•×• Headcanon: Hanemiya Kazutora •×•

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• En secreto, existe un enorme deseo de que no le abandones •

Antes de que el proceso de una extrema tristeza vuelva a arrastrarlo adonde no quiere estar, Kazutora busca de nuevo el ancla segura para evitar el colapso repentino de sus pulmones: tus ojos

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Antes de que el proceso de una extrema tristeza vuelva a arrastrarlo adonde no quiere estar, Kazutora busca de nuevo el ancla segura para evitar el colapso repentino de sus pulmones: tus ojos. Es inesperado, pero siempre termina buscando tus ojos. Si no son ellos, entonces tendrían que ser tus manos las que lo ayuden. Le hacen querer estar a flote un poco más, es el transporte gratuito a la realidad sin que le choque terriblemente. La pesadumbre no se siente tan pesada cuando estás cerca suyo, y Kazutora supo en ese caso que eras lo necesario para él.

Termina de despertarse inquieto, lo que hace a continuación, es calmar su respiración y latidos alocados acechando tu espalda. Te ve durmiendo con calma.

Antes de estirar el brazo y atraparte, siempre duda un poco. Es lo normal. Su psicóloga, la experta en su caso estando en prisión, le dijo normalmente que los temblores de madrugada se debían al mal sueño, y que el soporte podría ser algún hobbie sano que no malograra aquellos buenos procesos que tenía. Lo otro es que también existían los apoyos emocionales a los que acudir, como familia o un amigo de confianza. Desde hace años, Kazutora se había emprendido la tarea de llegar a la conclusión de que ese soporte eras tú.

No cabía duda, pero las repercusiones de tus palabras calaban hondo en su ser así se pusiera nervioso de vez en cuando al recibir tus cariñosas cartas cada bendita semana. Todavía habitaban personas en la tierra que no habían renunciado a él, a su presencia, a que cambiara.

Pero ¿Cómo renunciar? Las segundas oportunidades eran el nuevo comienzo de la nueva vida. Y no había un término más romántico para la situación. Salvo no perdonar.

Eso no lo aguantaría. Que entre enormes lágrimas saladas, nadie hubiera perdonado a Kazutora. Los latidos incrementan otra vez, la garganta se le cierra y una vez más, no se soporta a sí mismo. Una taquicardia es presente por todos los extremos del pecho, y apurado deja de pensarlo y te abraza por detrás.

No te despiertas, eso es buena señal.

La sonora lluvia en el mundo exterior es impenetrable en aquel pequeño microsegundo de sus vidas. Todo cayendo a pedazos por fuera pero siendo un complemento tan importante a su lado, se aprieta más contra ti.

Otro dato relevante, es que ya Kazutora no tenía que pensar en querer desaparecer cuanto antes. Era algo difícil de explicar, pero podría hacer el intento. Antes se la pasaba en vela pensando demás en que quería que todo terminara, esa lista de sensaciones agobiantes llenas de tristeza que le carcomen el cuerpo hasta adormecerlo, atacando sin aviso. Pero cuando se perdonó, y de verdad que lo hizo, se abrió una nueva puerta en aceptar que todos somos imperfectos y que la infelicidad no necesariamente estaba en todas partes, mucho menos cuando reconocía que se estaba enamorando de ti. Entonces, como buen acto de magia, ya no tenía que pensar. Naturalmente, las ganas de morir dejaban de estar ahí, cuando te abrazaba, cuando comía ramen con sus amigos, en las reuniones fraternales o hablaba por teléfono con su madre sin soltar un recoveco maloliente de vulgaridades. Es como un ciclo sustituyente de la ansiedad tirando más al lado bonito de la vida que todos le estaban ofreciendo en disfrutar.

No tenía que pagar más consecuencias en pena de sufrimiento. Te tenía a su lado. A pesar de todo, seguías ahí.

Su cascabel en la oreja izquierda sonó alegre. Te estruja contra su pecho cariñosamente y el mensaje secreto, es esa calma que acompaña lo dulce del asunto. Ya no respiraba entrecortado después de aquella pesadilla que tuvo. Su corazón estaba gozoso. El climax es sentir la calidez. Sin nada que le dicte directo a su piel clavadas de cuchillas, por la culpa y el dolor. Solo tú.

Cuando despiertas, giras a verlo.

—¿Mal sueño? –susurras pausado–.

—Sí, pero ya pasó.

Enseguida te abraza mucho más fuerte. Escurriendo la ternura en cada lado que te besa el cuello. Dispuesto a encontrar un nuevo lunar que no haya visto y brindar un toque de sus labios por cada manchita nueva que conozca.

Te ríes, sin estar con la fuerza suficiente para renunciar al sueño. Lo dejas ser, sintiéndote en un lago de brillos espaciales. En el que flota la cama. Con lirios incluidos de tonalidades lindas. Estrellas fugaces.

—¿No me dejarías de la noche a la mañana, verdad?

Era una broma inofensiva. Recobraba el sueño que lo había abandonado pero queda embobado y sorprendido cuando lo tomas del rostro con la fuerza necesaria llena de suavidad en recalcar segura con una sola sentencia: —Nunca.

Le peinas sus largos cabellos hacia atrás para dejar descubierto su rostro. Los ojos ámbar de Kazutora brillaban consternados, hasta el punto de alcanzar un retorno de vuelta a la pequeña felicidad que siempre recuerda haber alcanzado contigo.

Te besa tímidamente la frente y luego la nariz. Respira ofuscado por tanto sentimiento contenido. Hasta que se encuentra sobre ti, en la cama, abrazando con todo lo que tiene y puede tu cuerpo. Sacando un suspiro ahogado de tu parte.

Gracias.

Acto seguido, te besa los labios dulcemente, comenzando a atrapar cada sonido que hagas.

Eras lo necesario para él, era su constancia de vida. Gracias, gracias por no dejarlo.

Perdonen lo cortito

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Perdonen lo cortito.
Pero sí, funciona para cualquier versión del Kazutora adulto

TR ━ [ᴴᵉᵃᵈᶜᵃⁿᵒⁿˢ ⁻ ᴼⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ]Där berättelser lever. Upptäck nu