3. Un Interrogatorio Imposible

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Roel subió a su vehículo en compañía del Coronel. Por otro lado, Legrand abordaba su auto.

En la vía, Legrand activó el dispositivo de llamada desde su vehículo.

¡Hola!, soy Léa. Ha accedido a una red privada del Departamento de Investigaciones de París. ¿Cómo puedo ayudarle?

—Lea, soy yo, Gerard.

Monsieur Legrand.

—Comunícame con Pelletier.

Como ordene, Monsieur.

Basile Pelletier, era el Asistente de Legrand. Estaba a cargo de proteger al único sobreviviente.

Monsieur Legrand. ¿Cómo puedo servirle?

—Necesito que lleves al sobreviviente a la Sala de Interrogatorios. El Jefe de la Policía y el Coronel Bastian están en camino.

Por supuesto, Monsieur.

...

Treinta minutos después, llegaron al Departamento de Investigaciones. Roel aparcó el auto de forma brusca, e ingresó al recinto. Luego, caminó de manera imponente por el corredor del Departamento. Necesitaba interrogar al único sobreviviente que había dejado la tragedia en Bennet.

—¡Roel! No puedes entrar así. Entiende, hay reglas —dijo Legrand.

—Ese maldito no sabe de reglas, Legrand. Solo las de su juego. No me pidas que yo las siga.

Morandé continuó su camino hacia una sala destinada para interrogatorios.

—¡Buenas tardes! —exclamó Roel.

—Monsieur Morandé —dijo Pelletier.

—Déjenos a solas —dijo Morandé.

—Ni de chiste —dijo Legrand.

—No me preocupa que estés presente, Legrand. Pero tu Asistente debe retirarse.

—Has lo que dice, Pelletier.

—Sí, Monsieur.

Legrand y Bouvier, permanecieron en la Sala de Interrogatorios con Morandé, y el último sobreviviente. Su nombre era: Balthasar Grondin. Un hombre de 87 años. Tenía una camisa verde deslucida, pantalones cortos con manchas de sangre, sin calzado, y estaba sentado sobre una silla de ruedas.

—Así que es él.

—Sí, Morandé.

Legrand accionó en una pared a su diestra, una pantalla holográfica con muchos datos. Luego, apareció el rostro y el nombre de este sujeto. Roel observó hacia esta y contempló la información.

—Monseur Grondin. Soy el Jefe de la Policía de París. Mi nombre es Roel Morandé. Presumo que sabe por qué estoy aquí.

El hombre no contestó.

—Voy a ser franco con usted. De su información depende el futuro de París. Se convertirá en un héroe si me dice qué sucedió en su hogar.

El hombre no decía una sola palabra. Solo observaba fijamente a Morandé, haciendo algunas muecas.

—¿Por qué no contesta? —preguntó Roel.

—Eso es lo que intenté decirte, Morandé.

Roel volteó a verlo con facciones de ira.

—¡Habla!

—El Monsieur Balthasar Grondin, es mudo. Ya revisamos todo su historial. Es un militar retirado. Perdió la movilidad y el habla durante la guerra.

—¿Me estás jodiendo, Legrand?

—Lamentablemente no.

—¡ESE MALDITO! Dejó como único sobreviviente a una persona que no puede decir nada.

—Lo sé. Es un hijo de perra.

—¿Seguimos hablando del mismo demonio? —preguntó Bouvier.

—Sí, Coronel. Ahora no sabemos nada. Ni siquiera donde está el tablero —respondió Morandé.

—Tampoco quienes serán sus próximas víctimas —dijo Legrand.

—Esto será como buscar una aguja en un pajar.

—Vamos a la Delegación, Morandé —dijo Bouvier—. Necesitas calmarte. Así no lograrás nada.

Morandé se cubrió el rostro, y gritó muy fuerte.

—¡Es una orden, Morandé!

—Muy bien, Coronel.

Escondido, un Juego de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora