Sólo un acompañante

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Esto era un problema. Un grave problema. Seguramente el problema más importante desde que Iona quemó uno de los zapatos de Draco por accidente.

Antes de que la carta llegase, Draco había estado tarareando. Ambos sabían lo feliz que debía estar para ponerse a tararear. Lo hacía mientras utilizaba un cepillo especial de ropa para mantener en perfecto estado una túnica que tenía colgada en el armario, lista para esa ocasión.

Ahora dos de ellos se encontraban sentados en el comedor y la carta en el centro. Draco la observaba como si considerase al papel el responsable de sus males. Harry no estaba seguro de qué hacer. Charlie acababa de levitar unas tazas de chocolate caliente hacia ellos porque, en su opinión, había pocas cosas que no se pudiesen resolver con una bebida caliente.

El problema tenía forma de invitación. Era preciosa a nivel estético, de colores llamativos, un logo en dorado que se iluminaba con magia, el papel suave se desplegaba y adquiría una tercera dimensión, lo que la hacía pasar de un trozo de papel a una especie de caja.

Y Draco la odiaba. En serio la odiaba. Podían notarlo en la manera en que apretaba la mandíbula, que no tocase la taza que Charlie puso a su lado ni reaccionase al beso que le dio en la cabeza, y que siguiese mirando la invitación. A Harry no le hubiese sorprendido que esta se incendiase con un despliegue de magia sin varita.

De pronto, Charlie suspiró y se reclinó en el respaldar de su asiento.

—Que vaya Harry —decidió, encogiéndose de hombros, y movió su taza de chocolate hacia él en un "brindis"—, pero tomas una foto, eh.

Harry se alarmó y empezó a pasar su mirada de uno al otro.

—No, no- tú le hablaste de cómo solidificar los residuos del fuego de dragón- tú deberías ir-

—Tú te asegurabas de que saliese del laboratorio y recordase comer cuando estabas aquí y yo en la reserva —señaló Charlie, que consideraba que cuidar del bienestar de Draco en uno de sus arranques de energía valía más que un consejo mágico.

—Los eventos como ese no son mi tipo, ve tú-

Draco apenas había puesto un pie fuera del laboratorio en dos semanas, casi siempre porque lo sacaban de ahí, mientras terminaba una poción inspirada en el fuego de los dragones que debería eliminar todo rastro de una maldición venenosa inventada por los Mortífagos. En todos esos años, nadie estuvo cerca de una respuesta, y apenas se demostró que funcionaba, la Confederación Internacional de Pocionistas lo invitó para entregarle un premio.

La invitación era válida sólo para un acompañante, claro. El público sería reducido, el evento muy privado y la prensa se mantendría al mínimo para evitar a personas como Rita Skeeter, pero era importante en el ámbito de las pociones y Draco era el único con una marca de Mortífago que había estado recibiendo reconocimientos internacionales positivos en los últimos años.

Charlie y Harry empezaban a preocuparse porque un detalle como aquel fuese a arruinarle un evento que esperó tanto.

—También podrías ir con alguien más —indicó Harry, intentando sonar más calmado de lo que se sentía al observar a Draco claramente maldiciendo en su cabeza a quien le envió tal invitación—. Con Pansy. Ella amaría acompañarte.

—Podrías decirle a tu madre —sugirió Charlie—. Aunque esté muy seria, seguro querrá llorar de orgullo apenas se entere.

—O…

Harry calló cuando Draco meneó la cabeza. Los tres estuvieron en silencio durante unos segundos, hasta que Charlie extendió el brazo, sujetó una de las manos de Draco y dibujó círculos con el pulgar en su dorso.

El número de la suerteWhere stories live. Discover now