3. La Visita

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Curie y Morandé, se dirigieron a la dirección que les había suministrado el Detective Lefebvre. Mientras estaban en la vía, Morandé sintió curiosidad por este nuevo sobreviviente.

—Es extraño, ¿no crees?

—Todo lo que está ocurriendo es extraño —respondió Curie.

—Hablo de este "supuesto" sobreviviente. ¿Habías escuchado algo sobre él?

—No.

—No entiendo cómo es que pasó tanto tiempo fuera del foco, después de estos acontecimientos.

—Si quieres respuesta a eso, Morandé, pregúntaselo al capitán del Titánic.

Morandé lo vio con enfado.

—Conozco la ironía, Curie.

—¡Llegamos! —dijo Paul.

Ambos se bajaron del vehículo y se dirigieron a la puerta del edificio. Este tenía por nombre: «Laurence».

Curie llamó a la puerta un par de veces. Parecía que nadie habitaba en el lugar.

—Aquí no hay nadie.

Curie observó hacia el área superior del edificio. De pronto, una mujer abrió la puerta.

—¿En qué puedo ayudarles? —preguntó la mujer.

—Buenas tardes, Madame. Estamos buscando a Monsieur Antoine Roussel.

—Roussel... Sí, él habita en el Departamento 3-B. Pero no sé si quiera visitas. Hace mucho que no lo veo salir.

—Ya averiguaremos si quiere, o no, visitas. Soy el Comandante Curie. Necesitamos hablar con él.

—¡Adelante!

Ambos subieron las escaleras. El edificio tenía una estructura arcaica. Los escalones estaban agrietados, y la pintura verde de los barandales se notaba corroída.

—Este lugar es muy antiguo —dijo Morandé.

Curie llamó a la puerta del Departamento 3-B.

¿Quién es? —preguntaron desde el interior.

—Soy el Comandante Paul Curie. Necesito hacerle unas preguntas.

¡Váyase!

—No es opcional, Monsieur.

Dije claramente... ¡Váyase!

—Morandé; tu turno.

—¿Mi turno? ¿Qué pretendes que haga?

—Derriba la puerta.

Morandé lo observó con asombro.

—Eso es violación a la propiedad, Paul.

—No me importa. ¡Derríbala! Si sobrevivió a ese maldito juego, sobrevivirá a un interrogatorio.

—Esto no está correcto, Paul. Yo no soy...

—ES UNA ORDEN, MORANDÉ.

—Pues yo no pienso hacer...

Mientras ambos discutían, alguien abrió la puerta. Era un hombre joven, de cabello castaño claro, y ojos verdes.

—Escuché que hablaron de un juego —dijo el hombre.

—En efecto, así es. Se llama El Escondido. ¿Le suena familiar?

—¿A quién no le suena familiar ese juego, Curie? La nueva modalidad es lo extraño —dijo Morandé.

—¿Te puedes callar? —preguntó irónicamente Curie—. Como le comenté Monsieur, es un jue...

—Pasen... —dijo el hombre—. Tomen asiento.

—Estamos bien así.

—Insisto. Puede ser una larga plática.

Los dos se sentaron en un pequeño sofá que decoraba la pequeña estancia.

—¿Es usted Antoine Roussel?

—¡Sí!

—Le aseguro que todo lo que hablemos en este lugar, se mantendrá en secreto.

—Eso espero.

—¿Puede contarme qué sabe sobre el juego?

—Mi prometida y yo entramos en el juego. Desafortunadamente, ella ya no está. Eso fue hace cuatro años exactamente.

—¿Por qué entraron?

—Ella insistió en ir al Edificio Hálène por última vez. La puerta de ese maldito lugar se abrió completamente sola. Así que entró, y yo la seguí.

—¿Sabe los motivos de su insistencia?

—Su hermano y su mejor amigo desaparecieron en su interior años atrás.

Curie observó a Morandé.

—¿En qué año desaparecieron?

—En el 2018.

—¡MALDICIÓN! —exclamó Curie, levantándose del sillón.

—¿Qué te sucede, Curie? —preguntó Morandé.

—¿Su prometida era Anette Chevalier? —preguntó Curie.

—¡Sí! ¿Cómo lo supo?

—Yo fui el oficial que la rescató afuera del Hálène.

—¡Vaya! Entonces estamos en familia —dijo Morandé.

—Morandé; me estoy cansando de tus chistecitos de mal gusto.

—Está bien, está bien. No diré nada más. Los nervios causan que comience a hablar más de la cuenta.

—Entonces tómate un calmante.

Curie se acercó a Antoine.

—Necesito que me diga todo. ¿Qué sucedió cuando entraron?

—Está bien. Pero le sugiero que tome asiento de nuevo...

Escondido, un Juego de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora