Hibernar

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Invierno en Rumania. Cero grados. Noches de dieciséis horas. La reserva, que siempre tenía cuartos disponibles para sus magos, ofrecía un refugio cerca de los dragones y su agradable calor durante esta temporada.

De vez en cuando había un pequeño incendio, pero no era nada a lo que no estuviesen acostumbrados los que trabajaban allí o sus parejas. Ya que la reserva tenía una barrera natural que mantenía a los dragones y su calor dentro, la sensación de gelidez real del exterior se disipaba un poco.

Y se notaba menos bajo las cobijas.

La ventana se encontraba cubierta por una gruesa cortina oscura, encantada para no deslizarse y permitir el paso de la luz. El cuarto permanecía en un tranquilo silencio, apenas ocupado por la respiración de Iona, la pequeña dragona que se coló dentro, y un débil murmullo de Charlie en sueños para pedirle que parase de jalarle el cabello con las garras.

Draco se había asegurado de usar hechizos para ampliar la cama que la reserva le ofrecía a Charlie, aunque en ese momento, se encontraba rodeando a Harry y con el rostro medio enterrado en su pecho. El cabello rubio le hacía cosquillas de vez en cuando en el cuello o barbilla, e inconscientemente, ya que la piel de Draco solía estar tan fría, Harry deslizaba los dedos sobre su espalda desde hace rato.

—Charlie —musitó, para no despertar a Draco—. Frío.

Hubo un leve movimiento en el colchón, un hechizo de calor lanzado sobre la cama, y Harry extendió las piernas para deslizar sus pies helados cerca de los de Charlie. Lo oyó maldecir.

—Se supone que el que tiene piel de témpano es Draco —masculló, adormilado, pero comenzó a mover sus pies contra los de Harry para ayudarlo a entrar en calor, y volvió a quejarse de las garras de Iona. Estaba usando el vientre de la dragona como almohada, por lo que era el más cálido de los tres.

—¿Qué hora es? —Harry hablaba con pocas ganas de abandonar el espacio que compartía con ambos para ver el incendio que era el nuevo berrinche de un dragón o la nieve y neblina. O nieve incendiándose.

—¿Qué importa? —Charlie arrastraba las palabras. Los tres tenían un día libre por delante y era claro que tampoco le apetecía moverse pronto—. Estamos hibernando.

Le lanzó un encantamiento de calor a Draco, que hundió más la cabeza en el pecho de Harry al temblar un poco, y por el sonidito que emitió después, estaba agradecido. Harry se rio y entreabrió los ojos para distinguir el cabello rubio platinado de su caprichoso favorito y el rostro tranquilo y con algunas cicatrices de su dragonólogo preferido.

Decidió que dormir otro rato no le haría daño a nadie.





¿Hay algo más doméstico que estar "robándole" calor a alguien cuando tienes frío? No lo creo, jAJAJA

El número de la suerteHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin