EPÍLOGO

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Meses después, El Presidente Edmond Mercier, se dirigió a la Nación. Detrás de él, se hallaba una estructura cubierta con una enorme bandera de Francia.

—Mis queridos conciudadanos franceses. Los últimos eventos trajeron consigo una cantidad considerable de pérdidas. Cuando pensábamos que todo había terminado, el demonio de El Escondido reapareció, para demostrarnos que el infierno está más cerca de lo que imaginamos. Sin embargo, gracias al sacrificio de un hombre, París se encuentra en etapa de recuperación, y no de expiración. Logró salvar a nuestra Capital, a su gente, a su familia... y a mí. De no ser por él, hoy estaríamos desechos. Hace un tiempo prometí que otorgaría a la Policía Nacional un nuevo Departamento. Ya se hallaba en construcción; pero no portaba el nombre correcto —sonrió y observó a la Primera Dama—. Hoy, hago entrega del nuevo Departamento de la Policía de París – Roel Morandé. En honor a un gran hombre.

Luego de estas palabras, el Presidente hizo una señal a muchos oficiales. Así, se reveló a sus espaldas el hermoso recinto. Tenía una entrada triangular con fastuosos cristales; y en letras grandes, el nombre de su inolvidable Comandante.

Todos aplaudieron con algarabía. La familia de Morandé se hallaba al lado del Podio. No podían creer que el nuevo Departamento de la Policía tenía su nombre.

De pronto, El Presidente se acercó a ellos.

—¡Gracias, Sr. Presidente —dijo Lena.

—Es lo menos que puedo hacer. Él me salvó la vida.

—Era un gran hombre —dijo Lena.

—Y lo demostró.

Así, todos entraron al nuevo Departamento Policial. En su interior, se hallaba una enorme pintura conmemorativa de Roel junto a Paul. Esa obra de arte, emocionó enormemente a Lena. Axel corría por el lugar, mientras apreciaba todas las pinturas y fotos donde aparecía su padre.

El juego de El Escondido fue un infierno para París. Pero tal y como lo dijo el Presidente, demostró que el Tártaro está más cerca de lo que el mundo se imagina. A veces, el sacrificio es la única manera de librarnos del mal. En este caso, Morandé sabía cuál era el rumbo. Pero no siempre es el camino correcto. Hay demonios que se van; pero otros... se quedan perpetuamente.

Damián A. Black

Escondido, un Juego de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora