59

528 52 930
                                    

Todo es una mierda; la vida es una mierda, los sentimientos son una mierda y también las pastillas lo son...

¿Por qué?

Mis manos tiemblan y mi mente remembra. Realmente no quiero hacerlo pero no puedo evitarlo, una idea lejana se vuelve cercana en un instante.

¿Y qué más da?

Doble mis dedos al centro con fuerza, escuchando el partir de la píldora. Los pequeños trozos se encajan en mi piel, mientras que el polvo se esparce e incluso si es molesto eso no importa porque mi corazón está inquieto, muy inquieto. Mi cabeza duele, mis ojos arden al querer cerrarse y mis labios resecos exigen una gota de agua.

Llevo la palma a mi boca y tomo del vaso de vidrio con aquel líquido, pasando por mi garganta los restos de aquella medicina que me ayudaría a combatir mi maldita resaca.

Todo sería tan sencillo como antes; pero ahora esto es difícil porque mis pupilas tiemblan, mis cejas tiemblan, mis brazos, mis piernas... todo de mi tiembla.

¿Ella temblaba? ¿No lo sé o prefiero no recordar?

¿Por qué un simple pensamiento se convierte en algo que te mata?

Creo que jamás comprenderé el porqué de que los antidepresivos puedan matar; tal vez sea una mala broma, una estúpida broma que no me hace reír.

No lo entendí y sigo sin entender, solo sé que quiero vomitar y volver a olvidar, dejarlo a un lado como siempre lo he hecho.

Mis pensamientos pararon al escuchar el sonido de los pasos acercándose hacía mi; unos pasos débiles y lentos.
Bostece, limpie las lágrimas que estaban al borde de arrastrarse por mi mejilla y ví hacía aquel pasillo como si mi mente siempre hubiera estado vacía.

Aquellos cuernos tan característicos fueron los primeros de los que me percate cuando entro. Mi mirada bajo a su rostro y entonces pude notar las bolsas debajo de sus ojos, su expresión molesta y sus labios que igualmente pedían rehidratarse.

—¿Resaca?— pregunte haciendo a un lado la pesadez en mi pecho al respirar hondo.

Tord asiente con la cabeza y se dirige a mi, tomando el vaso que se había encontrado bajo mi agarre, para luego beber de aquel fluido que de pronto se redujo a casi nada.

—Deberías tomar una pastilla— aconsejé sin mirarlo, arrebatando el mismo recipiente que ahora retenía tan solo unas gotas.

—Bien— trago saliva e hizo una expresión que demostraba su malhumorado estado de animo— el alcohol es asqueroso — se quedó callado, observando al suelo— ahora somos iguales.

Arqueé una ceja, ¿a qué venía ese comentario? Sin embargo, decidí ignorarlo para encender el grifo, llenar con agua el vaso y pasarle la caja del medicamento. Todo esto baja la apariencia confusa de Tord, quién se sentó en el borde de las sillas mientras sacaba una píldora del cartón.

—¿Qué?— pregunté sin comprender el porqué de su extrañeza.

—Nada— respondió, llevando la pastilla a su boca.

Le pase el vaso y la trago.

—¿Qué pasó ayer?— dejó a un lado las cosas, ahora contemplando sus propias manos mientras que jugaba con estás.

Me senté enfrente suyo, sintiéndome soñoliento, acomodando mi cabeza en aquella mesa.

—¿Alguien vino por mi?

Cerré los ojos.

—No.

Tord nuevamente asintió e hizo lo mismo que yo.

—¿Seguro?— volvió a preguntar, seguramente dudando de mis palabras al retener un recuerdo borroso.

—Tomamos y te traje a casa, ¿quieres saber las idioteces que dijiste?— respondí fingiendo molestia.

—No...

...

Suspire y vino el alivio.

A veces lloro y otras veces creo que dejo de importar.

InestableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora