líder del grupo estaba herido y no dejaba de murmurar cosas que nadie entendía, el italiano y Amelia estaban atando a una completa desconocida.

—¿Qué está pasando? —pregunto Carlos.

—Cuando fuimos a bañarnos vi una sombra en el edificio del otro lado de la ciudad así que fui con Edel y nos encontramos con ella —señalo Stefano a la joven.

—Que guapa —dijo Carlos detallando su rostro.

La desconocida comenzó a moverse y al abrir los ojos, lo único que vio fue a Carlos que estaba demasiado cerca de ella, sus miradas se conectaron y duraron varios minutos viéndose tratando de ver más allá. Ella desvió la vista hacia Edel que estaba sentado curándose la herida que le hizo.

—¿Te duele? —se le burlo ella haciendo un puchero.

—Maldita loca —dijo apretando sus dientes cuando el alcohol cayó en la herida.

—No seas una niña —dijo riendo.

Carlos rio también pero se detuvo cuando Edel lo fulminó con la mirada. En ese momento solo deseaba matarla por apuñalarlo, no debió hacer tal estupidez, no debió enfrentarse al asesino más sádico. El alemán se inclino para acercarse a ella, quería ver de nuevo esos ojos azules que mostraban el maldito infierno. Edel era experto en poder percibir cuando el peligro estaba cerca así que…

¿Él pudo percibir el peligro cuando la desconocida llegó a Danger?

—Amelia Young —pronuncio la pelinegra poniendo toda su atención en la nombrada.

Edel dejo de ver a la desconocida para mirar fijamente a Amelia, todos también lo hicieron con asombro.


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