CAPÍTULO 3

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Aurela Ivanov

Siete días. Siete malditos días he estado encerrada aquí sin ver a nadie, más que la que asumo es la mucama. Me traen las comidas a las horas, nada especial, pero agradezco que no sea sólo pan duro, ya que para ser un secuestro de la Bratva esperaba algo peor.

Respiro hondo dejando que mi cabeza salga del colchón y cuelgue mirando la pared mientras que el nombre que tengo estampado en la mente no me deja en paz.

«Killian». El mafioso no sale de mi cabeza y ya no sé qué hacer, puesto que, a pesar de que denota peligro y me intimida un poco, no pude dejar de notar lo atractivo que es. Altura y contextura mayor al promedio, con unos ojos azules claros preciosos que resaltan en esa cara perfecta tallada con rasgos nórdicos los cuales me hacen replantearme hasta el cómo me llamo.

Realmente su figura parece esculpida por algún artista con los músculos marcados que me incitan a recorrerlos con mis manos y descubrir el sabor de su piel. Es como una fantasía sexual andante. Es atractivo, muy atractivo. Fornido, piernas torneadas, torso grande y grueso, alto con unos brazos que lucen increíblemente fuertes, algunos tatuajes los decoran, la tinta está sin exagerar para lucir las venas que sobresalen y he de admitir que después de vérselas a él se convirtieron en mi nuevo fetiche.

Pero su físico no debe desconcertarme ni formar ideas erradas en mi cabeza, a pesar de que él me confunde. Me confunde la necesidad que tengo de verlo, de querer tenerlo cerca y no está bien, si fuera otra situación lo aceptaría, pero no con esta.

Creo que parte del fallo en mis pensamientos se lo puedo atribuir al desconcierto de descubrir cómo me miraba, puesto que era como si me admirara y esa veneración sigue rondando en mi cabeza, ya que nunca antes me habían visto así. La tensión era muy notoria, tan sólo de recordar su cercanía y el olor de su perfume hace que me recorra un escalofrío, el aliento cálido cuando habló tan cerca de mi cara casi me provocó un orgasmo.

Me paso las manos por la cara y mi conciencia me reprocha el hecho de que él estuviera amenazándome y yo estuviera imaginando como se vería desnudo.

Me doy la vuelta en la cama varias veces y ni así puedo lidiar con el no tener nada que hacer. Estoy realmente aburrida y tensa, no hay nada para entretenerme, la mucama no habla conmigo, le hago preguntas sobre Killian o sobre si sabe qué pasará conmigo y no responde nada. Sólo soy consciente de cómo pasa el tiempo por la luz que entra por la ventana, la cual está cerrada con seguro, por la que solo puedo ver el cielo, ya que hay un balcón frente a ella que tapa la vista sobre lo que hay debajo.

Ya anocheció, será cuestión de poco tiempo para que me traigan la cena y esta vez no estoy dispuesta a quedarme sin respuestas. No sé nada de mi padre, si me van a rescatar o cómo van las cosas y para calmar las ansias prohibidas que emergen lo único que me queda es hacer ejercicio cómo puedo, para evitar descontrolarme.

Me acerco a la puerta esperando a que se escuchen ruidos afuera para prepararme y poder atacar. Escucho algunas voces, abren la puerta y no lo dudo ni un segundo cuando me lanzo a la persona que entra intentando taparle la boca. Dicha acción sólo queda en el intento ya que para mi sorpresa quien trae mi cena es Killian y ni siquiera le cubro la boca, por la diferencia de altura, mis manos quedan sobre su pecho por error y es cuando siento sus marcados músculos con la vergüenza abracándome el ser.

Lo suelto inmediatamente y él se gira mirándome con una ceja perfectamente enarcada. Su fragancia llega a mis fosas nasales haciendo que el aire se atasque en mi garganta y un cosquilleo me recorre el cuerpo entero llegando a cada terminación nerviosa.

Él es un hombre poderoso al que la grandeza que porta lo pone en la cima de todo. El aura de dominio es aplastante y el dote de dios no me ayuda a la hora de intentar ignorarlo.

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