Epílogo (7)

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–¿Por qué eres tú el que se pone rojo Midoriya? –Toru empezó a reír al ver que ahora estaba incluso más rojo que antes. El peliverde pudo conectar un momento con la mirada de la que era su mejor amiga cuando estaba en la academia. Quiso levantar la mano para saludar, pero la vio bajar la mirada de nuevo. Una de las personas a la que más había extrañado era a ella. Solían entrenar juntos y hasta en algún momento pensó en hacer un espacio en su vida para dejarla ocuparlo como algo más que una amiga.

Sin embargo, en ese tiempo tenía muchas responsabilidades, así como ahora. Pensó en lo que dijo Kacchan hace unos días, cuando se despidieron, ella parecía tener fe en ellos en el futuro. Obviamente ahora ya no pensaba lo mismo y probablemente pensara que era un fastidio, por lo que lo seguía evitando, aunque ya llevaba buen tiempo trabajando con sus amigos y a veces incluso con ella, pues vivían en la misma ciudad.

Las chicas habían empezado a despedirse, así que intentó levantar la mano para responder, pero nada pasó. Se dio cuenta entonces que había perdido la audición en ese momento, pues, aunque le hablaban sólo veía sus labios moverse. Sintió un fuerte mareo y cayó de rodillas al suelo.

¡No! ¡Deku, ayúdame! ¡Quédate consciente! Sólo debo calmarlos un poco. –La voz de Nini lo alertó, sus singularidades estaban por descontrolarse nuevamente. –¡Resiste Deku! –Sentía mucho sueño, le era muy difícil entender la voz de Nini, a pesar de que estaba dentro de él. Perfecto, ahora tendría otro incidente con sus singularidades y tal vez por fin le quitarían la licencia y lo mandarían a I-Island o al Tártaro, si llegaba a herir a alguien. Sintió que el látigo negro fue el primero en salir, su sentido de peligro decidió alertarlo recién, ¿cómo no pudo sentir a la persona que lo atacó antes? ¿En qué momento había consumido la droga que lo tenía en ese estado? Su cuerpo empezó a endurecerse y soltó la bruma alrededor.

Antes de perder completamente la visión, logró ver a unos niños no muy lejos de ahí, uno de ellos cargaba un muñeco de él mismo como héroe. Entró en pánico, estaban dentro de su rango, podría herirlos.

–Los... niños... salvenlos... -Dudaba que alguien lo oyera, pero él realmente no podía hacer nada. Empezó a llorar, hace mucho que no lo hacía, la sensación fue tan familiar. Pensó que estaba haciendo todo bien, pero estaba equivocado. –All... Might... lo... lo sien... -Sentía que estaba evitando, aunque su visión era borrosa, podía ver que se alejaba de la bruma y que los edificios se hacían más pequeños. Se sintió más aliviado, su singularidad de levitación se debió activar justo a tiempo. Ahora ya no lastimaría a nadie. Se dejó envolver por las demás singularidades, sabía que podía tener una sobrecarga, pero no importaba en ese momento, porque el único que saldría lastimado, sería él.

–¡No te atrevas a rendirte maldito Deku bastardo! –La frase le sonaba tan familiar y a la vez tan extraña. Tenía que ser Kacchan, era el único que lo llamaba de esa forma, entones ¿por qué sonaba tan femenino? –¡Deku! –Logró fijar mejor la mirada, guiado por su curiosidad y entonces vio una cabellera castaña. Sintió una patada en el pecho y la vio alejarse para esquivar una de sus singularidades. Se sujetó de una de las extensiones del látigo negro y se impulsó nuevamente hacia él. –¡Deku! –La vio morderse el labio con fuerza y soltar algunas lágrimas. –¡Te fuiste tantos años para dejarte vencer así, infeliz! ¡Tú cuerpo no te perteneces! ¡Tienes a Nini contigo! ¡Aceptaste la responsabilidad de cuidar todas éstas singularidades! ¡Para ya!

No era su culpa, nunca había sido atacado con una droga tan fuerte, pero al menos no era un alucinógeno, o tal vez sí y todo eso sólo estaba pasando en su mente. No, él no recordaba a Uraraka así, ella era mucho más dulce y más tímida. La vio golpearlo repetidas veces y poco a poco fue sintiendo dolor en sus mejillas, su abdomen, sus brazos.

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