CAPÍTULO 1

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Aurela Ivanov

Mi nombre es aclamado por el público. Cientos de personas portan los colores de la bandera de mi país de origen y las pancartas decoradas con mi rostro resaltan en las tribunas al igual que la transmisión en vivo que se reproduce en pantallas gigantes. Se pide silencio, las cámaras me enfocan y los latidos de mi corazón toman un ritmo tranquilo cuando suelto un suspiro profundo.

Temperatura, dirección, forma y velocidad de la bala, densidad seccional y presión atmosférica, son algunas de las cosas que debes tener en cuenta para dar un buen disparo y cumplir el objetivo.

Soy una de las francotiradoras más famosas del mundo, aparezco en todo tipo de medios de comunicación y es en el deporte donde mi nombre no puede faltar. Comencé con arquería cuando tenía cuatro años y desde entonces he tenido un don en la puntería. A los doce comencé a disparar mis primeras armas de fuego y ahora con veintiún años he participado y ganado incontables olimpiadas, competencias y concursos.

Ejércitos, armadas, entidades y más ramas judiciales han querido reclutarme para formar parte de sus filas, sería un soldado ideal a la hora de cazar criminales según los comentarios de propios militares, pero he rechazado todas sus propuestas pese a que los hombres de mi familia sean parte de la milicia. No he querido formar parte de todo eso, ya que soy consciente de que en mi interior duerme un espécimen asesino, es mi más retorcido secreto, la bestia que habita mi interior y que una vez que comience, no podrá parar. Y, las entidades que quieren reclutarme, no aceptarán a una persona que sólo se dedicará a asesinar a diestra y siniestra por satisfacción enferma.

Desde niña siempre me ha gustado asesinar animales: ciervos, alces, venados y aves han sido mis principales presas, incluso animales más grandes. Comencé a hacerlo por simple curiosidad y resultó gustarme más de lo que debería, ya que es como si estuviera destinada a ello, como si mis propios genes y mi verdadera esencia me lo exigieran tanto como mis pulmones necesitan el oxígeno para sobrevivir. Además, lo extraño no es que me guste cazar, sino él por qué. La respuesta es sencilla y podría ser perturbante para muchos; y es que me gusta causar dolor, la sangre que sale de mis victimas me provoca satisfacción y diversión, el ver aquella luz que desaparece de sus ojos desata un poderío que me hace saber que soy quien manda y que puedo hacer lo que se me venga en gana. Cuando el mando queda en ti y tienes la oportunidad de decidir te sientes como un Dios, y mi bestia interior amaría hacer ese poder más grande, tener más que sólo la vida de animales.

Esto se salió de control hace tres años cuando asesiné a un hombre por primera vez, era mi vecino, un joven latinoamericano que se encontraba estudiando de intercambio en mi universidad, coincidimos en ciertas clases y fue como se forjo una amistad que no duró mucho, ya que vio algo que no debía, se asustó y amenazó con delatarme, cosa que no podía permitir para mantener mi reputación, las cosas se salieron de control y sin más lo maté.

Este hecho dejo muy perturbado a mi padre quien fue el único que supo de la muerte del chico y me ayudó a deshacerme del cuerpo. Todo fue una mentira que desarrollé al instante, la muerte la hice pasar como accidente y convencí a papá de que si la justicia se hacía cargo me culparían, él lo sabía, todo apuntaba a un asesinato y con tal de protegerme accedió. Por meses fingí que me afectaba ante él para mantener la mentira, aunque en el fondo no tenía remordimiento alguno por haber asesinado, no me dolió, no sentí culpa ni lástima. Sabía que no me iba pesar nunca y hasta ahora no me he arrepentido de haberlo hecho.

No hablamos más del tema, aunque en su momento utilicé el hecho como excusa para evitar unirme a ejércitos y parecidos. Las investigaciones que se hicieron sobre la desaparición del hombre que asesiné no dieron resultados, nadie sospechó de mí, y todos se quedaron con la idea de que había regresado a su país por alguna situación externa.

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