9 | Arrodillate ante mi

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Edel camino de un lado a otro en su habitación, sin importarle en lo más mínimo el pequeño dolor que tenía en la pierna. Su mandíbula estaba apretada y su rostro estaba rojo de irá, en cualquier momento iba a explotar y sacar toda la irá que tenía acumulada. No podía creer que ella había ganado, cómo una simple mujer humana podía haberle ganado a un hombre de casi dos metros de altura. Se sentó en la cama, y paso ambas manos en el cabello, se inclino para abajo y maldijo en alemán. Le molestaba que alguien como Isabella pudiera ganarle, lo había humillado y no podía permitir que las cosas se quedarán así, tenía que mantener su respeto intacto.

—Maldita sea —gruño al sentir los dolores constantes.

Suspiro y se levantó dejando de intentar hacer lo que estaba haciendo. Edel podría tener el control de todo pero nunca podía tener controlados sus sentimientos, en especial la irá, está lo absorbía tanto y le nublaba la mente por completo haciéndolo cometer estupideces.

Edel sostuvo el pequeño cuchillo y trazo una línea en su dedo índice sacando un poco de sangre que escurrió por todo su dedo hasta llegar a la palma de su mano, se quedó en silencio observando como la sangre se acumulaba en su mano. Limpió con la manga de su camisa, sus demonios podían ser tan fuertes que lo podían llegar a dominar y de alguna forma tenía que controlarse.

Se escuchó como alguien tocó la puerta y antes de que Edel pudiese decir algo la puerta se abrió y apareció Zorán, su ropa completamente negra ensangrentada y vieja lo hacía lucir como un hombre temible. Tenía una sonrisa grande en esos labios gruesos, él no entro adentro, solo permaneció quieto en la puerta mirando a su amigo, repiqueteo los dedos en el umbral de la puerta antes de hablar.  

—¿No piensas bajar?

—¿Para qué?

—No sé, pensé que te haría feliz que Isabella esté viva —se burló.

—Muy gracioso.

—La pelinegra tiene agallas.

—Solo tuvo suerte, solo que todos exageran dándole atención que no merece.

Edel era el asesino que no aceptaba haberse equivocado, nunca lo haría y aún no había nacido la persona que lo haría aceptar sus errores.

—Todos sabemos que ella es diferente —dijo Zorán.

—Es una humana, no una asesina, fue instinto de supervivencia.

—Claro —dijo Zorán, no quería seguir hablando sobre la pelinegra porque Edel no iba aceptar que se había equivocado—. Estaremos abajo por si decides pasar tiempo con nosotros.

Edel asintió y Zorán salió para seguir conversando con los demás. Cuando bajo por las escaleras pudo ver como Carlos estaba pegado a Isabella, y no dejaba de sonreír con coquetería, con su mano acariciaba el cabello negro, lo hacía con delicadez. Los demás estaban absortos de lo que pasaba con los dos, estaban concentrados hablando sobre un tema interesante.

—¿Interrumpo? —pregunto el ruso, colocándose en medio de los dos.

—Si —dijeron los dos.

Zorán se encogió de hombros sin darle importancia a lo que dijeron. Lo interesante era que él había sentido algo, ¿Celos? No lo creo, ni siquiera conocía a Isabella para sentir algo por ella.

—Realmente me sorprendiste, Isabella —dijo Aria.

—Les dije que les iba a callar la boca.

—¡Nos callaste la boca, guapa!

Carlos hizo la cabeza de Zorán para atrás para poder darle un beso en la mejilla a Isabella, está solo se limito a sonreír.

—Carlos —le advirtió el italiano—. No seas tan…

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