Juego de relevos

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El colegio en que Harry daba clases se encontraba escondido en un bosque de Transilvania; la entrada principal y la mitad de la estructura estaba en un conjunto de cuevas encantadas, mientras que el resto aparecía en un amplio claro rodeado por montañas a las que los muggles no se acercaban, que podían tomar como patio para montones de actividades mágicas. A él le gustaba practicar duelos allí.

El colegio apenas tenía cinco años desde su fundación y aún no se graduaba la primera generación de estudiantes preparados únicamente allí. La población mágica de Europa comenzaba a quedarle grande a tres colegios y Harry recibió propuestas de otra de las instituciones recién abiertas, pero acabó allí, en lo que alguien más consideraría un lugar en medio de la nada. La directora conocía su historial en Inglaterra y había estado encantada con él, sus clases y el desempeño de sus chicos en estos tres años que llevaba ahí.

En un par de ocasiones, alguien había atisbado a Charlie cuando pasaba a buscarlo desde la reserva o se ofrecía para ayudarlo con una de las actividades con los niños, o a Draco, que lo acompañó un par de veces en demostraciones de duelos o para los eventos trimestrales de proyectos, echando un vistazo a la sección de pociones por si encontraba un pequeño genio para el futuro de su profesión. Los rumores sobre eso saltaron en su segundo año dando clases.

La directora, al oírlos, contestó que la vida privada de sus profesores no le incumbía a nadie más que ellos mismos, y que mientras siguiese siendo bueno en su trabajo y quisiera estar ahí, ella recibiría a Harry en su colegio. Esto los silenció durante unos meses.

De todos modos, sus estudiantes lo adoraban. En una competencia con otros colegios, el área de duelos y Defensa contra las Artes Oscuras sobresalió por encima del mismísimo Hogwarts, bajo su guía.

Para el tercer año en su puesto, hubo un evento de sus estudiantes que lo tenía con un alto nivel de estrés, sobre todo porque una de sus mejores duelistas, de sólo catorce años, se había lesionado unos días antes. Ella le aseguró que podía hacerlo, la enfermera del colegio estuvo de acuerdo, pero Harry se preocupaba por los niños como si fuesen sus hijos y tuviesen apenas cinco años.

El colegio no era un internado, aunque tenía cuartos para los estudiantes que venían de un sitio lejano, y ya que les faltaba el reconocimiento de colegios de miles de años, la directora organizaba eventos como ese en que algunas familias podrían ir a ver las instalaciones y presentaciones de estudiantes mostrando lo aprendido en clases. Después del concurso en que se llevaron varios premios, también tenían más atención ese año, en especial en el área de Harry. Más gente visitando el colegio, más presión sobre sus estudiantes y él. No quería dejar una mala impresión que pudiese arruinar el trabajo de la directora, que había sido buena con él desde el primer instante.

Charlie y Draco notaron que estaba ansioso y le ofrecieron ayuda. La directora ya los conocía y había dejado que cooperasen en algunas actividades, no debía ser un problema que Draco la ayudase con la logística y que Charlie acompañase a Harry para comprobar lo que sus estudiantes harían frente a las familias.

No tenía idea de quién se dio cuenta, de si fue por Charlie sujetándole el rostro para hacer que lo mirase y calmarlo con palabras suaves, o porque Draco estuvo allí unos minutos y lo abrazó en cuanto estuvo desocupado, prometiéndole a Harry que todo saldría bien. Tampoco sabía con exactitud qué le dijeron a la directora, sólo que esta lucía bastante molesta, pero su ira no iba dirigida a ellos tres.

Fue bastante obvio lo que sucedía cuando un niño de once años tiró de su manga para llamarlo y preguntarle algo, Harry se agachó, y mientras le explicaba para qué servían los hechizos que la estudiante de su presentación acababa de usar, uno de los padres que estaba de visita lo empujó. El niño lucía confundido. Harry estaba todavía peor, sentado en el punto en que cayó, oyendo los comentarios de ambos padres, que iban desde llamarlo "degenerado" a sisear como no querían que su hijo aprendiese nada de él y la falta de sentido común e irresponsabilidad de la directora por tenerlo allí.

La forma en que lo miraban le dio a entender por qué. A qué venía todo eso de gente que no lo conocía de nada.

Charlie lo levantó del suelo y le preguntó si estaba bien, en un tono contenido que advertía que quería lanzarles una maldición, y la directora se metió entre ambos para decirle con claridad a los padres del niño que no pensaba permitir que se insultase y agrediese a alguien en su colegio.

El ánimo de Harry decayó, y aunque asintió cuando Charlie le dijo que lo olvidase y le aseguró a Draco que estaba bien apenas corrió hacia ellos al enterarse, ese momento no paró de dar vueltas en su cabeza.

No se consideraba un mal profesor. Hacía todo lo que podía. Quería ser como Remus fue con él.

Pero luego había una mínima parte de él, una parte que era insegura y se preguntaba si quizás, si sólo tal vez, sin quererlo, sin que fuese su intención, fue un mal ejemplo para sus estudiantes.

O si tal vez tenían razón y alguien como él no debía ser profesor.

No pensó que hubiese sido tan obvio, pero era poco lo que se podía ocultar en un evento lleno de estudiantes entre once y quince años.

Aun así, estaba aturdido cuando se topó con un cartel luminoso creado con magia, justo donde debían estar los representantes de su clase, que decía "el profesor Potter es mi profesor favorito".

La joven duelista que le preocupaba por su lesión de hace días subió a la plataforma con un cartel igual de luminoso pegado al pecho. El suyo ponía "aprendí a hacer un patronus gracias al profesor Potter".

Ella lo saludó sonriendo al notar su mirada y señaló hacia un lado de la plataforma. Un chico de doce años de otro salón agitó los brazos hacia él. Su cartel en el pecho decía que no sabría hacer un protego sino fuese por Harry.

Luego este también apuntó más allá. Había un pequeño grupo de sus estudiantes mayores que encantaban los carteles y los distribuían entre los demás. Desde los de once años, cualquiera que hubiese visto clases con él y quisiera uno podía pasarse por allí para pedir un cartel con lo que quería que supieran de Harry los padres que estaban de visita.

Harry intentó no echarse a llorar ahí mismo, pero las veces que Charlie tocó su espalda o Draco lo acercó a él cuando pasaban a comprobar cómo estaba, no creía haber aguantado tan bien las lágrimas. Parecía que la versión oficial de lo que ocurrió, según sus estudiantes, fue que unos padres le dijeron que no debía ser profesor porque era malo. Así se lo explicaron a los más jóvenes.

Entre sus estudiantes mayores, sin embargo, muchos entendieron mejor la situación. Y gran parte de ellos llevaron los carteles.

Hubo un par de comentarios que recordaría si un evento como ese se repetía, en especial los de la pequeña duelista que bajó saltando de la plataforma al terminar su presentación y le dijo, con toda la confianza que podía reunir alguien de catorce años, que quien le dijo eso sólo estaba celoso porque él se veía bien y feliz con el "señor Weasley" y "el señor Malfoy".

Harry no pudo evitarse reírse y negar.

—No es…

Ella alzó las cejas, retándolo a que le dijese en su cara que no tenía una relación con los dos. Harry se sintió extrañamente intimidado por la niña.

—No es algo malo —excusó, con un hilo de voz.

—Pues obvio no —replicó la niña, ceñuda—. Es como un juego de relevos, ¿no?

—¿Un…qué?

—Un juego de relevos —repitió su estudiante, divertida—. Hay varias personas que quieren lo mismo y trabajan en equipo, se pueden turnar para llegar a la meta, pero siguen siendo el mismo equipo.

Harry se lo repitió a Charlie y Draco cuando estaban en casa, esa misma noche. Los dos se observaron y después a él de nuevo.

—Bueno —Charlie se rio—, ella entendió todo, creo.

—Entendió más que esos imbéciles, eso seguro —Draco resopló sólo de pensar en ellos.

Al final, fue bastante útil tener estudiantes de distintas edades llevando carteles que hablaban de él. La directora dijo que había muchos padres interesados en sus clases.

El número de la suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora